Para entender la vida de san Benito, como la de otros santos, debemos mirarla en el espejo roto del joven rico. Y saborear ese «prefiriendo tu amor a todas las cosas» que nos regala la oración Colecta de la misa de hoy.
Cuando aquel joven rico preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar vida eterna, Jesús lo invitó a dejarlo todo y seguirlo. Pero el joven, que concebía la vida eterna como una prolongación de esta vida temporal, decidió que no quería vivir eternamente sin sus bienes.
Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. La vida eterna no es una prolongación de la vida temporal. Es el Amor de Dios, gozado hoy y siempre. En la respuesta de san Benito, quien prefirió ese Amor a todas las cosas, comprendemos que es preciso cortar todas las amarras que nos atan a este mundo para saborear las dulzuras celestiales.
¿Qué te impide disfrutar de la oración, o de la Misa? Tus preocupaciones, tus prisas, tus urgencias… ¡las cosas! ¿Serás capaz de soltarlas, de preferir el Amor de Dios a todas las cosas?
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