Creer sin ver es ver a oscuras
Es la última bienaventuranza pronunciada por Jesús: Bienaventurados los que crean sin haber visto. Fue pronunciada especialmente para nosotros, quienes nunca hemos visto al Señor. Porque Tomás exigió ver primero, y creyó después. Nosotros, en cambio, debemos creer primero y ver después. Somos hijos de las palabras de Jesús a santa Marta: Si crees, verás la gloria de Dios (Jn 11,40).
Creer sin ver es ver a oscuras. Supone entrar en la noche de los amantes, apagar las luces del sentido, despojar el corazón de todo consuelo y así, desnuda el alma de cualquier ropaje, acercarla a su Señor hasta que, en un abrazo, se hagan uno. El alma, entonces, es conocida y conoce a Jesús. Iluminada por su Espíritu, ve al Padre y exulta de gozo. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto (Jn 14, 7). Si seguís combatiendo a la noche con vuestras canciones y vuestros focos ante la custodia, os perderéis todo esto. Dejad que la noche y el silencio os envuelvan y conoceréis.
Los ojos quedan muertos, esperando a resucitar para poder llenarse, entonces, de la hermosura infinita de la gloria del rostro de Cristo.
(0307)