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Tiempo Ordinario (ciclo par) – Espiritualidad digital

Una noche en una mala posada

Dice santa Teresa de Jesús que la vida no es sino «una noche en una mala posada». Para no exagerar, digamos que tiene tanta razón como una santa, puesto que más razón que un santo sólo tiene Dios. Mientras todavía dormimos, la voz de los santos nos recuerda que soñamos. Pero un día, al fin, despertaremos, y tendremos todas las tribulaciones de esta vida por un mal sueño con amanecer feliz.

No obstante… ¿por qué esperar? ¿No podemos despertar hoy? Esta tarde comienza el Adviento, y debería encontrarnos en vela, como centinelas de la aurora, no como niños sumergidos en una pesadilla.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo. Es una invitación a apartar la mirada de los fantasmas nocturnos y a posar los ojos en la luz. La luz es Cristo. Fuera de Él, todo es mentira, apariencia y muerte; una conjura de las sombras liberadas por el pecado.

Cuida la presencia de Dios en este día. Es la mejor forma de acabar el año litúrgico y recibir el anuncio del Adviento. Comienza la jornada con un tiempo de oración, clava tus ojos en el Señor, y no los cierres. La posada seguirá siendo mala, pero mejor habitarla con luz.

(TOP34S)

La gripe y el reino de Dios

Me hace gracia la sorpresa de muchos cristianos ante una simple gripe. «Fíjese, padre: todo el día en cama, sin nada que hacer, y no he sido capaz de rezar. Sólo me apetecía dormir. Apenas me he acordado de Dios, mi único pensamiento ha sido que quería curarme».

¿Y qué esperabas? ¿Que una gripe fuera igual que unos ejercicios espirituales en un convento de benedictinos? La enfermedad es un zarpazo de la muerte, y la muerte no es de Dios. Cuando el cuerpo está enfermo, el alma se sume en tinieblas, y le parece que Dios está, no lejos, sino lejísimos. Apúntatelo para la próxima gripe.

Aunque todo es mera apariencia. Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Cuando lo que parece cercano –la salud, las criaturas…– te falle, sabrás que está cerca lo que te parece lejano: Dios. Y sabrás que siempre estuvo cerca, porque tu enfermedad era un abrazo del Crucifijo, mientras la salud y las criaturas siempre se estuvieron marchando. Una cosa es lo que vemos –que todo lo creado nos falla– y otra lo que sabemos: que Dios está cerca. Nosotros vivimos de lo que sabemos. Las apariencias engañan.

(TOP34V)

Testigos de la luz en un mosaico de tinieblas

hijo del hombreDurante estos últimos tres días, Jesús ha descrito un panorama desolador: guerras, destrucción, enfermedades, persecuciones, signos de muerte en la tierra y en el cielo… Y hoy, tras completar ese mosaico de tinieblas, señala, al fin, un haz de luz refulgente:

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

La imagen de la nube podría indicarnos que ese «levantar la cabeza» supone clavar los ojos en el firmamento. Desde luego, cuando Jesús vuelva en su gloria, aparecerá entre las nubes. Pero la invitación a alzar la cabeza no ha quedado suspendida hasta el fin de la Historia.

Cuanto Cristo ha descrito está sucediendo ya. ¿Acaso no hay guerras, epidemias, persecuciones…? Y, ante ese panorama de muerte que nos rodea, tenemos dos opciones: O vivimos con los ojos en este mundo, quejándonos de lo mal que está todo, o vivimos con la mirada en alto, contemplando lo bueno que es Dios. En el primer caso, seremos invadidos por la tristeza. En el segundo, seremos testigos de paz y de alegría ante los hombres, y así estaremos adelantando la venida del Señor.

(TOP34J)

Perseverancia

La salvación consiste en atravesar una puerta. Y esa puerta es Cristo crucificado. Quien no cruza a través de Él para llegar a Él no puede salvarse. El Crucifijo, centro del Cosmos, es el lugar donde las tinieblas se abren a la luz.

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Esa perseverancia de la que habla el Señor consiste en no echarse atrás en el momento de la prueba, cuando las tinieblas lo envuelven todo y la puerta está más cerca cada vez.

Perseverar es seguir rezando en los momentos de sequedad, cuando no sientes nada más que ausencia y parece que no hay nadie al otro lado.

Perseverar es seguir cumpliendo la voluntad de Dios cuando lo que Dios quiere es algo que no apetece.

Perseverar es mantenerte al lado de quien te humilla, y no dejar de amarlo a pesar de los ultrajes.

Perseverar es levantarte de la cama una mañana más para rezar, cuando el cuerpo te suplica por una hora más de sueño.

No estás solo en esos esfuerzos; si estuvieras solo, no podrías con ellos. Pero perseverar es, en definitiva, abrazarte a Cristo crucificado y ser abrazado por Él. Así las tinieblas se llenan de Amor.

(TOP34X)

No pasa nada

No es lo mismo contemplar desde un balcón la voladura de un edificio que estar allí mientras se te cae encima la casa.

El fin del mundo es fin del mundo para quienes son del mundo. Igual que la muerte es muerte para quien pertenece a la muerte. Pero nosotros no somos del mundo, estamos de paso. Y tampoco le pertenecemos a la muerte, sino a la vida.

Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.

Por eso Cristo habla con esa serenidad sobre el fin del mundo, y también por eso muere con esa majestad. Porque, aunque camina por la tierra y atraviesa la muerte, donde está sentado es en el Cielo.

Un alma que vive en gracia y de la gracia está sentada en el Cielo junto a Cristo, como un niño en brazos de su madre.

Aunque la Basílica de San Pedro se desplome sobre la plaza, aunque el Monasterio de El Escorial se venga abajo, aunque las estrellas caigan del Cielo… Mientras Dios no deje de amarnos, todo eso es sólo dolor. No pasa nada.

(TOP34M)

Cuando, al fin, nazcamos

A las puertas de la solemnidad de Cristo Rey, pregustemos ese día en que su reinado brillará de un extremo al otro del cielo, cuando venga revestido de majestad sobre las nubes.

Y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. La expresión hijos de la resurrección es sublime. Porque el resurgir glorioso de los muertos el día de la venida del Hijo del hombre se nos presenta como un gran alumbramiento. La tierra, entonces, morirá al dar a luz para la gloria a sus hijos. Y será reemplazada por cielos y tierra nuevos.

Los recién nacidos serán hijos de Dios, y sus cuerpos, glorificados a semejanza del de Cristo, verán cumplidas las palabras del discípulo amado:  Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es (1Jn 3, 2).

Entonces nos daremos cuenta de que esta vida no ha sido sino una larga gestación entre tinieblas. Todo habrá valido la pena cuando, asidos al talón del Resucitado como se asió Jacob al talón de Esaú, amanezcamos, por fin, a la luz. Y la luz es Cristo.

(TOP33S)

La cueva de bandidos y la casa de oración

Una casa tiene puertas; una cueva no es más que un boquete en la roca. En casa hay una chimenea que caldea el aire en invierno; en una cueva te mueres de frío. La casa se barre y está limpia; la cueva está sucia y llena de tierra. En casa vive la familia, y se convierte en hogar; en la cueva se refugian los ladrones y fugitivos.

¿A qué se parece más tu alma, a una casa o a una cueva?

Escrito está: «Mi casa será casa de oración»; pero vosotros la habéis hecho una «cueva de bandidos». El alma en pecado es una cueva de bandidos. Allí se esconde la maldad mientras el hipócrita procura mostrar buena cara.

Tú vive siempre en gracia de Dios. Y, para ello, confiesa tus pecados con frecuencia. Así Cristo morará en tu alma, y será casa de oración. El Espíritu será el fuego que la convierta en hogar cálido, donde te protegerás del frío de este mundo. Vive de tal modo que, en cualquier momento, mientras compras, mientras trabajas o mientras conduces, puedas recogerte y refugiarte allí. Encontrarás, en ese templo, silencio y paz cuando por fuera el aire se llena de ruido.

(TOP33V)

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