La Resurrección del Señor

Fiestas del Señor – Espiritualidad digital

Lo que sólo la fe permite ver

Lo que los hombres vieron aquel día:

La Ley de Moisés preceptuaba que el sacerdote entregase a Dios al primogénito, mientras ofrecía en su lugar, como rescate, la sangre de un par de tórtolas o dos pichones. Se trataba de un aplazamiento, simplemente. El primogénito le pertenecía a Dios y, tarde o temprano, su propia muerte sería la consumación del sacrificio. Así, según costumbre, ofreció el sacerdote de la antigua alianza al Hijo de María.

Lo que los hombres no vieron aquel día:

Simeón y Ana, como hoy nosotros al inicio de la Misa, recibieron en el templo a Jesús con las candelas encendidas de dos corazones iluminados por la fe. Y entró en el templo, por vez primera, el propio Dios a quien estaba consagrado. La gloria de Yahweh llenó el santuario, como en otro tiempo llenaba la nube la tienda de Moisés. El verdadero sacerdote, durante esta ceremonia, no fue el levita que tomó en sus manos al Niño, sino el propio Niño. Y la sangre de aquellos animales fue prenda de otra sangre, la que ese Niño ofrecería por cada uno de nosotros. No fue el Hijo de María el rescatado. Los rescatados fuimos tú y yo.

(0202)

¡Jesús!

De Juan dijo Jesús que era el mayor de los nacidos de mujer. La Ley y los profetas llegan hasta Juan (Lc 16, 16). Y es que Juan es el último de los profetas de la antigua alianza, el que señaló con su dedo al Mesías. Bendito dedo de Juan. Y benditos, también, sus labios, que anunciaron la llegada del Salvador. Pero –no sé si os habéis dado cuenta– esos labios, aun cuando era el primo del Salvador, nunca pronuncian en la Escritura el nombre de Jesús. Le llamó el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, el que bautiza con Espíritu Santo, el Hijo de Dios… Pero nunca le llamó Jesús.

Ese nombre, esa familiaridad, estaba reservada al más pequeño en el reino de los cielos, al ladrón crucificado con Él, que era ya primicia de la nueva alianza… y a nosotros, nacidos del agua y del Espíritu y ungidos por el Santo.

¡Qué fácil es rezar, para los hijos de Dios! No te compliques, no busques largos discursos. Simplemente, allá donde estés, di: «Jesús». Repítelo una y otra vez, saborea en tus labios ese nombre hasta que se derrita el corazón. «Jesús», «Jesús», «Jesús»… Estás rezando.

(0301)

“Evangelio

Sólo Cristo reina

Estoy cansado de escuchar la frase «No soporto a los políticos». Con todas sus variantes. Dais demasiada importancia a los gobernantes, tanta como ellos se dan a sí mismos. Os están engañando, y os dejáis.

Pensad en cualquiera de ellos, en el que más rabia os dé. Cuando esté en la cima de su poder, cuando crea y os haga creer que el mundo es suyo, un solo movimiento del verdadero Rey llevándose la mano a los labios lo hará callar, y ese pobre hombre tendrá que presentarte desnudo ante Él y reconocer que no era nadie.

¿Dónde está Herodes, dónde Julio César, dónde Napoleón, dónde Alejandro «Magno»? Son polvo y cenizas, nada más. Sin embargo, mi santo patrón, san Fernando, que amaba a la Virgen, se disciplinaba en público y murió sobre cenizas, reina con Cristo en el cielo.

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. ¿Tendréis que esperar a ese momento para saber que Cristo es el único rey? Estad tranquilos. Sólo Cristo reina. Nada sucede sin que Él lo ordene para el bien.

(XTOREYA)

Mirada de fe

Hay quien cree que el hombre se salva con las manos, es decir, haciendo cosas. Otros creen que el hombre se salva con los pies, es decir, moviéndose mucho, sin cesar. Pero lo cierto es que el hombre se salva como se enamora, es decir, con los ojos, mirando a ese ser que nos cautiva y nos trae la noticia de que somos amados. La mirada al Crucifijo ha creado muchos santos, si no todos.

Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Esa mirada a la Cruz debe ser una mirada de fe. El mundo desprecia la Cruz y huye de ella porque, cuando la mira, sólo ve sufrimiento y humillación. Sin embargo, la mirada de fe al Crucificado nos muestra el Amor rendido de Dios por los hombres, la entrega amorosa del Hijo al Padre, la belleza de una vida derramada en sacrificio por la redención del género humano.

Por eso el santo mira a la Cruz y se enamora. Encuentra en ella una hermosura inefable y sublime. Entonces los ojos ya no quieren apartarse de allí. Quien mira así no será juzgado, ya está salvado.

(1409)

El mundo al revés

Como tantas veces sucede en la vida espiritual, la historia de la prisión y muerte del Bautista es la historia del mundo al revés. No es que nada sea lo que parece, es que todo es lo contrario de lo que parece.

Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. Para los hombres, el Bautista ha perdido su libertad, ha sido encadenado y encarcelado. Mientras tanto, Herodes es el rey, el hombre libre que hace lo que le viene en gana y tiene poder y dinero para vivir a su antojo. Unas rejas separan ambos mundos.

Pero, como digo, nada es lo que parece. Las rejas están ahí, no se mueven. Lo interesante es saber de qué lado de la reja está la prisión. Porque el verdaderamente libre es Juan, quien sólo depende de Dios y sólo a Dios quiere agradar. Podría haber eludido la prisión callando, pero libremente quiso hablar y padecer. Herodes, sin embargo, es esclavo de la lujuria, del alcohol, de su prestigio y de su propio poder.

No os dejéis engañar. No es libre quien tiene mucho. Es libre quien es dueño de su vida y la entrega por amor.

(2908)

Un momento de cielo

La gente llama cielo a cualquier cosa. Piensan en el Paraíso como una especie de parque temático donde, además de no morirte y no sufrir, te reencuentras con tus abuelitos y te vuelve a crecer el pelo. Si les dijeran que Dios no anda por ahí porque ha bajado a hacer unas compras, les daría igual.

Lo peor de todo es que, si a toda esa gente que imagina un paraíso «made in Disney» les dijéramos lo que realmente es el cielo, probablemente no quisieran ir, porque el cielo es Cristo, y a Cristo no lo conocen. Cada vez estoy más convencido de que quienes se condenen entrarán en el Infierno por su propio pie, huyendo del cielo. «¿Qué quieren, verme en misa toda la eternidad? ¡Ni de broma!». Eso hace urgente que anunciemos la hermosura del Señor.

Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Pedro, Santiago y Juan gozaron de un momento de cielo. Cristo, sólo Cristo, y nada más que Cristo y su gloria. Moisés y Elías estaban de invitados.

No sabrás cómo es el cielo hasta que llegues. Pero sabrás lo que es si disfrutas de la misa y la oración. Es eso mismo, pero sin velos.

(0608)

Amo Te

En la copa del cáliz con que celebraba la Misa estaba grabada la inscripción latina «Amo te». No es necesario traducirla. Y cada vez que consagraba el vino, al elevar el cáliz, fijaba el sacerdote sus ojos en esa inscripción, como queriendo taladrar el metal con la mirada y clavar las palabras en el corazón de Aquél que había llegado a la copa. Así lo estuvo haciendo muchos años hasta que un día, hace no mucho tiempo, todo cambió. En una misa, cuando quiso empujar aquellas letras hacia el Huésped de la copa, se convirtieron sus ojos en oídos, y descubrió que era Él quien le lanzaba el requiebro. Desde lo hondo del cáliz, Cristo, a través de esas palabras grabadas en el metal, declaraba su Amor al sacerdote. Era su saludo para él.

¡Cuántas veces le hemos dicho al Señor: «Te quiero»! No estaría mal que, en esta solemnidad del sagrado Corazón, escuchásemos su voz en lo profundo del alma y exclamásemos: «¡Cuánto me quieres!». El que ha dicho: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados tiene siempre sus brazos abiertos para nosotros. Y quiere que lo amemos, pero, sobre todo, quiere que acojamos su Amor.

(SCJA)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad