Se cuenta que el Cura de Ars, viendo cómo un hombre, tras haber comulgado, salía siempre de Misa precipitadamente al concluir la celebración, en cierta ocasión envió tras él a dos monaguillos con los ciriales encendidos. El hombre, extrañado de semejante escolta, preguntó a los monaguillos por qué lo acompañaban. Y los niños respondieron: «Nos ha dicho el señor cura que es usted una procesión del Corpus». Será o no será verdad, y lo habré contado mejor o peor, pero tiene sentido.
¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? Diez leprosos sanados. Nueve se marchan, y sólo uno se queda a dar gracias al Señor.
Diez personas en Misa. Nueve se marchan corriendo –tienen mucha prisa– nada más acabar la celebración. Y sólo una se queda a dar gracias durante cinco o diez minutos por la comunión recibida. ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?
Cuando comulgues, recuerda que no eres el único beneficiado. También al Señor le gusta pasar un rato contigo. Concédeselo.
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