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Espiritualidad digital – Página 2 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Primeros flechazos y largos caminos

Los comienzos de las historias de amor son siempre hermosos. La escena que hoy nos presenta el Evangelio narra el primer encuentro, el primer flechazo que cautivó de manera inesperada a un publicano y lo llevó a ser apóstol de Cristo.

Vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Lo narra el propio Mateo. Casi le reprocharíamos el ser tan escueto, tan sobrio… No nos cuenta lo que sintió, qué revolución tuvo lugar en su alma en apenas unos segundos. Pero lo cierto es que los evangelistas suelen darse muy poca importancia a sí mismos.

En todo caso, en esta escena aún no tenemos a san Mateo. Tenemos al publicano Leví cautivado, fascinado por la llamada del Señor y entusiasmado. Pero entre la conversión y la santidad media un largo camino. Y ese camino estuvo jalonado por tres años de convivencia íntima con Jesús. Después vino la deserción, cuando Jesús fue arrestado. Después, el encuentro con el Resucitado. Después, la venida del Espíritu. Después, la proclamación del Evangelio. Después, el martirio y, después, el cielo. Así formó Dios a san Mateo.

Tú… ¿por dónde vas?

(2109)

¿Por qué predicar?

Una verdad clara y distinta que un servidor tiene ampliamente contrastada y proclamada es que, en este planeta, todo el mundo hace lo que le da la gana. Eso convierte la predicación en un fracaso anunciado. Si alguno cree que con su predicación cambiará el mundo, o es un niño, o es un idiota. La gente acude a la iglesia, escucha al predicador, se queja si no le gusta y aplaude si le gusta, pero todos, sin apenas excepción, salen después del templo y siguen haciendo lo que les da la gana.

Vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: «Tiene un demonio»; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores».

Entonces… ¿por qué predicar? Por el fracaso mismo. Porque no es la fuerza del discurso la que mueve el mundo, sino el sacrificio redentor de la Cruz, al que se une el fracaso de la predicación. Ese fracaso, ofrecido a Dios, obtiene para los hombres el Espíritu y hace nacer hijos de la sabiduría, los únicos que le han dado la razón. Son, también, hijos del fracaso. Bendito fracaso.

(TOI24X)

María y la viuda de Naín

Llevemos la mirada al corazón humano del Salvador. Y a esa marejada de emociones que debió desatarse en su interior al entrar en Naín mientras sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. También Él, no lo olvidemos, era hijo único de su madre, y también su madre era viuda. Aquella escena era el anticipo de la Piedad. ¡Cómo no iba a conmoverle el corazón, si sabía cómo iba a morir, y cómo una espada taladraría el corazón de su madre!

«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre. A esta mujer Jesús le ahorró el entierro de su hijo. A su madre no le sería ahorrado.

Con todo, ¿cuál de las dos mujeres recibió más? La viuda de Naín recobró a su hijo para esta vida; la cancelación del entierro no fue sino un aplazamiento. La Virgen, sin embargo, recuperaría a su Hijo para el cielo, y reinaría con Él eternamente.

¿Y nosotros? A nosotros no nos devuelve Jesús nuestros muertos para esta vida, sino que los lleva al cielo para que desde allí nos ayuden y nos esperen.

(TOI24M)

Aunque no somos dignos…

familiaFijaos qué delicadeza tuvo Jesús con aquel centurión. Los ancianos de los judíos pretendían recomendarlo diciendo: Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga. ¡Como si alguien, con su afecto y su dinero, pudiera merecer el favor de Dios! El centurión era más sensato, sabía que no era digno: No soy digno de que entres bajo mi techo. Dilo de palabra y mi criado quedará sano. Jesús, entonces, se admiró de la fe de aquel hombre. Y, sin entrar en su casa, le concedió cuanto pedía en consideración a aquella fe.

Considerad ahora cómo Jesús nos trata a nosotros mejor que a aquel centurión, aunque quizá no tengamos la misma fe. También nosotros, en cada misa, decimos: «No soy digno de que entres en mi casa». Pero Jesús, no obstante, entra en nosotros convertido en Pan de vida. Y nos sana por dentro, nos conforta y alimenta. Por eso, aunque no somos dignos, proclamamos: «Nos haces dignos de servirte en tu presencia».

No dejes de dar gracias después de cada misa. Mira que has recibido mucho. No salgas corriendo, aunque el sacerdote te diga: «Podéis ir en paz». Quédate unos minutos.

(TOI24L)

Historias de la mili

Esto de contar historias de la mili es propio de abuelos, pero en mi parroquia ya hay abuelos de mi edad. Así que, desde mi «abuelez», ahí va: Estando en la Academia de Infantería de Toledo, me arrestaron por un doble motivo: fumar en formación y hablar durante la bendición de la mesa. Estaba desolado, no podía ir a casa el fin de semana. Y, mientras amargaba mis horas en la sala de arrestados, entró un teniente anunciando que el Rey iba a visitar la Academia. Para celebrarlo, todos los arrestados quedaban indultados. El grito de alegría que solté casi me cuesta un nuevo arresto.

El protagonista de la parábola, a quien llamamos «el siervo sin entrañas», tras haber sido perdonado, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: «Págame lo que me debes». Se ve que no salió de muy buen humor de la casa de su amo. Era un necio.

Me lo dijo un sacerdote tras confesarme: «Vete muy contento». Desde que me ordené, repito esa frase a todos los penitentes. Quien no sale de la confesión lleno de alegría y dispuesto a perdonar, no sabe lo que ha recibido.

(TOA24)

Lo líquido y lo sólido

Desconfío de esa moda de organizar adoraciones del Santísimo llenas de luces, velas, colores, música y altavoces bluetooth. Sé que esas convocatorias llenan templos, atraen jóvenes y suscitan fervor. Y creo que pueden ser una puerta de entrada para quienes vienen de lejos. Pero me aterra pensar en los muchos que se quedan en la puerta, y en quienes, habiendo entrado, salen a la puerta a disfrutar de la fiesta. Esas celebraciones tienen más que ver con el sentimiento que con la fe.

Cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca. La oración no es un entretenimiento piadoso. Es la búsqueda de una Roca, y esa Roca se encuentra en lo profundo del alma. Hay que cavar hondo, a través del silencio, el recogimiento y la escucha. Tras el primer golpe de pico, aparece ese río de miel que es el sentimiento. Y facilita la labor, pero es preciso rebasarlo para adentrarse en la noche y encontrar la Roca. Allí hay sequedad para el sentido y verdad, sustento para el alma. Lo que se edifique sobre ella permanecerá. Lo que se edifique sobre el río de miel… será llevado, como un tronco, al abismo de la muerte. Aunque sea bailando.

(TOI23S)

Una intimidad de tres

Cuando te adentras en la meditación de la Pasión de Cristo, nada más cruzar la puerta te ves acogido en una intimidad de tres: Jesús, María y tú. No es que sobren Juan, María Magdalena y las demás mujeres; es que se convierten en espacio, y tú ocupas ese espacio. Por eso, su protagonismo se disuelve. Y estáis a solas los tres en medio de la noche.

Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre. Al tiempo que eres atraído a la intimidad con el Cordero, también eres creado como hijo de su madre. Y entiendes que no puedes adentrarte en ese misterio de dolor si no estás sostenido por los brazos de esa madre. Quizá me equivoque, pido perdón si es así, pero de corazón creo que la meditación de la Pasión de Cristo, sin la presencia de María junto a la Cruz, sería imposible para la sensibilidad humana. Ese abismo de dolor, sin el bálsamo de ternura de la Virgen, nos destruiría por dentro.

Porque, en la noche terrible del Calvario, Cristo está convirtiendo la Cruz en el centro del Cosmos y de la Historia. Pero la presencia de la madre convierte el Calvario en hogar.

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