Evangelio 2025

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

La fe del hombre y el poder de Dios

¿Quién expulsó al demonio de la hija de aquella mujer, Cristo o ella? La respuesta parece fácil, pero Jesús le dijo:

Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.

Entonces ¿fue aquella mujer quien, a confesarle a Jesús que también los perros comen bajo la mesa la comida de los niños, realizó el exorcismo capaz de purificar a la pequeña?

Obviamente, fue el poder de Cristo el que expulsó al demonio. Pero Jesús tenía razón en su elogio a la mujer. Puedes decir: «Porque has abierto las ventanas, la luz ha entrado en la habitación». Es el sol el que ilumina, pero, si no abres la ventana, de nada te sirve que haya amanecido.

¿Recuerdas a aquellos nazarenos que, por su falta de fe, impidieron que Jesús pudiera hacer ningún milagro? Con el hombre, el poder de Dios no basta. Es necesario que nosotros, por la fe, abramos las puertas a la gracia. Jesús es muy respetuoso con las almas: no entra en casa cuando encuentra cerradas las puertas.

¡Qué valiosas son las oraciones vocales, cuando se pronuncian con fe! Son capaces de arrojar demonios y obrar milagros… por el poder de Dios.

(TOI05J)

Las patatas fritas y la salvación del alma

En dos mil años, hemos evolucionado poco. Si el problema de los fariseos eran las carnes sacrificadas a los ídolos y la sangre de animales, ahora son las grasas polisaturadas, los hidratos de carbono, la «comida basura», los alimentos procesados y la bollería barata. ¡Guerra al colesterol! No digo que esté mal, es bueno cuidarse y tratar de vivir muchos años para servir a Dios. Pero…

Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Unas patatas fritas pringosas, crujientes y deliciosas pueden convertir tus arterias en una fábrica de colesterol, pero al corazón no llegan. Nadie se va al Infierno por unas costillas de cerdo con salsa barbacoa.

¿Sabes cuál es el alimento que llega al corazón, y no para hacerlo impuro, sino para purificarlo? La Eucaristía.

De dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios... La Eucaristía, cuando se recibe con fervor, va introduciendo en el corazón del hombre los sentimientos de Cristo, y así expulsa todas esas pasiones más tóxicas que el colesterol.

Por tanto, ten cuidado con las patatas fritas. Pero, sobre todo… comulga mucho y comulga bien.

(TOI05X)

Manos pobres, corazón limpio

Me preguntan si es mejor comulgar en la boca o en la mano. Y siempre respondo que, puesto que ambas formas de recibir la comunión están permitidas por la Iglesia, lo mejor es comulgar con reverencia y espíritu de adoración. Tanto la boca como la mano se vuelven tronos cuando sabemos que es al Rey de los cielos a quien recibimos.

He administrado la comunión sobre manos encallecidas de mujeres que se deslomaban limpiando suelos para alimentar a sus hijos. Y he deseado besar esas manos. También hubiera besado las manos ennegrecidas de un herrero que se mataba a trabajar para llevar a casa el pan, y pensé que Jesús se sentía honrado en ese trono.

¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras? Jesús no pareció insistir mucho a sus apóstoles para que se lavaran las manos. No digo que no le importara, digo que no debió insistir mucho.

Sin embargo, le importa mucho a Jesús que recibamos el pan de vida en un corazón limpio. Comulgad con reverencia en la boca o en la mano, pero jamás –¡jamás!– comulguéis en pecado. Confesad frecuentemente, mantened limpio el corazón.

(TOI05M)

Su íntimo amigo

Me he acordado de lo que le dijeron los soldados mientras Él colgaba de la Cruz: A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar (Mc 15, 31).

Colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban. Miles se curaron al contacto con Jesús, y el propio Jesús agonizó durante tres horas hasta morir cubierto de heridas y vestido de ultrajes. Él fue varón de dolores para que nosotros fuésemos salvados.

Ahora dime: ¿Qué es mejor, ser sanado por Jesús, o llevar, como decía san Pablo, en nuestros cuerpos su muerte para que otros sean sanados y encuentren la vida?

Te lo pregunto porque, en ocasiones, te quejas de que el Señor no te escucha. Le has pedido que te arregle la vida, que recomponga lo que otros rompieron en tu historia, que rescate lo que tú mismo echaste a perder y que te libere del sufrimiento que te ahoga… Crees que no hay respuesta, pero yo creo que la hay. Cristo te ha elegido para que lo acompañes en la Cruz. Eres un predilecto. Su íntimo amigo.

(TOI05L)

Más vale apóstol dormido que tibio despierto

Me la voy a jugar, y que san Pedro me corrija en el cielo si me equivoco. Pero estoy seguro de que aquella mañana Simón se durmió durante la homilía.

Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Simón volvía de una terrible y estéril noche de pesca. Estaba rendido. Sólo quería lavar las redes, tomarse el bocadillo y meterse en la cama hasta la tarde. Y llega Jesús y, sin pedir permiso, se sube a la barca para predicar. Pedro se lo permitió, pero ¿de verdad creéis que aguantó despierto? ¡Venga!

Y, con todo, ¿a quién aprovechó más el sermón, a quienes lo oyeron desde la distancia, o a quien, aun dormido, había dejado a Jesús tomar posesión de su barca?

Cuando escuchas a Cristo a distancia, llegas, rezas y te marchas agradeciendo que el sacerdote no se haya alargado o quejándote de que se alargó. Luego tu vida sigue donde la dejaste hasta el próximo domingo. Pero cuando dejas que Cristo se meta en tu vida, la ponga patas arriba y dirija tu barca… Desde ahora serás pescador de hombres. Aunque te duermas en el sermón.

(TOC05)

Cuando más cansado estás…

El Evangelio no te lo da todo hecho. Debes adentrarte en él y escrutar sus pliegues. Si no lo haces, muchos detalles humanos de Jesús se te pasarán por alto.

Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco. Tanto Jesús como los apóstoles se lo merecían. Tras días de predicación, en los que el Señor se había quedado solo mientras los Doce recorrían las aldeas, todos estaban agotados. ¿Qué podía haber de malo en una mañana de asueto, unas horas para reposar y contarse las novedades sin el apremio de las gentes? Suben a la barca, y ya sueñan con ese descanso a solas. Pero de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Y, al llegar la barca a la orilla, encuentran a miles de personas esperando.

Jesús vio una multitud y se compadeció de ella; y se puso a enseñarles muchas cosas. La traducción anterior decía que se puso a enseñarles «con calma». Me gustaba más. Porque Jesús podría haberlos despachado con cuatro frases, o haberles pedido que les dejaran descansar. Pero se olvidó de Sí, renunció a su descanso, y se entregó. Ya descansaría en el sepulcro.

(TOI04S)

La pasión de Juan

Nadie alcanza la luz sin haber cruzado antes las tinieblas. Juan era el precursor del Cristo, y no lo era sólo por sus palabras, sino por su vida entera. Si el nacimiento del Bautista fue anuncio del nacimiento de Jesús, hay, también, una pasión de Juan que es anuncio de la Pasión de Cristo. El precursor se adentró en las tinieblas en las que después se sumergiría de lleno el Hijo de Dios. La luz esperaba al otro lado.

Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. Poco sabemos de esa pasión de Juan. Sólo la atisbamos. Pero quizá, desde que fue encarcelado, sufrió una noche terrible; quizá le llegó a parecer que vencía el mal. Quizá se sintió abandonado. Quizá por eso envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si era Él el que había de venir o debían esperar a otro.

¡Cuántos «quizá»! Repito que no sabemos, sólo atisbamos. Pero lo que atisbamos se encierra en un grito: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27, 46). Cuando el Mesías rasgó los cielos con ese grito, tomó de la mano al precursor y lo llevó a la luz.

(TOI04V)

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