Soy un pesado, ya lo sé, no paro de dar la turra con lo mismo, y lo peor es que no quiero parar. Lo repetiré una y otra y mil veces: El cristianismo no es un artículo de consumo espiritual para burgueses, ni una forma de hacer amigos o de encontrar novio/a, ni un club exclusivo de personas espiritualmente exquisitas. El cristianismo es una explosión de júbilo cuya onda expansiva lanza a los cristianos lejos de sus casas, de sus familias, de sus amigos y hasta de sus propias vidas para enviarlos al encuentro de quienes no creen. Y si el cristianismo no es eso, es que lo hemos matado definitivamente. El «podéis ir en paz» con que concluye la Misa es una bomba que desperdiga a los fieles, no una invitación al aperitivo en el bar de enfrente.
¿A cuántas personas que no creen les has hablado de Cristo en los últimos quince días? Hasta que no respondáis todos con diez, quince, cien, doscientos… no quiero parar de dar la turra.
Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos… Ellos salieron a predicar la conversión. Al menos, esta turra no la he comenzado yo.
(TOB15)