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Otras conmemoraciones – Espiritualidad digital

Quitad esto de aquí

Quizá nos resulta difícil, incluso estrambótico, imaginar en la iglesia a cambistas de dinero y vendedores de palomas, por no hablar de los bueyes y carneros con los que se comerciaba entonces. Eran otros tiempos. Pero tratemos de imaginar algo más acorde con nuestra época: ¿Cómo te sentirías si, al entrar en el templo, descubrieras una máquina de refrescos, otra de café, un puesto de churros, y a gente echando dinero en las máquinas como si fuesen lampadarios y tomando un café con porras en el altar? ¿No te ofendería? Pues imagina cómo se sintió Jesús aquel día.

Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Si tendrías por profanación todo ese comercio dentro del templo, piensa que así está el alma, santuario de Dios, cuando se llena de criaturas, intereses personales, dolores personales, problemas personales… Un cristiano no debería albergar en su alma nada «personal», porque todo lo «personal» está compuesto de egoísmo.

El lugar de los asuntos personales está en la Cruz. Y el lugar de Dios en el alma. En ella sólo deben morar los amores de Cristo, los dolores de Cristo, las alegrías de Cristo. Todo lo demás es mercadeo.

(0911)

Como viento en las velas

Si ayer compartíamos la alegría de los santos, hoy oramos por nuestros difuntos, por aquellos seres queridos que han partido de este mundo hacia el Cielo. Los recordamos con inmenso cariño, pero no nos instalaremos en el recuerdo, porque el recuerdo es la nostalgia por quien ya no vive. Nuestros difuntos viven; emprendieron un camino al partir de nuestro lado y nosotros, con nuestros sufragios, los acompañamos y auxiliamos.

Sé que, muchas veces, anida en el alma la certeza de que tal o cual difunto está en el Cielo. A mí me sucede con algunas personas. Pero, mientras la Iglesia no los canonice, no dejaré de ofrecer sufragios por ellos. Si yo estuviera en lo cierto y no los necesitaran, otro los aprovechará. No dejes de encargar misas por tus difuntos.

Piensa que son muchos quienes, al partir de este mundo, aún tienen un camino que recorrer hasta alcanzar los brazos de Dios. A ese camino lo llamamos Purgatorio. Un alma que sale de esta tierra es como un barco que zarpa hacia el Cielo. Y, en esa singladura, nuestros sufragios son, para ellos, como viento en las velas. ¡Con cuántas bendiciones nos los agradecerán cuando hayan alcanzado el puerto!

(0211)

“Tú, pecador

Veremos cosas grandes

El verano ya es Historia. Y el curso, que comenzó, perezoso, en septiembre, ya empieza a tomar fuerza. Como nos descuidemos, se nos lleva por delante la riada, y no volvemos a tocar tierra hasta Navidad. Pero este año no nos descuidaremos; queremos ser señores del tiempo, y no leños muertos que el tiempo arrastra. Por eso ahora, antes de que sea demasiado tarde, nos detenemos y miramos a Dios en esta pequeña bahía que la Iglesia nos ofrece en forma de témporas de acción de gracias y petición.

Confesaremos, al comienzo de esta nueva temporada de trabajo, que no somos tan importantes; que es Dios, y no nosotros, quien actúa y obra maravillas. Por eso comenzamos con esperanza; veremos cosas grandes este curso. También con gratitud, porque Dios se servirá de nosotros, unos pobres pecadores, para hacer esas cosas grandes.

Por último, comenzamos también con una súplica, con la súplica más importante: «Señor, no permitas que nos separemos de Ti. Porque sólo así, si estamos unidos a Ti, podrás Tú obrar a través de nosotros».

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá… Bendice, Señor, estos meses de trabajo con frutos de vida eterna.

(0510)

La luz en estado puro

Las fiestas de los ángeles son luminarias que se encienden en la bóveda de la Iglesia. Una luz muy blanca y muy pura ilumina a las almas cuando celebran, en asamblea, a los espíritus celestes.

No son días para decirle a nadie lo que debe hacer. Son días para contemplar, dejarse bañar en claridad y disfrutar.

Porque, en nosotros, siempre andan mezcladas luces y sombras. Sería hermoso si fuera obra de un artista, pero no lo es. Porque las sombras vienen del pecado o apuntan a él. «Padre, no sé si hago esto por amor a Dios, o para que vean lo bueno que soy». «Lo haces por las dos cosas. Amas a Dios, y te complaces cuando recibes la aprobación de los demás. Ve purificando esa intención… pero nunca la habrás purificado del todo en esta vida». Así somos. El «sí» y el «no» se mezclan en cuanto hacemos.

Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre. Los ángeles, en cambio, son puro «sí». Y si contemplamos en Miguel ese poder, ese cariño en Rafael y esa fidelidad en Gabriel… ¡qué no serán los serafines y querubines! ¡Cuánta luz!

(2909)

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