La Resurrección del Señor

Navidad – Espiritualidad digital

El final de la vida oculta

De un día para otro, nos han pasado treinta años. Hoy ya no ofrezco al Niño Dios para recibir los besos de los feligreses después de misa, porque Jesús ya tiene barba y pica.

Han sido treinta años de silencio. De Belén a Egipto, y de Egipto a Nazaret. Y allí, en su pueblo, ha llevado la vida de cualquier nazareno: estudio, trabajo, amigos y familia. Como todos. No nos constan milagros ni predicaciones públicas. Tan sólo un incidente: el de un niño que se pierde y aparece a los tres días.

Y hoy, tras ser bautizado en el Jordán, Jesús es presentado en sociedad por las dos personas que más intimidad tienen con Él. ¡Qué imagen tan familiar de la Trinidad Santísima! El Padre y el Espíritu se muestran orgullosos del Hijo:

Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.

Acaba de empezar la vida pública de Cristo. Y, con ella, su inmenso trabajo, que consumará en la Cruz. A Jesús le cansaban las multitudes. Le descansaba, sin embargo, la intimidad con su Padre y con sus amigos, la oración a solas y las tardes en Betania.

Mucho vas a cansarte, Jesús. ¿Podrá servirte mi corazón como descanso?

(BAUTSRA)

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Las primeras palabras del Niño

¡Qué rapidez! Han pasado trece días desde que naciera, y ya nos habla el Niño. Pero, en lugar de decir, como los demás niños, «papá», «mamá» o «agua», este niño dice «convertíos». ¡Ahí es nada!

Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

¡Cómo no escucharle, si Él mismo es el Verbo de Dios! «Convertirse» es girarse para mirar. El pequeño está reclamando atención. Y su afán de protagonismo está más que justificado, porque Él es el gran protagonista, el centro del Cosmos y de la Historia. Hazle caso. Date la vuelta y míralo. Da la espalda a todos esos afanes y preocupaciones que secuestran tu atención y no tengas ojos más que para Él. Contempla y goza. Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón (Sal 37, 4).

Está cerca el reino de los cielos significa: «Soy el Enmanuel, el Dios-contigo. Soy el refugio a tu lado, soy la compañía que calma tu soledad, soy tu paño de lágrimas, soy tu amigo venido del cielo. El pesebre donde descanso es la tienda de Dios abierta para ti. Mírame y descansa en Mí».

Para ser las primeras palabras, son todo un sermón. Disfrútalo.

(0701)

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¿Dónde están los reyes magos?

navidad¿Sabéis que hoy es uno de los días del año en que menos gente viene a misa? Tal como os lo cuento. Los niños están abriendo sus regalos, los padres encantados viendo disfrutar a los peques, los abuelos llegan por la mañana con más regalos, hay que salir a comer a casa de los tíos para abrir los regalos que nos han dejado allí, y el día se pasa se pasa sin tiempo para ir a la iglesia. Por lo mismo, la fiesta del Bautismo del Señor es uno de los días en que más gente se confiesa: «Ay, padre, que no fui a misa el día de Reyes».

Total, que todo al revés. En un día como éste, millones de reyes magos, saliendo de sus casas, deberían llenar las calles camino de Belén, es decir, del templo, para presentar allí su homenaje de adoración al Dios recién nacido.

Si por tu casa han pasado esta noche los verdaderos Reyes Magos, necesariamente habrán dejado un regalo al Niño Dios. Cógelo, súbete al camello, y ven con él a la Iglesia. Después, cuando el sacerdote consagre, cae de rodillas y adóralo, porque, para el Niño Jesús, el mejor regalo eres tú.

(0601)

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¡Ven!

Tuve que coger ayer el coche para desplazarme a un tanatorio, donde quería despedir a un buen amigo que se ha marchado al cielo precipitadamente, como con prisas. Y no era ayer, precisamente, buen día para las prisas. De repente, me vi encerrado en un embotellamiento terrible que saturaba una autovía de tres carriles. ¿La causa? La entrada a un centro comercial. Todos aquellos coches estaban llenos de reyes magos incapaces de esquivar mágicamente los atascos. Pero así estamos estos días. Enloqueceremos antes de que lleguen los Reyes.

Jesús encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Ven y verás». Y mañana, una estrella encontrará a tres hombres en Oriente y, con su luz, les dirá: «Venid». Felipe, Natanael y los Magos serán llamados al mismo lugar: Cristo. Él es el centro del Cosmos.

Y a todos esos reyes magos que han errado el rumbo y van desorientados de tienda en tienda, y a ti, que andas perdido en mil afanes y ocupaciones, y a mí, una voz, desde un pesebre, nos dice: «Ven. Deja todo eso, acércate aquí y contempla. ¿Adónde ibas sin Mí?».

Súbete al camello de Melchor. Nos vemos en Belén.

(0501)

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¿Quién eres tú para Él?

Con Jesús, las presentaciones suelen ser al revés. Lo normal sería, en ese momento en que el Señor y Simón se encuentran por vez primera, que el pescador hubiera dicho: «Hola, soy Simón. Mis amigos me llaman Pedro». Pero, claro, siendo Cristo el Hijo de Dios, ¿qué necesidad tiene de que le digas quién eres? Él lo sabe mucho mejor que tú. Y, por eso, es él quien te desvela el secreto de tu persona: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro). Con Natanael sucedió lo mismo; fue el Señor quien, al presentarse ante él, dijo: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño (Jn 1, 47).

Si prestas atención, verás que Jesús actúa igual contigo y conmigo. Te acercas a Él, deseando conocerlo, y Él te dice quién eres. Por eso Juan es «el discípulo amado». Y es que la verdad sobre ti mismo la tiene Cristo: eres lo que eres para Él. No quieras presentarte; pregúntale, más bien: «¿Quién soy yo para ti, Jesús?».

Algunos me miran extrañados cuando les pregunto: «¿Sabes cómo te llama Jesús?». A Simón lo llamó «Pedro». ¿Cómo te llama a ti?

(0401)

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¡Éste es!

Tras la aparición de Cristo, el discurso del Bautista experimenta un cambio radical. Antes de que Jesús se acercara al Jordán, las palabras del precursor eran una invitación constante a la conversión. Pero, desde el momento en que el Señor se presentó ante Juan, los labios del Bautista se consagraron a un único pregón: «¡Éste es! ¡Miradlo a Él!».

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo».

La transformación no afecta sólo al discurso. El propio Juan ha cambiado radicalmente desde su encuentro con Cristo. Ha visto el abismo que se abría en los ojos de ese hombre, y se ha lanzado de cabeza al conocimiento inagotable de su misterio. Viene tras él, porque nació seis meses después. Pero está por delante de mí, porque existía antes que yo. Y antes que Abrahán. Porque Él existe desde el principio. Juan ha atisbado la divinidad de Cristo. Y ya sólo quiere hablar de Él.

He aquí la verdadera santidad: Cuando se ha conocido a Cristo, desaparece cualquier otro afán. Él lo es todo.

(0301)

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Un pozo sin fondo

Hoy, mientras contemplamos al Niño Dios, todas las criaturas, como haciendo un coro, y rendidas ante el Misterio, se unen a la voz de Juan y proclaman:

Yo no soy el Mesías… No lo soy… No… En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Escucha esas voces, y no lo olvides nunca: No nos salvará criatura alguna. Deja de buscar salvación en el afecto de los hombres, o en el dinero, o en el trabajo, porque nada de eso puede llenar tu corazón.

Hay uno que no conocéis. Míralo bien. A las criaturas ya las conoces: las has sondeado hasta agotarlas, y al final has alcanzado el aburrimiento, porque nada hay nuevo bajo el sol. Pero a Él, después de tantos años mirándolo, después de tantas horas de oración, después de haber leído cientos de veces los evangelios… aún no lo conoces. Es insondable, su corazón es un pozo de dulzura sin fondo y sus palabras manantiales inagotables de vida eterna. Cristo puede enfadar o provocar, pero jamás aburre. Puede, sobre todo, enamorar. En Él está la salvación del hombre.

(0201)

“Evangelio

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