Podríamos pensar que lo propio de Dios es decir al hombre: «Obedéceme». Pero si Dios dice: Venid a mí, es como si quisiera darte un abrazo, es sorprendente. Desea acortar distancias y unirse al hombre. A la oración vamos a amar y ser amados.
Quien dice «me da pereza rezar» no conoce a Cristo. No sé si engañado por la serpiente que quiso presentar ante Eva a un dios malo, o engañado por su propia ignorancia, cree en un dios que cansa. Nadie dice «me da pereza echarme la siesta».
Lo que cansa es lo que da pereza. Pero un dios que cansa no es el Dios verdadero. Dios descansa. Ya estaba escrito que la Ley del Señor es descanso del alma (Sal 18, 8). Y hoy dice Jesús:
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré… Encontraréis descanso para vuestras almas.
Vivir puede llegar a dar pereza, rezar no da pereza. Rezar descansa. Aunque, para que así sea, necesitas el silencio. Si estás mirando mensajes en el móvil mientras rezas, o estás dando vueltas a tus preocupaciones, no descansarás. Mientras rezas, debes mirar sólo a Dios, y reposar en Él todas tus inquietudes.
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