La Resurrección del Señor

Otras conmemoraciones – Espiritualidad digital

Morada de silencio

Celebramos hoy la dedicación de la basílica de Letrán, y es inevitable llevar los ojos a lo profundo del alma, al templo más sagrado que tiene Dios en la tierra. Porque, del mismo modo que la presencia de Cristo en el sagrario consagra el templo de piedra, así la presencia del Espíritu Santo consagra el alma en gracia y la convierte en tabernáculo, en reino de Dios, en cielo.

Pero esa callada presencia del Paráclito en el alma, mientras vivimos en esta carne mortal, nunca es pacífica.

Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

Cualquier párroco me entenderá. Ahora estoy en una parroquia nueva, y aún no me atrevo a levantar la voz; todo llegará. Pero, en la parroquia en la que he vivido veintidós años, pasaba buena parte del tiempo mandando callar a quienes se saludaban y hablaban en voz alta en el lugar sagrado (era muy divertido, echo de menos esas cariñosas reprimendas). También en mi alma, muy especialmente, tengo que empuñar el látigo todos los días y aplicar una santa violencia a los ruidos que me apartan de la presencia de Dios. En este mundo no hay paz sin guerra.

(0911)

No se turbe vuestro corazón

Escucho a muchos que me dicen: «Padre, no tengo miedo a la muerte. Sé que me espera Dios». Les creo, y secretamente los envidio, porque a mí la muerte me produce pánico. Es que la muerte es fea, muy fea. Se nota que es nieta del Demonio; por él vino el pecado, y el pecado engendró la muerte. Por eso Jesús, quien sudó sangre y experimentó angustia antes de morir, dijo a los suyos: No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.

Creed… creed… La fe es la única fuerza capaz de reconciliarnos con la muerte. Porque la muerte, como ayer os decía del cielo, no está sólo al final de camino, sino que nos acompaña a cada paso. Disgustos, enfermedades, cansancios, humillaciones… sufrir no es sino morir a plazos. Entonces la fe nos muestra la Cruz, y, clavado en ella, el Amor. Ya no tienes que abrazarte a la muerte, sino al Crucificado, a Cristo. No se turbe vuestro corazón. Sé que, al final de mi vida, crucificado con Cristo, seré llamado por mi Padre, será su mano la que se pose en mi hombro y me diga: «Ven, hijo mío, ven y descansa».

(0211)

¿Y qué le pido?

pedid y recibiréisSi te dijera Dios: «Te daré lo que me pidas», ¿qué pedirías? Yo tendría cuidado de no equivocarme. Porque si le pido algo que deseo, pero que no es bueno para mí, al final podría arrepentirme de haber formulado esa petición.

Lo más sensato sería buscar el consejo de una persona sabia. Me ha tocado un millón de euros en la bonoloto, ¿en qué los gasto?

Me he acordado de Salomé. Herodes prometió darle lo que pidiese, y ella tuvo el juicio necesario para pedir consejo. Lo malo es que se lo pidió a la pérfida Herodías, y por culpa del consejo fue decapitado Juan. No creo que Salomé viviese tranquila en adelante.

Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Busquemos el consejo de la Virgen, que es trono de Sabiduría. Jesús nos ha prometido que nos dará cuanto le pidamos, que hallaremos lo que busquemos, y que nos abrirá donde llamemos. ¿Qué le pedimos?

Y la Virgen nos responde: «Pedid Cristo, buscad a Cristo, llamad a las puertas del corazón de Cristo. No os conforméis con menos».

(0510)

Tu ángel, tu amigo

La Virgen es nuestra madre. San José, nuestro padre. Jesús, nuestro Pastor y Redentor. El ángel custodio es el amigo que se preocupa por nosotros.

¿Cómo tratas a tu ángel? Él está siempre pendiente de ti. ¿Le prestas atención? ¿Le has puesto nombre? ¿Le saludas por la mañana y le das las buenas noches antes de dormir? ¿Acudes con frecuencia a él? ¿Le agradeces su protección?

Sé que son muchas preguntas. Pero es de bien nacidos ser agradecidos. Si vas por la vida con escolta, y encima gratis, porque esa escolta corre por cuenta de Dios, qué menos que tener detalles con tu protector.

Ponle nombre, que no todos los ángeles tienen por qué llamarse Ángel. Cada mañana, después de ofrecer a Dios el día y ponerte en manos de la Virgen, salúdale, que ha estado a los pies de tu cama toda la noche. Y, durante el día, habla con él, acude a él para que te ayude en tu oración y en las vicisitudes del día a día. Muchos lo invocamos para encontrar aparcamiento en la ciudad, para que nos proteja en los viajes, para que cuide nuestra casa…

Hazte amigo de tu ángel. Es un gran compañero.

(0210)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad