La Resurrección del Señor

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

En la noche caen dos velos

«Revelar» es quitar el velo, dar a conocer lo que estaba velado. Curioso: cuando Jesús murió se rasgó el velo del templo, porque se había revelado el Misterio de Dios.

Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Dos velos han caído en la cámara secreta donde el místico alcanza su unión con Cristo. El primero está señalado en estas palabras de Jesús: a los pequeños –y los místicos son pequeños, porque son sencillos– Dios Padre les revela «estas cosas». «Estas cosas» son la gloria de su Hijo, la hermosura de su rostro, lo inefable. Y los místicos, ante la contemplación de «estas cosas», se enamoran.

Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. El segundo velo. Ése lo rasga el Hijo. A quienes están en Amor con Él les descubre al Padre, y los besa con un beso espiritual que deja en sus labios una palabra: «Abbá».

Caen los dos velos ante el alma amada, que está al descubierto ante Él en la noche silenciosa. Entonces llega la unión.

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¿No es de locos?

Un empresario pide a un hombre rico que invierta todo su dinero en su empresa. Y el rico, que es rico porque no es tonto, pide al empresario que aporte pruebas de la solidez de su negocio. No invertirá todo su dinero si no tiene seguridades.

Jesús pide a los hombres la vida a su paso. No pide dinero, ni apoyos, ni aplausos. Pide a los hombres la vida entera, y además les asegura que los llevará… ¡a la cruz! Quien quiera seguirlo debe cargar con su cruz detrás de Él, y obtendrá, a cambio, el ciento por uno y la vida eterna. ¿No es de locos? Locos, benditos locos, quienes, fiados solamente de su palabra, le entregaron todo, como los apóstoles. Los cuerdos le pedían seguridades, un signo claro de que era el Mesías.

Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Es decir, el de un alfeñique que hablaba en nombre de Dios, y a quien los ninivitas creyeron.

El signo que los judíos pedían se lo dio a quienes ya creían. Fue la transfiguración. Pero, de haber estado Caifás en el Tabor… ¿habría creído?

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El pobre viejo

Ha pasado a la Historia como «el joven rico», pero yo prefiero llamarlo «el pobre viejo».

Por muchas riquezas materiales que tuviera, aquel día se convirtió en pobre de solemnidad, porque tuvo al alcance la mano la mayor de las riquezas y la dejó escapar. Cuando Jesús se quedó mirándolo, lo amó. Y él, al ser rozado por el brillo de los ojos del Señor, sintió un vértigo terrible y bajó la vista. No quiso sumergirse en aquella mirada, temió ahogarse en ella y no poder salir jamás. Temió enamorarse, dejarse robar el corazón y pertenecer a Cristo para siempre. Se negó a entregarse al Amor. Pero después, al volver a su casa, se dio cuenta de que todas sus riquezas eran basura. Mientras no había conocido el Amor, aún podía gozar de ellas. Pero, tras haber tocado el cielo y haberlo rechazado, todo aquello le sabía a muerte.

Por muy joven que fuera, ese día se hizo viejo de repente. Él frunció el ceño y se marchó triste. La alegría y el entusiasmo de su juventud desaparecieron al instante. Ceño fruncido y mirada triste, como los viejos que ya nada esperan de la vida, porque creen haberlo perdido todo.

(TOB28)

Alabanza a la Virgen a dos voces

¿Cómo pensáis que recibió Jesús las palabras de aquella mujer de entre el gentío?

Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.

¿A quién no le gusta que piropeen a su madre? Ya supondréis que a Jesús le agradaron mucho aquellas alabanzas. Tanto le agradaron, que se sumó a la fiesta y, con palabras distintas, ensalzó también a su madre:

Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Te lo traduzco: «Mujer, tú ensalzas a la mujer que me dio a luz porque me llevó en su vientre y me amamantó a sus pechos. Y haces bien, porque ese cuerpo suyo ha quedado consagrado con la presencia del Hijo de Dios. Pero, con tus palabras, le estás diciendo a mi madre: “¡Qué suerte tienes!”. Yo le diré algo mejor: “¡Qué santa eres! Porque el haberme llevado en tu vientre y amamantado a tus pechos no es mérito tuyo. Pero el haber escuchado la palabra de Dios, el haberla conservado en tu corazón, y el haber empleado tu vida en dejar que se cumpla ha sido el acto de amor más hermoso y puro que jamás una criatura haya realizado sobre la tierra”».

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Dos armas poderosas

Una mirada superficial podría hacernos creer que quien vive habitualmente en gracia y acude asiduamente a la oración está a salvo de las insidias del Enemigo. Pero las vidas de los santos nos dicen exactamente lo contrario. Son ellos quienes más tentaciones han sufrido.

Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice: «Volveré a mi casa de donde salí».

Las almas en gracia han sido siempre los «caramelitos» del Enemigo. Al fin y al cabo, con quienes ya son esclavos del pecado no tiene nada que hacer salvo sentarse y aplaudir. Pero esas almas son sus trofeos preferidos, con ellos se ensaña, como se ensañó con Job.

Tú vives en gracia, rezas, procuras evitar el pecado, y ahora tiemblas al leer esto. Pues no tiembles. Tienes dos armas poderosísimas que te salvarán de esas insidias:

La primera es el examen de conciencia diario, que te ayudará a divisar de lejos al Enemigo y a poner el remedio allí donde ves que flaqueas.

La segunda es la obediencia, que te hará militar, seguro, en el bando de Cristo, quien vino a hacer la voluntad del Padre.

(TOP27V)

Cosas que pasan entre amigos

Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y el hombre de la parábola que hoy nos regala Jesús tiene tesoros en abundancia.

Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice… Su primer tesoro es un amigo a quien puede despertar durante la noche. Sabe que, si le llama cuando está durmiendo, le cogerá el teléfono. Ése es un amigo de los buenos.

Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle. Además, tiene otros amigos, y uno de ellos también se atreve a importunarle a él. Cosas que pasan entre amigos. Lo de «no quiero molestarte» es para conocidos; los amigos se molestan. Como él no tiene nada que ofrecer a su invitado, acude a molestar a su amigo de siempre para que le proporcione algo con que agasajar al huésped.

Ojalá seas como este hombre. Sé amigo de Cristo, acércate a Él en la noche de la fe, y lucha con Él, como durante la noche luchó Jacob. No lo sueltes hasta que no te bendiga. Y, cuando te bendiga, comparte tu bendición con los muchos amigos que acuden a ti.

(TOP27J)

Dios sólo tiene un Hijo

Hablamos muchas veces de «los hijos de Dios» pero, realmente, Dios tiene un solo Hijo, el Unigénito, Cristo. ¿Qué somos, entonces, nosotros?

Señor, enséñanos a orar. Cristo nos enseñó a orar, como le pidieron los apóstoles, orando Él mismo en nosotros. En cierto modo, nos dijo: «No temas, no sólo te enseñaré a orar. Yo mismo tomaré posesión de ti, te invadiré y oraré en ti».

Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino. Sólo Cristo puede llamar a Dios «Padre». Y es Él quien, por su Espíritu, dice «Padre» en nosotros. Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!» (Gal 4, 6).

Y es que el Padrenuestro adquiere pleno sentido sólo cuando lo rezamos en gracia de Dios. Porque entonces, invadidos por el Espíritu de Cristo, dejamos que sea Él quien ore en nosotros.

Efectivamente, Dios tiene un solo Hijo. Y ese Hijo clama desde los confines de la tierra, desde todas y cada una de las almas en gracia, a Dios con un grito filial: «Abba!». Recordémoslo cada vez que proclamamos la oración dominical, porque nadie reza el Padrenuestro por su cuenta. Es Cristo quien lo reza en cada uno de nosotros.

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