Evangelio 2025

Tiempo Ordinario (ciclo impar) – Página 2 – Espiritualidad digital

Cuando el Dios impasible decidió padecer

Dios, por definición, es impasible. Eso significa que no siente ni padece. No cabe en Él alteración alguna, porque –dicen los filósofos– es acto puro. Si en la Escritura aparece en ocasiones enfadado, arrepentido, o cambiando de opinión, eso no son sino formas de hablar adecuadas al entendimiento humano. Pero Dios ni se enfada, ni se arrepiente, ni cambia de opinión.

Gracias, Aristóteles. Todo muy verdadero.

Hasta que a Dios le da por hacerse hombre.

Y, de repente, un Dios con corazón humano ríe, llora, goza, sufre… ¡Y se asombra! Y va a su pueblo, y sus vecinos lo reciben con desdén y envidia, y a Dios se le parte el corazón mientras Aristóteles se rasca la cabeza porque eso no entraba en sus previsiones.

«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.

¡Qué bien entendéis las madres a este Dios sufriente, cuando veis que de nada sirven las palabras con el hijo que se apartó del camino! Y, entonces, sólo os queda lo que a Cristo: oración y sacrificio.

(TOI04X)

Mi querido hemorroíso

Hay quien dice: «Yo rezo por todos, menos por mí. Por mí, que recen los demás». Parece una postura generosa y humilde, pero esconde una secreta soberbia. Lo malo es que si le dices eso a quien te ha hecho tal declaración va y se enfada («¿Soberbio yo?»). Así que lo pongo por escrito y cada cual se apañe.

En el Evangelio hay personas que piden por otros. Hoy mismo, Jairo suplica a Jesús que cure a su hija. Pero también hay quien, como la hemorroísa, pide por ella. ¿Con quién te identificas más?

Puedes pensar que es más noble pedir por otros que pedir por ti. Pero si realmente supieras lo pobre que eres, lo enfermo que estás, y la necesidad que tienes de ser sanado, tu primera súplica del día sería: «¡Señor, ten misericordia de este pecador!».

Créeme: si no has sido primero la hemorroisa, no quieras ser Jairo. Por eso, comienza por preguntarte a ti mismo cuál es tu enfermedad. Y póstrate ante Jesús como un leproso, toca la orla de su manto en los sacramentos de la Iglesia, y déjate limpiar por dentro hasta que quedes sano de tu lepra.

Luego, si quieres, arreglamos el mundo.

(TOI04M)

La vocación matrimonial

Como se considera la opción «por defecto», el matrimonio está devaluado como vocación. La gente piensa: «Tú, de primeras, busca pareja y cásate… salvo que tengas vocación, claro». Es un error. El matrimonio, cada matrimonio, es fruto de una llamada divina personal e intransferible. Repara en que he escrito «cada matrimonio». Hay quienes, por no escuchar a Dios, se casaron con la persona equivocada.

En los evangelios vemos a Jesús llamando a algunos a abandonar su familia para seguirle. Pero ¿hay algún caso de llamamiento expreso al matrimonio? Lo hay. Está en el evangelio de hoy.

El que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».

Tan poderosa y exigente es esta llamada como la que recibieron san Pedro o san Pablo. Es la vocación de gran parte de vosotros. Los casados podéis llegar a personas a quienes los sacerdotes no llegamos. Pero debéis recordar que vuestra vocación es apostólica. No os quedéis encerrados en vuestras familias o en vuestros grupos de fe.

(TOI04L)

¿Aún no tenéis fe?

Se llama angustia. Es la sensación de no hacer pie, de que todo se mueve a tu alrededor y la tormenta te engulle, de que llamas al cielo y no hay respuesta, porque Dios duerme. Y sientes que te falta el aire, que te ahogas sin remedio en la muerte, en la nada…

¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?

Si tuviéramos fe, no temeríamos nada, salvo al pecado, que nos aparta de Dios.

Si tuviéramos fe, sabríamos que incluso dormido, incluso muerto y encerrado en un sepulcro, Cristo gobierna el Cosmos y reina sobre la Historia.

Si tuviéramos fe, descubriríamos que, también cuando calla, especialmente cuando calla, Cristo está hablando. Él es el Verbo.

Si tuviéramos fe, sabríamos escuchar sus silencios y postrarnos ante su sepulcro, como la Virgen, porque es sábado, y el corazón de la madre está arrodillado ante la sepultura del Hijo.

Si tuviéramos fe, no despertaríamos al Amor. No despertéis, no desveléis al amor, hasta que le plazca (Ct 2, 7).

Es decir, hasta mañana. Mañana será domingo. Mañana será verdad lo que sucedió en el Lago: El viento cesó y vino una gran calma.

Si tuviéramos fe, también nosotros dormiríamos. Todo va bien.

(TOI03S)

Me debes un bizum

Antes tenías que salir de casa, ir al Banco y esperar cola. Después rellenabas un formulario, ordenabas una transferencia y, a los dos o tres días, la transferencia llegaba al destino. Ahora haces un bizum y, al instante, el dinero está en la cuenta del agraciado. Nos gusta lo inmediato, y la tecnología nos lo ha puesto fácil. Muchos padres quisieran educar a los hijos como quien envía un bizum: «Niño, ordena tu habitación»… Pero nada. La habitación sigue hecha una leonera, y el niño tan campante. En el apostolado nos sucede igual: «Padre, le he hablado de Dios a una amiga, pero no me hace caso». ¿Y qué creías, pensabas evangelizar por bizum?

La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.

Un bizum tarda un segundo en llegar. Pero una planta no crece más deprisa porque tires de ella. Ten paciencia, has sembrado buena semilla en tus hijos y en tus amigos. Esa semilla irá obrando por sí sola y dará fruto en su tiempo, quizás ni siquiera estés allí para verlo. Hay madres que han visto a sus hijos convertidos desde el cielo. No pasa nada. Tú siembra, reza… y confía.

(TOI03V)

Disparates de sentido común

Muchas cosas que en este mundo nos parecen de sentido común son disparates en el reino de Dios. Y muchas otras, que nos parecen disparates en este mundo, son de sentido común en el reino de Dios. Por ejemplo:

Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

En este mundo, el que tiene es quien guarda sus bienes, los invierte y los acrecienta. Y a ése le cae encima la mano de Hacienda, le quita una parte de lo suyo y se lo da al que no tiene para que pueda sobrevivir. Se llama «justicia social», y, en términos generales, no nos parece mal.

En el reino de Dios, sin embargo, el rico Epulón es un pobre hombre que sólo tiene Lamborghinis y langostinos, y a quien, para colmo de males, la muerte le arrebatará lo poco que tiene. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

Quien realmente tiene, en el reino de Dios, es el hombre generoso que entrega la vida sin cicatería. Y ése, además de ser rico en bendiciones y en gracia, es saciado de vida eterna. Al que tiene se le dará.

(TOI03J)

El buen maestro y las verdades aplastantes

El buen maestro nunca da al alumno todo hecho, ni le muestra verdades aplastantes frente a las que no quepa otra reacción que el asentimiento, ni le ofrece las conclusiones ya elaboradas. Mi padre se queja de que, cada vez que me pide ayuda para un problema informático, me pongo a teclear a toda prisa y le resuelvo el asunto en dos minutos, pero no le enseño a resolverlo. No soy un buen maestro. El buen maestro hace pensar al alumno, le plantea las premisas y deja que él saque las conclusiones.

A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».

En las parábolas no hay verdades aplastantes. A quienes buscan la verdad, la parábola les marca el camino. Después la inteligencia, al interpretar la parábola, encontrará el tesoro. Pero, a quienes huyen de la verdad, la parábola les permite quedarse a medias en un «no entiendo» que es «no quiero entender».

Porque Jesús sólo quiere que encuentren la verdad quienes la buscan.

(TOI03X)

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