Cristo en su Pasión

Espiritualidad digital – Página 2 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Una culpa anunciada

¿Pudo Pedro no negar al Salvador? Una vez que Jesús le dijo: No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces, ¿era la traición su destino inevitable? Si no conozco mi futuro, soy libre para escribirlo. Pero si Dios mismo me desvela lo que haré, ¿podré escribir, con mi propia letra, palabras distintas de las anunciadas por Él?

Podré. Y Pedro pudo no negar. Más aún: Si Jesús le anunció su pecado fue, precisamente, para que lo evitase. Como una madre que, viendo a su hijo salir de casa sin abrigo en invierno, le advierte: «Te vas a resfriar». ¿Acaso no es una forma de pedirle que se ponga el abrigo?

Lo único que podemos concluir es que Simón estaba sobre aviso. Y que, aun estando sobre aviso, no evitó el pecado.

Adonde yo voy no me puedes seguir ahora. No me puedes seguir ahora, porque amas más tu propia vida que a mí. Si cambiaras tus amores, si me amases como yo te amo, más que a tu vida, podrías venir conmigo.

No pecamos porque odiemos a Cristo. Pecamos porque amamos más nuestra propia vida que a Él. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

(MSTO)

¿Qué romperás tú?

La Pasión de Cristo no es todo crueldad. Hay en ella detalles preciosos de ternura. Jerusalén, como la Humanidad, se dividirá en dos bandos desiguales: el de los verdugos y el de la Víctima. Pero junto a la Víctima, junto al Cordero, está su esposa, la Iglesia. No quiso Dios que su Hijo sufriera solo.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. La Iglesia está representada, en el mosaico de la Pasión, por la Virgen y las santas mujeres. Ellas son el consuelo de Cristo. Al ungir María los pies del Señor, la Iglesia devolvía a Jesús, por adelantado, el lavatorio de pies de los apóstoles, y profetizaría la unción de su sepultura.

Allí es donde queremos estar. Ése es nuestro lugar en la Pasión. Junto a la Virgen, la Magdalena y Juan. También nosotros, como ellos, queremos confortar al Señor.

María rompió un frasco de alabastro lleno de perfume para ungir a Cristo. ¿Qué vas a romper tú en estos días para derramarlo a sus pies?

¿Te doy una idea?: Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias (Sal 50, 19).

(LSTO)

Bendito el que viene en nombre del Señor

Domingo de Ramos. Hoy veremos a Cristo entrar en Jerusalén entre aclamaciones. Veremos cómo las multitudes lo proclaman rey. Y, en nuestras calles, también los ramos, palmas y cantos lo aclamarán. Pero no nos engañemos. Los mismos que lo acogieron con vítores lo mataron cinco días después.

El mundo sigue sin estar preparado para este rey. ¿Cómo va a acoger al rey manso, que viene montado en un pollino, un mundo que, mientras abomina de la guerra, consagra el derecho a matar a los niños en el vientre de su madre? Quien mata al indefenso matará también a Cristo.

Recibámoslo nosotros bien, dejemos que encuentre acogida en nuestros corazones. Abrámoslos de par en par. Porque tener a Cristo a las puertas es cómodo. Salgo de vez en cuando, le rezo y vuelvo a entrar en mi vida, en mi reino. Pero abrirle y dejar que entre a tomar posesión de cuanto soy y cuanto tengo es maravilloso. Mi tiempo, mi dinero, mi ocio, mi trabajo, mis pensamientos, mis afectos… ¡Todo!

Entonces será rey. Y su Pasión, que contemplaremos en los próximos días, será también la mía.

Sólo así podré gritar, de corazón: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

(DRAMOSC)

Ese Viernes en que todo salió al revés

Nota san Juan que Caifás, al ser sumo sacerdote, queriendo maldecir, profetizó cuando dijo: Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera. Pero, acto seguido, el propio apóstol nos regala una profecía llena de luz: Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Eso es lo que sobrecoge hasta el tuétano en la Pasión de Cristo. Que los hombres quisieron arrojar fuera del mundo al Hijo de Dios, que lo trataron como al último de los mortales, que lo despreciaron y lo apartaron hasta el Calvario… y que, al hacerlo, convirtieron a Cristo crucificado en el centro mismo del Cosmos y de la Historia. En ese terrible Viernes, a Satanás le salió todo al revés. Pues, queriendo arrastrar, levantó; queriendo humillar, ensalzó; queriendo ultrajar, glorificó; y queriendo matar, abrió las puertas de la vida eterna. Es estremecedor.

Dos mil años han pasado. Y, desde lo alto de la Cruz, Cristo sigue llamando a esos hijos de Dios dispersos como llama el pastor a las ovejas. Y muchos, en esta Semana Santa, se acercarán a Él y lo abrazarán.

(TC05S)

Dos bandos en orden de combate

Viernes de Dolores. Queramos o no, lo sigue siendo. Las Lolis tienen dos santos, el de hoy y el de septiembre. Mejor para ellas.

Dos días para el domingo de Ramos, cuando escucharemos el relato de la Pasión. Ya están los dos bandos, frente a frente, en orden de combate. Aunque el combate es distinto para cada bando.

Mirado desde fuera, los dos bandos los componen personas religiosas. Luego lo miramos desde dentro.

¿Decís vosotros: “¡Blasfemas!” porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? La religiosidad de quien juzga y condena, y la de quien es juzgado y perdona.

No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia. La religiosidad de quien «lo sabe todo», y la del sabio que no es escuchado por el necio.

Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago… La religiosidad de quien consume religión, y la de quien convierte su vida en sacrificio de obediencia haciendo las obras de su Padre.

Agarraron piedras para apedrear a Jesús. La religiosidad de quien mata a Dios, y la del Dios que se entrega a la muerte por Amor.

Porque, mirado desde dentro, la única religión posible está crucificada.

(TC05V)

Los que mueren en el Señor

Te copio una frase del Apocalipsis: Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor (Ap 14, 13). Aparentemente, la muerte es lo contrario de la buenaventura, es el fin de toda dicha y la pura malaventura. Pero, según estas palabras, hay varias formas de morir.

Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre. La muerte para siempre es la soledad y desamor eternos de los condenados, quienes eligieron vivir de espaldas a Dios y así entraron en la eternidad. Es un estar muriendo sin poder morir. Dolor eterno.

Pero Cristo ha venido a conquistar la muerte. Ha venido a tenderse en ella, a abrir sus brazos y convertirla en Cruz, en puerta del cielo. Sobre todo, ha venido a convertir la muerte en Amor, en entrega generosa de la vida que encuentra su culmen en la luz eterna.

He conocido a cristianos que, instantes antes de morir, fijaron la vista en lo alto. Ahí viene, está ahí. ¿Quién está? La Virgen, viene la Virgen. Otro dijo: Viene el Papa. Murió el mismo día que Juan Pablo II.

No. El cristiano no muere para siempre. Cruza la muerte de la mano de Dios y entra en el cielo.

(TC05J)

Los tres presos y el loco

Si hubieras nacido en una celda, hubieras crecido allí, y no tuvieras otro entretenimiento que una baraja de cartas para jugar con las dos personas que comparten contigo la prisión, esa celda sería, para ti, el cosmos. Y cantar las siete y media tu mayor dicha. Quizá también comer las mejores latas de entre la comida que os dejaron en el armario.

Supón que apareciese misteriosamente en la celda un cuarto ocupante y comenzase a hablaros del mundo exterior: árboles, animales, la luz del día, los mares… Quizá lo tomaríais por loco y le pediríais que os dejara jugar las cartas tranquilos. Tenéis vuestra vida arreglada, ordenada y controlada. Que no os compliquen con sueños. «Ven conmigo», os dice el «loco». Déjanos en paz, queremos jugar. Te mataremos, si es necesario, para seguir nuestra vida. Lo matan.

Pero tú lo sigues, te ha cautivado. Y él abre un boquete en la celda. De repente, la luz del sol te deslumbra. Cuando se acomodan las pupilas, ves un bosque, árboles, animales, caminos…. ¡El horizonte! Eres libre.

Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Eso es lo que quiere decir.

(TC05X)

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