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Fiestas del Señor – Espiritualidad digital

Donde Belén y el Calvario se encuentran

En el templo de Jerusalén se dan cita hoy los dos tiempos litúrgicos que marcan a fuego el calendario cristiano: la Navidad y la Semana Santa. Jesús es aún niño, y es presentado ante Dios según estaba escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. La sangre de un par de tórtolas o dos pichones, derramada por el sacerdote, era anuncio y adelanto de la sangre que, treinta y tres años más tarde, al salir del costado de Cristo redimiría el mundo desde el Gólgota.

Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos… Será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–. En las palabras de Simeón se dan cita, de nuevo, la alegría de la Navidad y el sobrecogimiento de la Semana Santa. Me gusta, en este día, que durante el ofertorio suene, en el órgano, un fragmento de la Pasión según san Mateo, de Bach.

Y nosotros, hoy, a la vez que nos alegramos con Simeón del nacimiento del Salvador, compartimos con la Virgen santísima el dolor causado por esa espada, que jamás la hubiese herido si no hubiéramos pecado.

(0202)

El final de la vida oculta

De un día para otro, nos han pasado treinta años. Hoy ya no ofrezco al Niño Dios para recibir los besos de los feligreses después de misa, porque Jesús ya tiene barba y pica.

Han sido treinta años de silencio. De Belén a Egipto, y de Egipto a Nazaret. Y allí, en su pueblo, ha llevado la vida de cualquier nazareno: estudio, trabajo, amigos y familia. Como todos. No nos constan milagros ni predicaciones públicas. Tan sólo un incidente: el de un niño que se pierde y aparece a los tres días.

Y hoy, tras ser bautizado en el Jordán, Jesús es presentado en sociedad por las dos personas que más intimidad tienen con Él. ¡Qué imagen tan familiar de la Trinidad Santísima! El Padre y el Espíritu se muestran orgullosos del Hijo:

Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.

Acaba de empezar la vida pública de Cristo. Y, con ella, su inmenso trabajo, que consumará en la Cruz. A Jesús le cansaban las multitudes. Le descansaba, sin embargo, la intimidad con su Padre y con sus amigos, la oración a solas y las tardes en Betania.

Mucho vas a cansarte, Jesús. ¿Podrá servirte mi corazón como descanso?

(BAUTSRA)

“Evangelio

El Rey y su trono

Podrían reírse de nosotros. Y se han reído, aunque cuantos se rieron han muerto, y quienes hoy se ríen morirán mañana. Proclamamos que Cristo es Rey y, cuando entran en nuestros templos, ¿qué se encuentran?

– Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. – En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.

Esto es lo que se encuentran: a un condenado a muerte, agonizante y cubierto de infamias, prometiéndole su reino a otro condenado que agoniza como él. Entonces se ríen. «¿Éste es vuestro rey?» Que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios.

Pero, después de veinte siglos, los reinos de este mundo han pasado y Cristo sigue vivo. La tierra ha girado miles de veces sobre su eje, y la Cruz sigue en pie. Ella es el eje del Cosmos.

¿Por qué, entonces, su reino no ha calado en los corazones de los hombres? ¿Por qué se lo ha expulsado de la vida pública? Te lo diré: En buena medida, porque los cristianos nos hemos refugiado en los templos, y no acabamos de llevar el reinado de Cristo a la entraña de la sociedad. Nos da miedo su trono, que es la Cruz.

(XTOREYC)

La Cruz de Cristo es la paz del hombre

muerteLa fiesta que hoy celebramos se llamó, originalmente, la «invención» de la Cruz. Pero el cambio ha sido a mejor, y celebramos la «exaltación» de la santa Cruz. Porque Cristo, en el evangelio de Juan, habla varias veces de su crucifixión como un ser «levantado» o «elevado». Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. ¡Qué gran desquite! ¿Quién podrá contra la majestad de Cristo? Quisieron los hombres humillarlo y arrastrarlo por tierra y, en lugar de eso, lo elevaron sobre toda criatura. Leed a san Pablo, y veréis al Crucifijo en el centro del Cosmos, atrayendo hacia Sí con enorme poder a los planetas, los astros, los coros de los ángeles y, sobre todo, los corazones de los hombres.

Dice el Apóstol, señalando al Crucifijo: Él es nuestra paz (Ef 2, 14). Y, con todo, muchos, incluso entre quienes se dicen «cristianos», andan como enemigos de la cruz de Cristo (Flp 3, 18). Rezan y miran al Cielo, pero cuando, en su camino, aparece la Cruz, huyen. A ellos les digo: reconciliaos con la Cruz, con vuestra cruz, y hallaréis la paz.

(1409)

Una tienda en el Tabor

¡Qué bien comprendemos la petición de Pedro! Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas. ¿Quién, al ver transfigurado al más hermoso de los hijos de Adán, no querría habitar allí, para jamás dejar de contemplar esa gloria? Allí no hay lugar para la duda, la incertidumbre, el miedo, o la tristeza. Sólo caben el gozo, la paz y el Amor. ¿Cómo no desear permanecer?

Pero nuestra pobre carne aún tiene que ser purificada para poder habitar en esa luz. Es preciso que contemple, primero, la oscuridad del Gólgota; es preciso que padezca la frialdad de la muerte, abrazada al Crucifijo, para que después, pagados ya sus sábados, pueda ser introducida en el domingo sin ocaso. Tenemos otro monte que subir.

Con todo, la petición de Pedro puede y debe verse cumplida en nosotros, aunque de otra manera. Mientras nuestra pobre carne cruza las tinieblas, en lo profundo de nuestras almas en gracia se encuentra la tienda de Dios, de la que está escrito: Él me protegerá en su tienda el día del peligro (Sal 27, 5). Si el alma no habita en esa contemplación perpetua del Tabor, difícilmente resistirá la carne los rigores del Gólgota. Rezad mucho.

(0608)

Tu Amigo

amigoNunca digas que Dios te lo pone difícil. Nunca digas que Dios te envía una cruz. Nunca digas que «Dios aprieta», aunque no ahogue. Nunca pienses que tú no te salvarás.

A causa de nuestros pecados, la vida se ha vuelto difícil. A causa de nuestros pecados, la vida se ha llenado de cruces. A causa de nuestros pecados, la muerte puede llegar a apretarnos, e incluso a ahogarnos. A causa de nuestros pecados, no podemos salvarnos sin ayuda del cielo.

¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros. Éste es Dios: El que te ama, el que ha encerrado su infinito Amor en un corazón de carne, como el tuyo. Y ese corazón sacratísimo está empeñado en salvarte a toda costa. A costa, incluso, de su propia vida.

Dios es quien vuelve dulce lo difícil; quien se clava contigo en tu cruz; quien te libera del ahogo de la muerte; quien te salva.

Déjate rescatar; que Dios no es tu enemigo, sino tu único y fiel Amigo.

(SCJC)

¡Despiértalos mientras pasas!

En los últimos cincuenta años, la ciencia y la tecnología han avanzado a velocidad de vértigo. Nuestros abuelos jamás hubieran soñado con hacer lo que ahora hacen niños de seis años ante una tablet.  Pero, a cambio, nuestros abuelos sabían que tenían alma, y nosotros lo hemos olvidado, porque el alma ha sido sustituida por el móvil. Nos han cerrado la puerta de la trascendencia mientras cruzábamos vertiginosamente la de la tecnología.

Seguimos teniendo alma, pero está muerta, porque no la alimentamos. Caminamos con la cabeza baja, fijos los ojos en el whatsapp, y hemos olvidado el cielo.

Es urgente que volvamos a misa. Y que allí, limpias nuestras almas por el sacramento del Perdón, alimentemos el alma con el Pan de vida.

Comieron todos y se saciaron… ¡Míranos ahora, Señor, muertos de hambre y sin saberlo! Los hombres pasan frente a la iglesia mientras chatean, y no reparan en que allí, en el sagrario, se oculta el alimento que da vida eterna al hombre. Hoy, cansado de esperar, saldrás del tabernáculo y recorrerás las calles. Despiértalos mientras pasas, Jesús, que tanto avance no ha servido sino para que los hombres se encaminen más deprisa que nunca hacia la muerte.

(CXTIC)

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