¿Quién expulsó al demonio de la hija de aquella mujer, Cristo o ella? La respuesta parece fácil, pero Jesús le dijo:
Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.
Entonces ¿fue aquella mujer quien, a confesarle a Jesús que también los perros comen bajo la mesa la comida de los niños, realizó el exorcismo capaz de purificar a la pequeña?
Obviamente, fue el poder de Cristo el que expulsó al demonio. Pero Jesús tenía razón en su elogio a la mujer. Puedes decir: «Porque has abierto las ventanas, la luz ha entrado en la habitación». Es el sol el que ilumina, pero, si no abres la ventana, de nada te sirve que haya amanecido.
¿Recuerdas a aquellos nazarenos que, por su falta de fe, impidieron que Jesús pudiera hacer ningún milagro? Con el hombre, el poder de Dios no basta. Es necesario que nosotros, por la fe, abramos las puertas a la gracia. Jesús es muy respetuoso con las almas: no entra en casa cuando encuentra cerradas las puertas.
¡Qué valiosas son las oraciones vocales, cuando se pronuncian con fe! Son capaces de arrojar demonios y obrar milagros… por el poder de Dios.
(TOI05J)