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Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Sobre el amor y la muerte

Se habla poco de esa asociación entre matrimonio y muerte que, sin embargo, está presente en la liturgia y la Escritura. Sólo en el rito hispano-mozárabe del matrimonio se pronuncia la frase «hasta que la muerte os separe», pero en la fórmula más común del consentimiento matrimonial los esposos se prometen fidelidad «todos los días de mi vida». El compromiso no va más allá. Y hoy, cuando Jesús explica que en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán, alega, como motivo: Pues ya no pueden morir.

En definitiva: os casáis porque moriréis. El vínculo matrimonial es una ayuda para el camino. No contraéis matrimonio para pasar la vida mirándoos el uno al otro, sino para ayudaros a llegar al cielo. Especialmente quisiera gritárselo a los jóvenes: Buscad, no a la persona con quien mejor pasáis el tiempo, sino a quien pueda ayudaros a alcanzar la eternidad.

Eso está escrito respecto al sacramento. Pero, en cuanto al amor conyugal, si está arraigado en Dios, no temáis, os seguiréis amando en el cielo, porque ese Amor es más fuerte que la muerte. Procurad llenar de cielo vuestro amor, y se llenará de amor vuestro cielo.

(TOI33S)

La dulce entrega

Te has propuesto levantarte a tu hora cada mañana, sin concederle al sueño ni un segundo de prórroga, y quieres ofrecer al Señor ese sacrificio… Bueno, la verdad es que te lo has propuesto hace seis meses, y apenas lo has cumplido un par de días. Pero te lo sigues proponiendo, aunque aún cuentes las batallas por fracasos.

Quizá deberías rezar más, rezar mejor, enamorarte. Hoy celebramos la presentación de María en el templo. No es un propósito para vencer a la pereza, es mucho más. Es un acto de entrega total, por el que se consagra en cuerpo y alma a Dios de por vida. Tampoco es la ocurrencia de una persona bienintencionada. Es la respuesta enamorada de quien ha conocido el Amor de Dios por ella y, sintiéndose dulcemente cautiva de ese Amor, ha entendido que no puede entregarle menos. Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado (Ct 6, 3).

Tu entrega debe comenzar, no en un frío propósito que nunca acabas de cumplir, sino en un conocimiento profundo del Amor de Cristo por ti. En otras palabras: No te empeñes en darle a Dios tu vida; deja que Él te la robe. Enamórate.

(2111)

Un Amor escondido a los ojos

Se mira y se remira la adolescente en el espejo. Se ve hermosa, y le gusta. Acabará idiota perdida si alguien no le advierte de la verdad. Cierra los ojos un momento, hija, sólo un momento, porque en un momento se pasa la vida. Vuélvelos a abrir, y verás un cuerpo decrépito, arrugado, enfermo y al borde de la muerte. ¿Dónde quedó aquella belleza? ¿Merecía tanta admiración?

¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Nada de cuanto ven los ojos puede dar paz al hombre. Ni saciar su hambre. Puede adormecerlo, narcotizarlo durante un instante, como cuando te quedas fascinado ante una buena película, una pieza musical o un atardecer. Pero pronto pasa el hechizo, y vuelves al cansancio y el hastío.

Y no dejarán piedra sobre piedra. Al final, cuanto ven los ojos acaba destruido, como un sueño al despertarte.

Lo que conduce a la verdadera paz es un Amor escondido a los ojos, oculto tras la apariencia de un pan, agazapado en el fondo del alma. Y, cuando se conoce ese Amor, la paz que llena el corazón no puede arrebatártela ni la misma muerte.

(TOI33J)

Cuando te juzga el Amigo

La parábola de las diez minas nos viene bien para meditar sobre el juicio particular. Porque aquellos empleados, al volver el amo convertido en rey, fueron llamados uno a uno para rendir cuentas.

Mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

También nosotros, cuando nuestra vida en la tierra acabe, seremos llamados por el Rey. Y tendremos que rendir cuentas de cuanto hemos recibido; del dinero, desde luego, hasta el último euro, pero, muy especialmente, de la fe, el gran don recibido en el Bautismo.

Creo sinceramente que este juicio es distinto para cada uno, según la relación que haya tenido con Cristo en esta vida. No es lo mismo que te juzgue un extraño o que te juzgue un jefe, o que te juzgue un amigo. Si, al llegar ante el estrado, encuentras a tu mejor amigo en la tribuna del juez, se te pasa el temblor.

En todo caso, la mejor preparación para el juicio particular es el examen de conciencia nocturno, donde detectamos las pequeñas infidelidades antes de que se agraven y pedimos perdón. ¿No es eso lo que hacen los amigos?

(TOI33X)

Da gusto estar con gente feliz

zaqueoEs sorprendente cómo, tras dos mil años de cristianismo, aún perduran en la conciencia de muchos bautizados los esquemas de la ley antigua. Pórtate bien, e irás al cielo. Ve a misa, que es día de precepto, debes ir para salvarte. Resiste a la tentación, no peques, y en el cielo te compensarán. Vamos, fastídiate aquí hoy si quieres ser feliz allí mañana.

Hoy ha sido la salvación de esta casa. Jesús bien puede decirlo, porque Él es el mismo cielo. Cuando Zaqueo, un pecador que vivía del robo, lo acoge bajo su techo, siente que su vida está lograda, que no necesita nada más que la sonrisa de aquel hombre, que estaba perdido y ha sido salvado. Y ese gozo inmenso cambia su vida:

Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más.

No ha cambiado de vida para salvarse. Ha cambiado de vida porque se sentía salvado. Es muy distinto. No se trata de hacer cosas buenas para ir al cielo. Se trata de acoger al cielo, a Cristo, y entonces el gozo te transforma por dentro. Con gente feliz da gusto estar.

(TOI33M)

El ciego que vio a Dios

San Lucas no nos dice cómo ni cuándo había perdido la vista aquel ciego. Pero quizá llevaba años sin ver nada. Cualquier persona en esa situación, si recobrase la vista, lo primero que haría sería buscar a sus padres, a su mujer, a sus hijos, a los seres queridos a quienes hacía años que no veía. También querría contemplar las nubes, los campos, los ríos… Hay mucho que ver para quien ha estado ciego.

O no.

Jesús le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado». Y enseguida recobró la vista y lo seguía.

Lo más asombroso de esta curación no es que el ciego recobre la vista. Es que lo primero que ven sus ojos al abrirse es el rostro de Cristo. Y, desde ese momento, ya no desea ver nada más y lo sigue; no quiere perderlo de vista. Sin saberlo, ha cumplido con las exigencias que Jesús pide a sus discípulos. Ha pospuesto a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos… Hay tanto Amor, tanta belleza en ese rostro, que los ha olvidado.

Así será cuando resuciten nuestros pobre cuerpos. Nuestros ojos verán al Señor, y ya no querremos ver nada más.

(TOI33L)

Las piedras y la Roca

El domingo que viene, con la solemnidad de Cristo Rey, dará comienzo la última semana del Tiempo Ordinario. Y, conforme llegamos al final de otro año litúrgico, la Iglesia nos recuerda precisamente eso: el final. No es sólo el año litúrgico el que termina. Todo termina. La vida termina. El tiempo se acaba. Los cielos y la tierra también terminarán.

Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Nos aferramos como lapas a las piedras, y las piedras son sólo piedras. Yo le daría al Demonio todas las piedras si con eso se distrajera y pudiese robarle las almas. Al fin y al cabo, no es de las piedras el reino de Dios, sino de los hombres. Prefiero almas sin piedras a piedras sin almas.

Quiero algo que no acabe. Un tiempo ordinario que no termine, que no esté encapsulado en treinta y cuatro semanas.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre (Heb 13, 8). Llevaos las piedras, devolved las almas, y nos asentaremos sobre la Roca. Con esa Roca no pueden ni el tiempo ni los demonios. Cristo es el eterno tiempo ordinario. Quien viva en Él no pasará.

(TOC33)

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