Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Fiestas de los santos – Espiritualidad digital

A todas las cosas

san benitoPara entender la vida de san Benito, como la de otros santos, debemos mirarla en el espejo roto del joven rico. Y saborear ese «prefiriendo tu amor a todas las cosas» que nos regala la oración Colecta de la misa de hoy.

Cuando aquel joven rico preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar vida eterna, Jesús lo invitó a dejarlo todo y seguirlo. Pero el joven, que concebía la vida eterna como una prolongación de esta vida temporal, decidió que no quería vivir eternamente sin sus bienes.

Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. La vida eterna no es una prolongación de la vida temporal. Es el Amor de Dios, gozado hoy y siempre. En la respuesta de san Benito, quien prefirió ese Amor a todas las cosas, comprendemos que es preciso cortar todas las amarras que nos atan a este mundo para saborear las dulzuras celestiales.

¿Qué te impide disfrutar de la oración, o de la Misa? Tus preocupaciones, tus prisas, tus urgencias… ¡las cosas! ¿Serás capaz de soltarlas, de preferir el Amor de Dios a todas las cosas?

(1107)

¿Dónde te habías metido, alma de cántaro?

apóstol santo tomásPero ¿dónde estaba este hombre?

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

¿Dónde se había metido Tomasito en el día más grande de la Historia de la Humanidad? Se había ido a su casa, como los de Emaús. Había roto con los hermanos, no tenía esperanza alguna. Y, por apartarse de los hermanos, se privó de aquella aparición en el cenáculo. Imagino a Juan y Andrés buscándolo, ¿habéis visto a Tomás? ¿Ha pasado por aquí? ¿Alguien sabe algo?

Cuando lo encontraron ya era tarde, porque quizá era miércoles o jueves. Y le dijeron: Hemos visto al Señor. Pero su corazón estaba endurecido: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

Es maravilloso ver cómo, al domingo siguiente, los hermanos habían acogido de nuevo en el cenáculo a Tomás con la alegría del padre del hijo pródigo. Y entonces vino el Señor, y el corazón rebelde se derritió.

Recuérdalo: A Cristo lo encontrarás en el seno de la Iglesia. Si rompes con tus hermanos, lo pierdes a Él.

(0307)

El tú a tú

Las grandes gestas con que Dios cambia la Historia no son como rayos venidos del cielo con estruendo y rugido de truenos. Hay estruendo, desde luego, y si el trueno tiene que rugir, rugirá. Pero el comienzo de todo es siempre un tú a tú, un momento secreto de intimidad amorosa con el hombre. Moisés frente a la zarza. María frente a Gabriel.

Tú eres el Mesías… Tú eres Pedro…  He aquí un auténtico tú a tú de dos hombres que se miran a los ojos como si no hubiera nadie alrededor. En el caso de Pablo, el tú a tú fue más violento. Más que encuentro fue encontronazo. Pero es que con Pablo todo es violento. Pablo es un volcán.

En todo caso, es ahí, en ese tú a tú, donde se forja la santidad del hombre y el futuro de la Iglesia. La grandeza de sus columnas (y Pedro y Pablo lo son) no está en la fortaleza de la piedra ni en el esplendor del capitel, sino debajo de la tierra, en lo escondido, en la Roca sobre la que se asentaron.

Cuida mucho ese «tú a tú» con Jesús. Así podrá Él hacer obras grandes contigo.

(2906)

El gran provocador

profetasJuan es la campana. El aldabonazo. El grito. El disparo al aire que paraliza al pianista y acalla a todos en la sala. Tenía que ser así: fuerte, contundente, lapidario, incluso amenazante. ¿Cómo, si no, iba a atraer la atención en medio de semejante griterío?

Es como el truco del profesor. Cuando ve que los alumnos están distraídos y sus palabras se pierden en el aire, dice «sexo», y todas las cabezas se levantan y lo miran. «Ahora que he captado vuestra atención, continuemos la clase».

Pero, en el caso de Juan y de Israel, hacía falta algo más fuerte. Y más verdadero. Llamó a los judíos «camada de víboras». Los amenazó con ser talados como el árbol derribado por el hacha. Despreció su título sagrado de «hijos de Abrahán». Acusó públicamente de adulterio al rey de Israel.

Un hombre así, en un mundo así, tenía que acabar muerto. Murió decapitado. Fue el precio por atraer la atención de los hombres hacia el Mesías.

Nosotros procuramos no molestar, no decir nada que provoque, no herir la sensibilidad de un mundo que se precipita en la muerte. Pero no acallaremos el griterío con sonrisas falsas y poemas vacíos. Necesitamos provocadores. Mártires.

(2406)

De burras, gatos y hombres

En el capítulo 22 del libro de los Números, Dios hace hablar a una burra para advertir a Balaam, su dueño, de que se está equivocando (y para quejarse por los palos que le daba, jajaja). Es todo un revulsivo para que los clérigos no nos envanezcamos de nuestra predicación. Si Dios quisiera, haría pronunciar a una burra o a un gato homilías mil veces mejores que las nuestras. Y las nuestras serían mil veces mejores si fuésemos tan dóciles a Dios como una burra o un gato.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido. Porque, al fin y al cabo, es Cristo quien elige. A los burros, a los gatos y a los hombres. Pero, en los hombres, que tenemos más inteligencia que los animales, la docilidad requiere un acto de voluntad por nuestra parte.

San Matías fue elegido por Dios a través de unos dados, tan dóciles a Dios como las burras y los gatos. Pero si el apóstol decide no dar testimonio, ni el mismo Dios puede hacerle hablar.

A ti te ha elegido Dios también. ¿Estás poniendo de tu parte? Porque no eres burra ni gato, eres hombre libre.

(1405)

Los que piden cielo

Durante su vida mortal, a Jesús le pidieron muchas cosas. Pero no todas eran igual de importantes. Ni tampoco concedió el Señor todo lo que le pidieron. A quienes le pedían un signo del cielo se lo negó. Y tampoco complació a quien le pedía que intercediera para que su hermano partiera la herencia con él. Le pidieron que curase a muchos enfermos y los curó. Pero las grandes peticiones, las que verdaderamente importaban, fueron pocas. El buen ladrón, que ya tenía todo perdido en esta vida, pidió algo realmente grande: el Paraíso.

Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¡Y nos basta! Es decir: «Si nos muestras al Padre, no queremos nada más». No es lo mismo pedir alivio para un dolor de espalda que decir: Muéstranos al Padre y nos basta. Está claro que los tres años de convivencia estrecha con Jesús purificaron mucho los deseos de Felipe.

Un joven que comienza a rezar pide ayuda para aprobar un examen. Pero si se adentra por caminos de oración, a lo largo de los años sus deseos se van mudando de la tierra al cielo. Y entonces pide gracia, pide gloria, y pide almas.

¿Qué pides tú? ¿Qué deseas?

(0305)

¡Despierta, Vicente!

almas sencillasYa os he hablado en otra ocasión del apellido de los santos, de esa «santa coma» que ponemos tras su nombre y precede al «apellido». San José tiene dos apellidos, dos santas comas. El 19 de marzo lo celebramos como «esposo de la Virgen María». Y hoy, 1 de mayo, la santa coma da paso a otro apellido: «Obrero». Lo que significa que se santificó trabajando. Trabajando en la carpintería y enseñando a trabajar nada menos que a Dios hecho hombre. No es mal apellido ése.

Quisiera yo (y pienso que Dios también) más santos con apellidos similares. Tenemos a san Isidro, desde luego, y a mi santo patrón, san Fernando, rey. Pero ¿cuánto falta para que aparezca un san Vicente, funcionario; un san Andrés, químico; una santa Antonia, esposa y madre…?

Falta el tiempo que necesita Vicente para cumplir con sus horarios de trabajo en el ministerio y considerarlos tiempos de entrega a Dios. Falta el tiempo que Vicente necesita para darse cuenta de que no sólo se santifica yendo a todas las adoraciones de su parroquia, sino también atendiendo con cariño humano y sobrenatural a los contribuyentes que pasen por su ventanilla. También a los malhumorados.

¡Despierta, Vicente!

(0105)

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