Cristo en su Pasión

Cuaresma – Espiritualidad digital

Ese Viernes en que todo salió al revés

Nota san Juan que Caifás, al ser sumo sacerdote, queriendo maldecir, profetizó cuando dijo: Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera. Pero, acto seguido, el propio apóstol nos regala una profecía llena de luz: Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Eso es lo que sobrecoge hasta el tuétano en la Pasión de Cristo. Que los hombres quisieron arrojar fuera del mundo al Hijo de Dios, que lo trataron como al último de los mortales, que lo despreciaron y lo apartaron hasta el Calvario… y que, al hacerlo, convirtieron a Cristo crucificado en el centro mismo del Cosmos y de la Historia. En ese terrible Viernes, a Satanás le salió todo al revés. Pues, queriendo arrastrar, levantó; queriendo humillar, ensalzó; queriendo ultrajar, glorificó; y queriendo matar, abrió las puertas de la vida eterna. Es estremecedor.

Dos mil años han pasado. Y, desde lo alto de la Cruz, Cristo sigue llamando a esos hijos de Dios dispersos como llama el pastor a las ovejas. Y muchos, en esta Semana Santa, se acercarán a Él y lo abrazarán.

(TC05S)

Dos bandos en orden de combate

Viernes de Dolores. Queramos o no, lo sigue siendo. Las Lolis tienen dos santos, el de hoy y el de septiembre. Mejor para ellas.

Dos días para el domingo de Ramos, cuando escucharemos el relato de la Pasión. Ya están los dos bandos, frente a frente, en orden de combate. Aunque el combate es distinto para cada bando.

Mirado desde fuera, los dos bandos los componen personas religiosas. Luego lo miramos desde dentro.

¿Decís vosotros: “¡Blasfemas!” porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? La religiosidad de quien juzga y condena, y la de quien es juzgado y perdona.

No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia. La religiosidad de quien «lo sabe todo», y la del sabio que no es escuchado por el necio.

Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago… La religiosidad de quien consume religión, y la de quien convierte su vida en sacrificio de obediencia haciendo las obras de su Padre.

Agarraron piedras para apedrear a Jesús. La religiosidad de quien mata a Dios, y la del Dios que se entrega a la muerte por Amor.

Porque, mirado desde dentro, la única religión posible está crucificada.

(TC05V)

Los que mueren en el Señor

Te copio una frase del Apocalipsis: Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor (Ap 14, 13). Aparentemente, la muerte es lo contrario de la buenaventura, es el fin de toda dicha y la pura malaventura. Pero, según estas palabras, hay varias formas de morir.

Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre. La muerte para siempre es la soledad y desamor eternos de los condenados, quienes eligieron vivir de espaldas a Dios y así entraron en la eternidad. Es un estar muriendo sin poder morir. Dolor eterno.

Pero Cristo ha venido a conquistar la muerte. Ha venido a tenderse en ella, a abrir sus brazos y convertirla en Cruz, en puerta del cielo. Sobre todo, ha venido a convertir la muerte en Amor, en entrega generosa de la vida que encuentra su culmen en la luz eterna.

He conocido a cristianos que, instantes antes de morir, fijaron la vista en lo alto. Ahí viene, está ahí. ¿Quién está? La Virgen, viene la Virgen. Otro dijo: Viene el Papa. Murió el mismo día que Juan Pablo II.

No. El cristiano no muere para siempre. Cruza la muerte de la mano de Dios y entra en el cielo.

(TC05J)

Los tres presos y el loco

Si hubieras nacido en una celda, hubieras crecido allí, y no tuvieras otro entretenimiento que una baraja de cartas para jugar con las dos personas que comparten contigo la prisión, esa celda sería, para ti, el cosmos. Y cantar las siete y media tu mayor dicha. Quizá también comer las mejores latas de entre la comida que os dejaron en el armario.

Supón que apareciese misteriosamente en la celda un cuarto ocupante y comenzase a hablaros del mundo exterior: árboles, animales, la luz del día, los mares… Quizá lo tomaríais por loco y le pediríais que os dejara jugar las cartas tranquilos. Tenéis vuestra vida arreglada, ordenada y controlada. Que no os compliquen con sueños. «Ven conmigo», os dice el «loco». Déjanos en paz, queremos jugar. Te mataremos, si es necesario, para seguir nuestra vida. Lo matan.

Pero tú lo sigues, te ha cautivado. Y él abre un boquete en la celda. De repente, la luz del sol te deslumbra. Cuando se acomodan las pupilas, ves un bosque, árboles, animales, caminos…. ¡El horizonte! Eres libre.

Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Eso es lo que quiere decir.

(TC05X)

La Cruz y la zarza

Varias veces, en el evangelio de san Juan, Jesús, refiriéndose a su crucifixión, dirá que tiene que ser «levantado». Hoy lo escuchamos:

Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que «Yo soy».

Todo un cúmulo de contradicciones. Ese «Yo soy» es la referencia a la revelación que Yahweh hizo de su nombre a Moisés desde la zarza. Por tanto, es una declaración de la divinidad de Cristo. Pero, cuando Jesús sea levantado en alto, parecerá de todo menos Dios. Parecerá un maldito, la basura del mundo, el desecho de la Humanidad. Recordemos que el Gólgota era un estercolero al que arrojaban a los peores delincuentes y blasfemos. Jesús mismo, ante Nicodemo, se comparará, levantado en alto, con la serpiente levantada por Moisés en el desierto. Pero la serpiente era el animal maldito, elegido por Satanás para tentar a Eva.

Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro (2Co 5, 21). Es sobrecogedor. Pero debe mirarse con fe. Y entonces sabemos que Jesús heredará la maldición que nosotros habíamos merecido y la convertirá en bendición.

Por eso, cuando mires la Cruz, recuerda que no es zarza ni serpiente. Estás ante la gloria de Dios. Póstrate.

(TC05M)

El Juicio Final, adelantado

Me hacen gracia algunos cristianos que, seguramente movidos por su deseo de ahorrarle trabajo al pobre Señor, están dedicados en cuerpo y alma a la confección adelantada del Juicio Final. Miran a su alrededor: éste es un caradura, éste miente como un bellaco, éste es un cínico, de éste no te fíes…  Así, cuando el Señor vuelva sobre los cielos, le dirán: «No te canses, Jesús. Ya te he hecho yo el Juicio Final. Toma, aquí están las sentencias. Todos al infierno menos yo».

Vosotros juzgáis según la carne.

Juzgar según la carne es juzgar con las vísceras: con ira, sin compasión, por interés y, sobre todo, sin conocer realmente a los juzgados. ¿Qué sabes tú de la infancia de tu prójimo, de su educación, de sus sufrimientos, de sus amores y desamores, de sus soledades…? No sabes nada. Y juzgas según la carne: la tuya, claro.

Yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre. Juzgar según Cristo es abrir los brazos en la Cruz, sufrir los pecados de los hombres, pedir perdón por ellos y esperar pacientemente al pecador.

(TC05LC)

Un tic de familia

Se ha preguntado mil veces, y se han ofrecido respuestas de todo tipo: ¿Qué hacía Jesús cuando, ante aquellos fariseos que le presentaban a una mujer sorprendida en adulterio, parecía desentenderse de la escena?

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Hay quien dice que escribía los pecados de aquellos hombres, pero eso me parece echarle mucha imaginación. Yo me baso en lo que veo: Cristo jugueteando con sus dedos y la tierra. Y pienso que es un tic de familia, que así empezó su Padre y terminó escribiendo un Adán. Después sopló en sus narices y le dio vida.

Porque de eso se trata: Cristo, con la tierra de que estamos hechos, nos crea como hombres nuevos. Aquella mujer estaba muerta, e iba a nacer otra vez al recibir el perdón del Señor.

Algunos piensan que la Cuaresma es un retoque del peinado: Soy el mismo, pero no fumo ni como chocolate. ¡No es eso! No te basta con un retoque: te tienen que volver a crear.

Falta una semana para el domingo de Ramos. Aprovéchala: sumérgete en la Pasión de Cristo, confiésate, prepárate para morir con Él y ser creado de nuevo para el cielo.

(TCC05)

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