Cristo en su Pasión

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Una veta de tristeza

En medio de las alegrías pascuales se abre una veta de tristeza. El que compartía mi pan me ha traicionado. Jesús habla de Judas, ya lo sabéis. Pero sus palabras se aplican también a todo aquél que viene a la iglesia, comulga el Pan del cielo, y después se busca sólo a sí mismo: murmura, critica, juzga, desobedece… Ese tal está instrumentalizando la comunión. No hay amor, tan sólo deseo de sentirse bueno o pasar por tal.

No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido. Hay alguien en la mesa para quien Jesús no habla, porque no está escuchando. Como cuando dijo a los fariseos que no eran de sus ovejas. Qué terrible misterio, el del pecado. Alguien está en misa, pero no escucha, no acoge las palabras del Señor. Su corazón está cerrado. No está dispuesto a cambiar ni a dejarse herir. ¿Qué hace allí, entonces? Se busca a sí mismo, no a Cristo.

Cambiemos estas frases, curemos esa tristeza que brota en Pascua. Somos pecadores, pero queremos agradar al Señor. Hagámosle decir: «El que comparte mi pan quiere serme fiel, está lleno de debilidades pero quiere ser fiel. Yo le ayudaré a serlo».

(TP04J)

De burras, gatos y hombres

En el capítulo 22 del libro de los Números, Dios hace hablar a una burra para advertir a Balaam, su dueño, de que se está equivocando (y para quejarse por los palos que le daba, jajaja). Es todo un revulsivo para que los clérigos no nos envanezcamos de nuestra predicación. Si Dios quisiera, haría pronunciar a una burra o a un gato homilías mil veces mejores que las nuestras. Y las nuestras serían mil veces mejores si fuésemos tan dóciles a Dios como una burra o un gato.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido. Porque, al fin y al cabo, es Cristo quien elige. A los burros, a los gatos y a los hombres. Pero, en los hombres, que tenemos más inteligencia que los animales, la docilidad requiere un acto de voluntad por nuestra parte.

San Matías fue elegido por Dios a través de unos dados, tan dóciles a Dios como las burras y los gatos. Pero si el apóstol decide no dar testimonio, ni el mismo Dios puede hacerle hablar.

A ti te ha elegido Dios también. ¿Estás poniendo de tu parte? Porque no eres burra ni gato, eres hombre libre.

(1405)

Hijos de Dios y ovejas de Cristo

Se dice, en ocasiones, con demasiada ligereza que todos somos hijos de Dios. No es verdad, al menos no en el sentido fuerte de la expresión. La Creación entera puede ser llamada hija de Dios, por cuanto salió de sus manos. Igual podemos decir que don Quijote es hijo de Cervantes. Pero Cervantes lo escribió, no lo parió. En cuanto a los hijos de Dios, Dios sólo tiene un Hijo, su Unigénito. Y sólo puede un mortal llamarse hijo de Dios en sentido fuerte si es uno con ese Hijo. Es decir, si vive en gracia y de la gracia. Si es otro Cristo, el mismo Cristo.

Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Por el mismo motivo, tampoco todos los hombres son ovejas del Buen Pastor. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Es oveja de Cristo quien escucha su palabra. Quien, en la oración, se deja conocer y sondear por Él. Quien lo sigue, y procura pisar sobre las huellas de ese Pastor. Quien, en los sacramentos, recibe vida eterna.

En definitiva, es oveja de Cristo quien se pone rendidamente en sus manos.

(TP04M)

El que nos saca fuera

Desde que fui trasladado de parroquia, gran parte de mi tiempo se lo lleva el tanatorio. Está frente a la iglesia, y traen aquí a difuntos de todo Madrid, qué le vamos a hacer. Hay días en que tengo hasta tres entierros. Eso me ha hecho vivir de otra manera; hablo mucho de la muerte, la tengo siempre delante. No es malo, es bueno. Me llega mucha luz.

Él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Creo que la vida es esto: estamos dentro, Jesús entra dentro, nos llama y nos saca fuera. Hay que ver de nuevo el episodio de Barrio Sésamo, distinguir entre dentro y fuera.

Estamos dentro, atrapados en la muerte. Nos engañamos pensando que, hasta que llegue, somos libres, pero ella está con nosotros desde que nacemos, es nuestro carcelero. Entonces llega Jesús, entra en la muerte y nos llama por nuestro nombre. Nos encamina junto a Él a la puerta de la Cruz, la cruza, la deja abierta y nos saca fuera, a la Luz, a la Vida. No morimos, nacemos.

(TP04L)

El pastor y los mercenarios

Me pregunto qué puede decirle la alegoría del buen pastor a un occidental del siglo XXI. Muchos de nuestros contemporáneos urbanitas no han visto una oveja en su vida. Y, si la vieran, empezarían a toquetearla buscando un teclado o un puerto usb.

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna.

Para empezar, creo que, ante estas palabras, el occidental medio de nuestro siglo se sentiría denigrado e insultado por el hecho de ser comparado con una oveja. Por muy animalistas que nos hayamos vuelto, sigue sin gustarnos que se nos llame borregos.

Y, sin embargo, ese mismo hombre está siendo pastoreado. Precisamente por el animalismo, y el feminismo, y el ecologismo, y el wokismo, y el veganismo y todos los ismos que, como silbidos de mercenario, abducen la voluntad de los occidentales desde las pantallas. Qué paradoja.

Con todo, hay un Pastor. Y es Cristo. Es el único entre los pastores que me ama, el único que quiere mi bien, el único que me da vida eterna, el único que no me engaña ni me anula, sino que me hace hijo de Dios.

Ojalá distingáis sus silbidos.

(TPC04)

Mil y un sitios a los que no irás

La respuesta de Pedro a Jesús es conmovedora. No la piensa, la dispara o, mejor, se le dispara, se le escapa del corazón y brota a borbotones:

– ¿También vosotros queréis marcharos? – Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

¿A quién vamos a acudir? Yo te lo digo, Simón. Si no hubieras conocido a Cristo, a mil y un sitios: al fútbol, al campo, a la playa, al parque, al trabajo, al bar, al cine… ¡Mira que no es grande y hermoso el mundo, tienes dónde elegir!

Pero, una vez que has conocido y amado a Cristo, si lo pierdes, no habrá lugar en la tierra capaz de recoger tu tristeza. Todo se te volverá muerte. Mira cómo llora María Magdalena junto al sepulcro, pensando que lo ha perdido. Ya no quiere ir a ningún sitio, no quiere vivir si Cristo no está a su lado. Y mírate a ti mismo, durante esos días en que pensaste que, por tu triple traición, lo habías perdido.

¡Qué ciertas son tus palabras, Simón! A mí me sucede lo mismo. Tengo mil y un sitios a donde ir, porque voy con Él. Pero, si lo perdiese, moriría de tristeza.

(TP03S)

Dos en uno

¿Qué es la intimidad? Es el espacio habilitado para el secreto, el lugar cerrado donde nacen las confidencias, el reservado donde caen los velos porque nadie mira.

Dos que se aman, cuando están en intimidad, se miran y pronuncian en voz baja palabras que no dirían si supieran que los escuchan. Lo hacen porque están el uno frente al otro, cara a cara, y a solas.

Pero ¿puede alcanzarse una intimidad mayor? Mayor que la del uno frente al otro y a solas…

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Cuando comulgo, y la carne de Cristo se une a la mía para formar un solo cuerpo, su Espíritu entra en mi alma y se queda allí a vivir. Y mi alma se introduce en la llaga del costado, se refugia allí como el ermitaño en su gruta, y decide habitar en esa cueva sin jamás salir.

Entonces no estamos frente a frente. Él está en mí, y yo estoy en Él. Él es mi invasor y yo lo he conquistado. Ya no hacen falta palabras. Es un tacto suave. Y esas confidencias jamás podrían los labios expresarlas. Dos en uno.

(TP03V)

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