Evangelio 2025

Fiestas de los santos – Espiritualidad digital

De Egipto llamé a mi hijo

Si tú fueras Dios, acabarías con el hambre en el mundo, con las guerras, con la muerte de niños desvalidos, con la mentira, con las injusticias y hasta con las derrotas de tu equipo de fútbol. Te anunciamos que Dios ha venido a la tierra, y gritas que es mentira. Que sigue habiendo hambre y guerras, que los niños mueren cruelmente, que siguen reinando la mentira y la injusticia y tu equipo va a bajar a segunda. Por tanto, Dios no existe.

O quizás Dios no es como tú.

Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores. Y esta masacre sucedió poco después de que Dios viniera a la tierra.

Porque Dios no ha venido a solucionar problemas, sino a perdonar pecados. Los problemas siguen, los sufrimientos persisten, y Él mismo es perseguido y desterrado a Egipto, tierra de esclavitud. Lo que ha cambiado es que ahora, con su presencia, las sombras se llenan de claridad.

De Egipto llamé a mi hijo. Y, con Él, a ti y a mí. Volvemos a casa, al cielo, y volvemos como hijos. Para eso ha venido Dios a la tierra.

(2812)

“Evangelio 2025

Ver mientras miramos

Alguien dijo que fe significa creer lo que no vemos. Pero san Juan nos ha enseñado que la fe es ver, ver con los ojos del alma lo que escapa a los ojos del cuerpo. No, el acto de fe no consiste en cerrar los ojos y gritar: «¡Creo!», sino en mantener los ojos muy abiertos y dejar que una luz ilumine lo que hay detrás del misterio contemplado. Mientras los ojos miran a la Hostia encerrada en la custodia, el alma susurra: «¡Señor mío y Dios mío!».

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Ante la visión de unos lienzos plegados en el suelo de un sepulcro, Juan ve a un Resucitado que ha vencido a la muerte y ha salido a la calle. Eso es fe.

Porque al Niño Dios no le salían rayos de la cabeza, como esas potencias que adornan al Niño Jesús de los belenes haciendo que te pinches cuando quieres besarlo. Al Niño Dios le asomaban moquitos por la nariz. Y la Virgen, mientras los limpiaba con su pañuelo blanco, se sumergía en un dulce asombro al pensar que estaba limpiando los moquitos de Dios.

(2712)

“Evangelio 2025

Ahí hay un hombre que no dice «Ay»

Ahí hay un hombre que dice «¡Ay!». Normal, le están tirando piedras y una le ha dado en la cabeza. Cuando una piedra te da en la cabeza dices «¡Ay!». Y, si puedes, sales corriendo. Incluso algunos recogerían la piedra del suelo y se la devolverían al agresor, para que también dijese «¡Ay!». Todo eso es normal.

Lo que no es normal es que a uno le tiren piedras y, en lugar de decir «¡Ay!» diga, como Esteban: Señor Jesús, recibe mi espíritu (Hch 6, 59), mientras implora el perdón para sus agresores. Eso no es normal. Es una interrogación como la copa de un pino.

Un hombre que no dice «¡Ay!», sino que entrega su espíritu y perdona a sus verdugos es alguien que ha encontrado una alegría que nada ni nadie le puede arrebatar; ni las pedradas, ni los insultos, ni las privaciones ni la muerte. Es un hombre feliz.

Ésa es la alegría que Dios trae al hombre en Navidad. El cielo ha bajado a la tierra, y Cristo en la tierra se ha convertido en camino del cielo. ¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra? (Sal 72, 25).

(2612)

“Evangelio 2025

El adverbio de los enamorados

Las decisiones importantes en la vida no deben tomarse apresuradamente. Hasta para cambiar el automóvil conviene mirar ofertas, comparar prestaciones, sopesar precios… Cuanto más si, en lugar de cambiar de automóvil, se trata de elegir carrera, cambiar de trabajo o unirte a esa persona con quien compartirás tu vida. Una decisión atolondrada puede dar lugar a muchos lamentos en el futuro.

Pero si es Dios quien llama…

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron… Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

«Inmediatamente» es el adverbio de los enamorados de Cristo. Cuando el Señor llama, la prudencia humana supone darle tiempo al Enemigo. Sé que muchos padres «sensatos» y muchos hijos «juiciosos» prefieren pensárselo: «Termina primero tus estudios y después te comprometes. Así, si fracasas, tendrás una salida». «Espera unos años, a ver si sigues sintiendo esa llamada, y después respondes». Todo ese argumentario está bien cuando tienes que tomar una decisión importante. Pero si es Cristo quien ha tomado la decisión y te ha elegido, si es su voz la que te ha removido el corazón y ha abierto un horizonte inesperado ante tus ojos… No le hagas esperar. Lánzate sin miedo a esa aventura divina.

(3011)

¡Que no, que no está lejos el cielo!

Son muchos quienes hoy amanecen melancólicos con el recuerdo de sus difuntos. Si a esto le sumamos el añadido tenebroso y farsante del halloween, la batalla parece perdida. Pero repitamos que el día de difuntos es mañana. Hoy es día de luz, no de tinieblas. Hoy celebramos a todos los santos, nos alegramos con aquellos hermanos que han llegado a su destino. Felicitad a vuestros santos de cabecera (¿no los tenéis? Yo tengo unos veinte).

Si el cielo fuera un lugar que se encuentra al final de la vida, el camino sería agotador. Y muchos podrían pensar: «Si basta con confesar, como el buen ladrón, a dos metros de la meta, ya me confesaré cuando vaya a morir». Pero no es así. El cielo está muy cerca, podemos tocarlo y gozarlo en cada momento de oración, en cada misa. Despertamos cada mañana y saludamos a los santos, nos encomendamos a ellos antes de dormir, ellos velan nuestro sueño y nos protegen cada día.

Gozad del cielo aquí, en medio de las contrariedades, y un día lo disfrutaremos plenamente, cuando, tras morir del todo, hayamos sido transformados y llevados a ese banquete eterno con quienes más amamos y más nos aman.

(0111)

El misterio de la vocación

Celebramos hoy a los santos Simón y Judas, dos apóstoles que parecen perderse en la lista de los Doce, porque ambos tienen nombres repetidos. Si dices «Simón», piensas en Pedro. Si dices «Judas», piensas en el traidor. A Simón el Celote y Judas Tadeo les gusta pasar desapercibidos.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce. Sin embargo, cuando Jesús miró a los ojos a Simón el Celote y pronunció su nombre, él no tuvo la menor duda de que estaba siendo llamado por Cristo. Y lo mismo le sucedió a Judas Tadeo.

Ese momento en que descubres que Jesús te llama por tu nombre no lo olvidas jamás. No es –en contra de lo que algunos piensan– el momento de la llamada, sino el momento en que escuchas la llamada. La llamada, la vocación, nos acompaña desde el vientre materno. Comenzamos a existir el mismo día en que Cristo pronunció nuestro nombre y nos llamó a la misión con que hemos sido bendecidos. Pero un día, en diálogo con Cristo, nuestros oídos se abrieron y escuchamos esa llamada. Bendito día, en que supimos el motivo por el que hemos venido al mundo.

(2810)

Hermosos sobre los montes

La Misa en la festividad de san Lucas comienza con esta antífona de entrada: «Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz». Amigos y hermanos sacerdotes: no omitáis la antífona de entrada (salvo que haya canto), es un tesoro. Y la de hoy es un foco de luz sobre el evangelio:

Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Somos los encargados de anunciar y llevar paz a los hombres. Sobre los montes de la soberbia de este mundo, nuestros pies llevan la hermosura de la paz de Cristo.

Pero quien está encargado de llevar la paz a otros debe, él mismo, tener paz en abundancia. De otra forma, nadie le creerá.

Sed gente de paz. Esa paz viene, en primer lugar, de la oración, cuando la oración se hace con detenimiento, amor y sosiego. También viene de la mansedumbre, que es conformidad rendida con la voluntad de Dios, sin rebeldías ni lamentos inútiles. Es la paz del niño que se deja cuidar por el Padre, y que sabe que todo es para bien.

(1810)

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