La Resurrección del Señor

Tiempo Ordinario (ciclo impar) – Espiritualidad digital

Mientras quede un hombre mirando al cielo

Hace ya mucho tiempo que Europa se postró en tierra, y desde entonces no se ha levantado. Se eliminó a Cristo del escenario público, se retiraron crucifijos de los edificios oficiales, y se borró el nombre de Dios del vocabulario de los poderosos. Ya no hay alma para Europa, ni cielo, ni trascendencia. Se otorgan derechos a los animales porque cada vez es más difícil distinguirnos de ellos, salvo por los teléfonos móviles. Gran parte de la población europea no tiene en su horizonte más que tierra. Así vivimos, enterrados en ataúdes con conexión a Internet. Y quien se ponga de pie, quien ose hablar de cielo, de Dios o del alma, será expulsado furiosamente del escenario.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre. Aunque nos cancelen, aunque se rían, aunque nos ataquen o nos ridiculicen, debemos seguir de pie, asentados fuertemente en la tierra y con la mirada en Cristo. Mientras quede un hombre mirando al cielo hay esperanza para Europa. Porque, según se toman el trabajo de vomitarlo, ese hombre erguido seguirá recordándoles que hay algo más que tierra.

(TOI34S)

Por eso…

A lo largo de esta semana, las palabras del Señor han grabado a fuego en nuestras almas una verdad: Todo se viene abajo. La vida se acaba, los imperios se desmoronan, la belleza se marchita y la juventud pasa. Vivimos sentados sobre un cataclismo. ¿Dónde nos agarraremos?

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Ahí tienes el refugio seguro, ahí está tu asidero.

Por eso las palabras del Señor son la roca firme en la que apoyarnos para tener vida.

Por eso dice Simón Pedro: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68).

Por eso dice el propio Cristo: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará (Jn 15, 7).

Por eso, un día empleado en meditar las palabras de Cristo es, ya antes de la muerte, un día de cielo.

No te conformes con leer el evangelio por la mañana y olvidarte después. Grábalo a fuego en tu memoria, o recuerda, al menos, algunas frases, y saboréalas mientras trabajas, conduces o compras. Que sean ellas tu descanso durante el sueño, y tendrás vida.

Por eso no tememos. Porque escuchamos.

(TOI34V)

Ejerced de profetas

Churchill, según una de las mil anécdotas que se le atribuyen, dijo que necesitaba un par de horas para preparar un discurso de quince minutos. Entonces le preguntaron cuánto tiempo necesitaría para preparar un discurso de una hora. Respondió: «Ese discurso no necesito prepararlo. Lo comienzo ahora mismo, si usted quiere».

Es verdad. Una homilía de ocho minutos me lleva, muchas veces, casi una hora de preparación. Si no preparo nada y empiezo a hablar, no me callaré en media hora. Por eso tengo obligación de preparar las homilías. Pero, muchas veces, aun teniendo delante el guion que he escrito, sin saber por qué, omito algunas partes. Y otras, de repente, me salgo del guion y ya no soy dueño de mis palabras. Es lo que tiene el poner los labios al servicio de Dios.

No tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Los sacerdotes debemos preparar la predicación, pero vosotros, cuando habléis de Dios con vuestros amigos, ni siquiera lo necesitáis. Abrid la boca y dejad que el Espíritu tome las riendas. Ejerced de profetas, ya que lo sois por el Bautismo.

(TOI34X)

Algo que no muera, ni canse, ni aburra

El templo construido por Herodes era de una belleza espectacular. Las gentes que acudían hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos. Jesús, viendo aquellos rostros de admiración, dijo a los suyos: Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.

Recuérdalo, si quieres ser sabio.

Cuando veas una flor hermosa, recuerda que pronto estará seca y sepultada en la basura.

Cuando te fascine un cuerpo joven y hermoso, recuerda que pronto será viejo y lo llevarán en silla de ruedas.

Cuando contemples maravillado un amanecer, recuerda que pronto anochecerá.

Cuando disfrutes de una obra de arte, recuerda que, tras mucho disfrutarla, te cansará.

¿Existe algo sobre la tierra que no canse, una luz que no se apague, una hermosura que no llegue a aburrir? Por lo que yo sé, existe. Llevo muchos años celebrando misa todos los días, y cada vez la disfruto más. Si esto sigue así, acabaré por reventar de gozo.

¿Existe algo sobre la tierra que no se mueva, que no se caiga, que permanezca en pie mientras todo se desmorona? Sin duda: la Cruz. Quien se abrace a ella se salvará.

(TOI34M)

Una gota de perfume

Todos los lunes por la mañana, en nuestra parroquia tiene lugar «la cuenta». La empleada del despacho y un miembro de la junta de economía parroquial se reúnen para contar el dinero obtenido en las colectas del fin de semana. Se vuelca la bolsa sobre la mesa, y allí nadie sabe de dónde procede cada euro. Se compara el total con el presupuesto, y conforme a eso sabemos si la colecta ha sido buena, mala o regular.

Mientras tanto, Dios hace su propia «cuenta». Y la hace con el olfato. Porque Él huele cada ofrenda. Y algunas monedas le huelen a amor, mientras algunos billetes le huelen a rancio.

Esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir. Aquellas monedas de la viuda eran como los cinco panes que un niño le entregó en el monte. Poca cosa, en apariencia, pero, para quienes lo entregaban, lo eran todo.

A quienes tenemos que cubrir unos gastos nos importa la cantidad. Pero a Dios una gota de perfume le alegra más que cien litros de agua sucia.

(TOP34L)

Abrahán de Dios

La Fe católica nos dice que, un día, todos seremos juzgados. Ese día será, desde luego, cuando el Señor nos llame a salir de este mundo, y entonces seremos juzgados a solas. Después, cuando Cristo vuelva, tendrá lugar el Juicio final.

¿Temes al Juicio?

Los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos… ¿Quién, de entre los hombres, será digno de ese premio? Te lo diré: nadie, salvo el propio Cristo. Si alguno piensa que se hará merecedor del cielo con su esfuerzo, que abandone toda esperanza.

Pero la esperanza nos sale al encuentro en cada misa: «Te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia». Él, el único digno, nos llena por dentro con su Espíritu y nos hace suyos. Sólo tenemos que dejarnos alcanzar, dejarnos limpiar, dejarnos invadir por Cristo, hasta que todo cuanto hay en nosotros le pertenezca. Por nosotros mismos no merecemos gloria, pero participaremos de la suya si hemos sido invadidos.

Lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán». «Dios de Abrahán» significa también «Abrahán de Dios». Como Teresa de Jesús.

(TOI33S)

Lugares de silencio

temploLos templos, cuando no se están celebrando actos de culto, deberían ser los lugares más silenciosos de la tierra. Lo necesitamos más que nunca, porque el mundo está lleno de ruido. Cuando una persona cruzara las puertas de la iglesia, el silencio debería cortarse. Así se daría cuenta de que ha entrado en un lugar de oración, como si fuera la antesala del cielo. Pero si entras en un templo y encuentras a los feligreses saludándose unos a otros, besándose y charlando entre ellos como si no tuvieran nada mejor que hacer, te dan ganas de salir para asegurarte de que no has entrado en Mercadona.

Escrito está: «Mi casa será casa de oración»; pero vosotros la habéis hecho una «cueva de bandidos». Hombre, tampoco hay que exagerar. Nuestros feligreses no son bandidos, ni mercadean en el templo, como aquellos hombres. Pero, en ocasiones, si no una cueva de bandidos, nuestras iglesias parecen una jaula de cotorras.

Hasta que no amemos el silencio, no escucharemos a Dios. Porque Dios habla con silencios, y sólo los amantes del silencio lo escuchan. Cuando un templo está poblado por feligreses silenciosos, se cumple el evangelio: Todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

(TOI33V)

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