La Resurrección del Señor

febrero 2024 – Página 3 – Espiritualidad digital

Sólo Dios

Levantamos la mirada, en estas primeras horas de Cuaresma, y escuchamos, a nuestro lado, al Señor:

El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

El Hijo del hombre tiene que cruzar una puerta. Y nosotros con Él. Porque el camino cuaresmal lleva a la Semana Santa, y allí veremos abierta la puerta de la Cruz. La cruzaremos para pasar a la Pascua y, de la Pascua, al cielo. Se trata de una puerta de salida, ya que a través de ella saldremos de la esclavitud de Egipto, de las cadenas que nos atan a este mundo, hacia la Tierra prometida.

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Quien toma su cruz ya nada espera de esta vida, y lo espera todo de la vida eterna. Aquí lo ha dado todo por perdido, menos a Cristo. Teniendo a Cristo, lo tiene todo.

Porque, al final, la Cuaresma consiste en experimentar que «quien a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta». Ayuno, oración y limosna se resumen en «sólo Dios».

(TC0J)

Hoy es el día…

Hoy es el día en que nos damos cuenta de que no es el resto del mundo quien lo hace todo mal, sino nosotros.

Hoy es el día en que reconocemos que nuestra conversión es urgente, porque el camino que llevamos no nos conduce a Dios, sino que nos aleja de Él.

Hoy es el día en que asumimos, de una vez para siempre, que por nosotros mismos, con nuestras solas fuerzas, no podemos convertirnos.

Hoy es el día en que nos postramos ante Dios, reconocemos y lloramos nuestras culpas, y suplicamos la ayuda del cielo.

Hoy es el día en que, por el ayuno, sabremos que sólo Dios basta, y todo lo que no es Dios nos sobra, aunque hasta hoy nos pareciera imprescindible.

Hoy es el día en que se nos anuncian la misericordia y la compasión de Dios hacia nosotros.

Hoy es el día en que Cristo es hecho pecado por nosotros, para que nosotros seamos justicia de Dios en Él.

Hoy comienza el tiempo del silencio, la misericordia, el amor y la salvación.

¿Quién dijo que la Cuaresma es triste? Es dolorosa, pero no es triste. Es el tiempo del Amor de Dios por los pecadores.

(TC0X)

La baguette de la discordia

Trece en la barca y un panecillo. Para colmo, se dan cuenta cuando están en mitad del Lago. ¿A quién le tocaba ir hoy al Mercadona? A Felipe. A mí no, le tocaba a Andrés. Anda, es verdad, me tocaba a mí, se me olvidó. Pues, por tu culpa, hoy nos vamos a repartir las migas de esto, mira lo que tenemos. Jesús calla y ríe por dentro. Menuda tropa.

Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes.

Y ellos creen que les está prohibiendo comprar el pan en el Ahorramás de Betsaida, propiedad de un fariseo. Y siguen discutiendo entre ellos sobre el hecho de que no tenían panes.

Ya lo veis: Mientras a Jesús le preocupa que los corazones de los suyos no se contaminen con la hipocresía farisaica, ellos siguen agobiados por la baguette. Y Jesús se enfada.

¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? ¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿No recordáis cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil?

Deja de agobiarte por las cosas de este mundo. Preocúpate sólo de ser santo, y Dios se ocupará de ti. A Él no se le olvida que necesitas pan.

(TOP06M)

Ni aunque baile el sol

El 13 de octubre de 1917, ante las más de treinta mil personas congregadas en la Cova de Iría, en Fátima, el sol se detuvo, descendió y ascendió, se acercó y se alejó en un baile estremecedor durante varios minutos. No sólo lo vieron quienes estaban allí; el prodigio fue contemplado en Nazaré, a más de 40 kilómetros, por personas que, desde luego, no esperaban contemplar ese día ningún milagro. Sobre este hecho hay tal cantidad de testimonios que nadie en su sano juicio puede dudar de que sucedió.

Ante este fenómeno, conocido ya en todo el mundo, ¿se han convertido los ateos, rendidos ante la evidencia? Respuesta: No. Ni se convirtieron entonces, ni se convertirán ahora ante datos tan fehacientes. ¿Por qué? Sencillamente, porque no les da la gana. Aceptar que Dios existe y que Cristo es Dios no es como aceptar que Napoleón fue derrotado en Waterloo. Exige cambiar de vida, y muchos no quieren cambiar de vida.

Para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro. Quien no acepta y acoge en su corazón ese suspiro, el soplo del Espíritu, no se convertirá aunque vea caer a las estrellas del cielo.

(TOP06L)

¡Queda limpio!

Piensa en una persona cercana que te caiga particularmente mal. No me digas que no la encuentras, que no me lo creo. Te creo más si me dices que tendrías que elegir entre unos cuantos. Ok, piensa en el peor de todos, en ése a quien no puedes ver ni en pintura. Quizá te ha hecho daño; quizá, simplemente, te resulta desagradable; o, quizá, las dos cosas a la vez.

Se le acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Fíjate en él: la gente se apartaba a su paso para que no los contaminase, no querían ni respirar el mismo aire que aquel pobre hombre. Su aspecto físico era repugnante, nadie quería mirarlo. Jesús, sin embargo, lo miró con compasión, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio».

Vuelve ahora a pensar en esa persona a quien no soportas. Pídele prestados a Jesús sus ojos, y mírala con ellos… Verás, en primer lugar, que es una persona que sufre. ¿No te das cuenta de que lleva el sufrimiento en la cara? ¡Como tú! Mira su sufrimiento y compadécete. Acércate sin miedo a ella, no temas tocarla… y quien habrá quedado limpio ¡serás tú!

(TOB06)

Dios cuenta contigo

La sagrada Biblia nos revela que todo cuanto existe fue creado de la nada por Dios. Pero, una vez creado el hombre, Dios ya nada crea sin él. Para llevar la creación hacia su fin, Dios cuenta con el trabajo humano.

Tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.

¿Acaso no podía el Verbo por quien todo fue creado crear miles de panes de la nada? Podía, pero no quería. Dios, para socorrer al hombre, cuenta siempre con el propio hombre. Si los apóstoles no le hubiesen dado al Señor aquellos siete panes, cuatro mil personas hubieran desfallecido de hambre.

¡Cuántas maravillas de Dios se quedan sin hacer por falta de cooperación humana! Cuando una persona le dice «no» a Dios, debería ser consciente de que no es ella la única que se priva de la gracia. Con su «no» está privando a otros de las maravillas que Dios podría obrar a través de ella.

Sin embargo, un pequeño «sí» a la hora, por ejemplo, de hacer la oración de la mañana, puede abrir la puerta a grandes milagros obrados por Dios gracias a esa oración.

(TOP05S)

Para el taponamiento… entendimiento

Los oídos taponados son una molestia muy común. Y muy incómoda. Porque vas tan feliz conduciendo mientras escuchas música y, al subir un puerto, te sientes como si te hubieran puesto una escafandra. La música suena lejísimos. Hasta que recurres al truco del almendruco con el que te destaponas los oídos. Hay quien bosteza, quien se suena la nariz, quien hace ruidos raros y divertidos con la boca… ¡Ya está! Destaponado. Recuperas el contacto con el mundo real, y la música vuelve a sonar con todos sus matices.

Lo peor es tener los oídos taponados cuando el Señor habla. – No escucho a Dios. – Abre el Evangelio, lee, ahí tienes su palabra. – ¡No me dice nada! – Menudo tapón tienes tú en los oídos. Anda, haz como aquel sordo, quédate a solas con Cristo y pídele su Espíritu Santo.

«Effetá» (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos.

Para ese taponamiento de nada sirve bostezar, ni sonarse, ni hacer ruiditos. Necesitas el don de entendimiento, con el que el Espíritu dice: Effetá. Y, de repente, como si te hubieran retirado la escafandra, comienza el Evangelio a hablarte y se llena de luz el alma con cada palabra. ¡Qué alivio!

(TOP05V)

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