La Resurrección del Señor

Espiritualidad digital – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Un milagro que me sale fatal

Seguramente está inspirado en esta escena evangélica el rito por el que, en el Bautismo, el sacerdote toca con el dedo pulgar los oídos y la boca del niño mientras dice: «Effetá».

Le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá» (esto es, «ábrete»).

Con ese rito, pedimos a Dios que se abran los oídos y los labios del niño, para que escuche la palabra del Señor y la proclame. Pero os debo confesar que es un milagro que me sale fatal. A los siete años, me vuelven a traer al niño para recibir la catequesis de comunión, y descubro que el chavalín no ha escuchado hablar de Dios en su vida, y no sabe ni recitar el Padrenuestro. Claro que la culpa no es del todo mía. ¿Cómo escuchará la palabra si sus padres no se la anuncian? ¿Cómo rezará el Padrenuestro si sus padres no se lo enseñan?

¿Cómo andas tú de oído? ¿Escuchas a Dios? ¿Qué te ha dicho hoy?

¿Cómo andas de facilidad de palabra? ¿Hablas con Dios? ¿Hablas de Cristo a quien no lo conoce?

«¡Effetá!» (a ver si ahora…)

(TOB23)

Lo que el ojo no ve

Es curioso: si le quitas el sonido a la escena, y la conviertes en una película muda en blanco y negro, Jesús y los suyos parecen una panda de desarrapados, comiendo lo que encuentran en el campo. Sudorosos, sucios los mantos por el polvo del camino y desgranando cada espiga a base de frotarlas con las manos. Para colmo, son pillados «in fraganti» por la policía moral de la época, los fariseos, que les asestan una buena reprimenda.

Ahora activa el sonido, escucha, y verás cómo todo cambia. ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él… El Hijo del hombre es señor del sábado.

Es majestuoso, impresionante. Hay tal señorío en la forma de hablar de Jesús, tanta sabiduría en esas palabras con que tapa la boca de los fariseos, que nadie dudaría de que es un rey quien habla.

Pero, con Jesús, las apariencias siempre engañan. Lo importante es lo que el ojo no ve. Mira a la Cruz y lo entenderás.

(TOP22S)

Los tuyos, a comer y a beber

Ayunar es lo que tiene. Que fastidia, porque pasas hambre. Y mucha gente, cuando anda fastidiada, no soporta ver disfrutar a los demás. Creo que se llama envidia.

Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.

A veces da la impresión de que a los fariseos les daba envidia ver comer y beber a Cristo y a los suyos, mientras ellos pasaban hambre con sus ayunos. Qué rigorismo tan terrible: me fastidio yo, pues que se fastidie todo el mundo; si no como yo, aquí no come nadie.

Pero el cristianismo, desde sus inicios, es festivo. Se origina en una inmensa alegría, y se proclama al mundo entero como buena noticia. En mi parroquia organizamos ágapes cada dos por tres, siempre hay algo que celebrar. Disfrutamos comiendo y bebiendo juntos.

¡Claro que ayunamos! Además, hoy es viernes, y los viernes acompañamos, con algún ayuno o mortificación, al Señor en la Cruz. Pero, incluso cuando ayunamos, lo hacemos para hacer hambre, para festejar después el domingo y su explosión de alegría por Cristo resucitado.

Somos unos vividores. ¡Y nos encanta! Lo siento por vosotros, fariseos.

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El sí del cansado

Hablábamos ayer de la importancia de entregar la salud, y tenemos hoy un buen ejemplo.

Vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Ahí tienes a Simón, un hombre cansado y fracasado. Toda la noche en vela, tratando de pescar sin echarse a la red ni una sardina, lavando ya las redes y deseando ir a casa a dormir.

Pero llega Jesús y se le sube a la barca. Simón le deja. Jesús predica desde allí. Simón se durmió, seguro, durante la homilía, estaba rendido. Y, al concluir el discurso, cuando Simón se dispone a volver, al fin, a casa… Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca.

«Señor, no puedo más, no hemos pescado nada en toda la noche, las redes ya están limpias y yo me muero de sueño. ¿Por qué no vienes esta noche y lo intentamos?»

No.

Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Ese sí, el sí del cansado, el sí del que no puede más, es el sí de los santos. Jesús, con ese sí, hace milagros. Llenaron las dos barcas.

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Santa suegra, ruega por nosotros

Aquella tarde, en Cafarnaún, Jesús curó a muchos enfermos. Ya sabéis, lo que importa –dicen– es tener salud. Así que supongo que la mayoría de esos enfermos se alegraron muchísimo de haber recuperado la salud, y en adelante procuraron no fumar, no beber, mantener a raya el colesterol y hacer footing todos los días, a fin de no volver a perder el tesoro que habían recobrado.

Salvo, al menos, una persona: La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella. Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.

Para que luego digan de las suegras. Bendita mujer. Con gran finura de espíritu, se percató de que esa salud era un don recibido para entregarlo. Y, desde el primer momento, decidió entregar a Cristo lo que de Cristo había recibido. «Tú me has dado la salud, yo quiero gastarla en servirte». ¡Y nadie la ha canonizado todavía! Santa suegra, ruega por nosotros.

Porque tú, santa suegra, nos has enseñado que la salud no es para conservarla en formol y morirse después con una analítica perfecta, sino para entregarla al servicio de Dios y del prójimo.

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La palabra que hace fecundos tus esfuerzos

palabraHay formas y formas de intentar ser santo, aunque sólo una nos lleva a la verdadera santidad. Por ejemplo, si a uno le gusta sufrir, puede tratar de santificarse a base de propósitos y esfuerzos. Un propósito cada día, un esfuerzo cada día… un fracaso cada día. ¿Te suena? Pues vuélvelo a intentar, no te rindas. Sigue… hasta que un buen día te des cuenta de que no puedes.

Es decir, no puedes solo. Esos propósitos y esa lucha son necesarios; no te salvarás sin ellos, porque has de demostrarle al Señor los deseos que tienes de agradarle. Pero, si sólo cuentas con tu esfuerzo, jamás lograrás nada. La fuerza del pecado es, muchas veces, mayor que la fuerza de la voluntad.

Su palabra estaba llena de autoridad… ¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.

Esa palabra poderosa de Jesús se nos ha entregado. Recíbela, como una semilla, desde primera hora de la mañana, y guárdala en el alma todo el día. Recuérdala una y otra vez. Y ella, sirviéndose también de tus propósitos y tus esfuerzos, irá cumpliendo en tu alma, poco a poco, lo que dice.

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De la alabanza a la blasfemia

El de Lucas es el relato más completo de la visita de Jesús a Nazaret. Vale la pena leerlo despacio, hay muchos matices.

Sube Jesús a hacer la lectura del profeta y, al terminar, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Contempladlo, es como una exposición del Santísimo, todos callados mirando a Jesús. Él, entonces, confirma el cumplimiento de la profecía, y la adoración se vuelve alabanza: Todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.

Hasta ahí, muy bien. Pero siempre hay alguien que pincha el globo y rompe el encanto: ¿No es este el hijo de José?

«El hijo de José… ¡Pero si hasta hace cuatro días nos estaba haciendo sillas! ¡Venga, hombre! ¿Me va a salvar a mí el carpintero?». El entusiasmo se torna en bronca.

Jesús no se defiende. Incluso los encrespa más. Y les cuenta cómo dos paganos tuvieron más fe que los israelitas. Ellos se enfurecen y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.

Conclusión: es fácil reconocer que Jesús es el Salvador. Lo difícil es dejarse salvar por Él.

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