Se habla poco de esa asociación entre matrimonio y muerte que, sin embargo, está presente en la liturgia y la Escritura. Sólo en el rito hispano-mozárabe del matrimonio se pronuncia la frase «hasta que la muerte os separe», pero en la fórmula más común del consentimiento matrimonial los esposos se prometen fidelidad «todos los días de mi vida». El compromiso no va más allá. Y hoy, cuando Jesús explica que en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán, alega, como motivo: Pues ya no pueden morir.
En definitiva: os casáis porque moriréis. El vínculo matrimonial es una ayuda para el camino. No contraéis matrimonio para pasar la vida mirándoos el uno al otro, sino para ayudaros a llegar al cielo. Especialmente quisiera gritárselo a los jóvenes: Buscad, no a la persona con quien mejor pasáis el tiempo, sino a quien pueda ayudaros a alcanzar la eternidad.
Eso está escrito respecto al sacramento. Pero, en cuanto al amor conyugal, si está arraigado en Dios, no temáis, os seguiréis amando en el cielo, porque ese Amor es más fuerte que la muerte. Procurad llenar de cielo vuestro amor, y se llenará de amor vuestro cielo.
(TOI33S)

















