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Espiritualidad digital – Página 2 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Malos que rezan

Las palabras del Señor confortaban y escocían. Nunca daba puntada sin hilo.

Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino…

Para representar a ese personaje que pasa de largo ante el sufrimiento del hermano, bien podía haber elegido Jesús a un comerciante o a un ladrón. Pero quiso escoger, precisamente, a un sacerdote, un levita. Y así, en la parábola del buen samaritano, el bueno es un maldito y los malos son… ¡los que rezan! Toma jeroma, pastillas de goma.

Rezar es bueno, ay de nosotros si no rezáramos. Y rezar nos hace buenos, si rezamos bien. Pero hay gente mala que reza. Iré más allá: hay gente que, cuanto más reza, peor se vuelve, porque su oración los deshumaniza, los aleja del prójimo. Son «místicos» que, mientras ascienden al cielo en su oración, se dejan la vida en el suelo. Se acercan a Dios huyendo de los hombres y buscando la falsa paz del egoísta. Aquí, en la iglesia, sí que se está bien, y no en casa aguantando a mi familia.

Creo que has entendido al Señor y me has entendido a mí. Una oración que no se plasma en misericordia no es verdadera oración. Es otra cosa.

(TOC15)

Así funciona la Providencia

Hablamos mucho de la Providencia, pero no sé si caemos en la cuenta de su faceta más sorprendente: que no siempre funciona.

¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.

Supón que Dios y tú vais en coche. Cuando le permites tomar el volante, y tú te limitas a dejarte llevar por Él y a obedecerle en todo, la Providencia funciona. En ese viaje pasaréis por túneles, se os hará de noche, lloverá y granizará sobre el parabrisas, lucirá también un sol radiante y escucharéis música por el camino. El coche, finalmente, llegará al cielo, y allí la Virgen te abrirá las puertas para abrazarte y llevarte ante Jesús.

Pero si te empeñas en sentarte en el asiento del conductor, Dios te lo permitirá. No se retirará, se quedará en el asiento de atrás como acompañante. Y, cuando te despeñes –porque te despeñarás–, se despeñará contigo y morirá en Cruz para recuperar tus restos. Si te dejas.

Así funciona la Providencia.

(TOI14S)

A todas las cosas

san benitoPara entender la vida de san Benito, como la de otros santos, debemos mirarla en el espejo roto del joven rico. Y saborear ese «prefiriendo tu amor a todas las cosas» que nos regala la oración Colecta de la misa de hoy.

Cuando aquel joven rico preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar vida eterna, Jesús lo invitó a dejarlo todo y seguirlo. Pero el joven, que concebía la vida eterna como una prolongación de esta vida temporal, decidió que no quería vivir eternamente sin sus bienes.

Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. La vida eterna no es una prolongación de la vida temporal. Es el Amor de Dios, gozado hoy y siempre. En la respuesta de san Benito, quien prefirió ese Amor a todas las cosas, comprendemos que es preciso cortar todas las amarras que nos atan a este mundo para saborear las dulzuras celestiales.

¿Qué te impide disfrutar de la oración, o de la Misa? Tus preocupaciones, tus prisas, tus urgencias… ¡las cosas! ¿Serás capaz de soltarlas, de preferir el Amor de Dios a todas las cosas?

(1107)

Nos falta autoestima

No sé si nos falta autoestima, nos falta fe, o nos faltan ambas cosas. Pero leemos: Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios, y pensamos: «Eso no va conmigo. ¡Cómo voy yo a curar a un enfermo o a resucitar a un muerto!».

No somos conscientes de hasta qué punto podemos ser fuente de sanación para los demás. A una persona que está sufriendo se le acerca un cristiano, le da cariño, lo anima y le habla de Dios, y algo sana en su interior. Quien estaba sufriendo en medio del desaliento sufre ahora con paz y esperanza. Y quien estaba sufriendo solo sufre ahora en compañía del amigo. Ya sabes: las alegrías se multiplican y las penas se dividen.

Ya sé que no podemos evitar el sufrimiento de los hombres. Ni debemos. Cristo, que sufrió en la Cruz por nosotros, no nos pide eso. Al pedirnos que curemos enfermos y resucitemos muertos se refiere a que sanemos soledades y llevemos gracia a las almas azotadas por el pecado. Y eso, con la ayuda de Dios, podemos hacerlo. Si fuéramos conscientes del poder que tiene la caridad de un cristiano en gracia para sanar almas heridas, lo usaríamos más.

(TOI14J)

De abajo arriba

Ya te he contado en alguna ocasión la cantidad de veces que los sacerdotes escuchamos esta frase: «No soporto a los políticos». Si tú eres uno de quienes se acusan de ello, haces bien en acusarte, porque el amor –dice san Pablo– todo lo soporta. Y porque si al Señor le diera por no soportarte a ti o a mí, estaríamos perdidos.

De todas formas, te equivocas. Piensas que los políticos son culpables de la situación de nuestra sociedad, como si el mundo cambiase «de arriba abajo». Con políticos corruptos, la sociedad se corrompe. Y, si tuviéramos políticos santos, la sociedad sería angelical.

Mentira. Hoy día, unos políticos santos serían mártires.

Y tampoco es verdad que la sociedad cambie «de arriba abajo». De ser así, Cristo hubiera enviado a los discípulos a predicar a los reyes. Sin embargo, los envió a predicar a las ovejas descarriadas de Israel.

Deja de quejarte. Tienes a las ovejas descarriadas a la puerta de tu casa, en el bar de enfrente, en la piscina… Si anunciásemos el evangelio a esas ovejas descarriadas, y ese anuncio se propagase por todos los ambientes, una sociedad de santos produciría políticos santos. El mundo cambia «de abajo arriba».

(TOI14X)

Como bandera discutida

A veces me sorprendo a mí mismo cuando me veo, en mi cargo de párroco, tratando de tener contento a todo el mundo. Hasta que me vienen unos novios que quieren convertir su boda en un recital de bandas sonoras de películas y tengo que decirles: «No». Se me enfadan los novios, me llama la madre de la novia por el disgusto que tiene su hija, me llaman los músicos para tratar de convencerme… Y yo me digo: «Pero, Fernando, ¿eres tonto? ¿Aún no te has dado cuenta de que no puedes agradar a todo el mundo?».

Nunca se ha visto en Israel cosa igual… Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios. Si en torno a Cristo, que es la Verdad encarnada, se dividieron los hombres, alabándolo unos y ultrajándolo otros, no vayamos nosotros a querer caer bien a todos.

Insisto en que Cristo es la Verdad, porque la única forma de agradar a todo el mundo es mintiendo. Pero hasta ese truco funciona pocas veces.

Asumamos que siempre habrá quien nos mire mal, quien hable mal de nosotros… y no creamos que, por eso, estamos haciendo algo mal. Preocupémonos sólo de agradar a Dios.

(TOI14M)

La fe de la hemorroísa y los calcetines de san Pío

A san Pío X, según dicen, le robaron unos calcetines como reliquia. Y una religiosa se le acercó y le dijo: «Santidad, he sanado de una enfermedad al tocar sus calcetines». El buen papa respondió: «Qué raro, yo me los pongo todos los días y no me hacen ningún efecto».

Una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría. Como los calcetines de san Pío, no era el manto de Jesús el que obraba milagros, sino la fe de aquella mujer. ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado. Porque creyó que aquel hombre era Dios; que ella se estaba muriendo y Él era la Vida; que la Vida manaba de Él como un río; que la misma Vida consiste en estar en contacto con Él…

Hay todo un tratado de espiritualidad en la fe de la hemorroísa. El milagro, a fin de cuentas, es lo de menos. ¿De qué te sirve curarte de unas hemorragias para morir después y perderte para siempre? Pero si crees que Cristo es la Vida y te abrazas a Él, vivirás eternamente.

(TOI14L)

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