Hablamos mucho de la Providencia, pero no sé si caemos en la cuenta de su faceta más sorprendente: que no siempre funciona.
¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
Supón que Dios y tú vais en coche. Cuando le permites tomar el volante, y tú te limitas a dejarte llevar por Él y a obedecerle en todo, la Providencia funciona. En ese viaje pasaréis por túneles, se os hará de noche, lloverá y granizará sobre el parabrisas, lucirá también un sol radiante y escucharéis música por el camino. El coche, finalmente, llegará al cielo, y allí la Virgen te abrirá las puertas para abrazarte y llevarte ante Jesús.
Pero si te empeñas en sentarte en el asiento del conductor, Dios te lo permitirá. No se retirará, se quedará en el asiento de atrás como acompañante. Y, cuando te despeñes –porque te despeñarás–, se despeñará contigo y morirá en Cruz para recuperar tus restos. Si te dejas.
Así funciona la Providencia.
(TOI14S)