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Tiempo Ordinario (ciclo impar) – Página 2 – Espiritualidad digital

De la gloria al abismo en diez minutos

Conocemos bien el camino por el que transitó Simón Pedro. Todos lo hemos recorrido. ¿Quién podría ensañarse con el príncipe de los apóstoles, cuando tan semejantes somos a él? Le pregunta Jesús: ¿Quién decís que soy yo?. La pregunta tiene truco, es un huevo de pascua, lleva escondida la respuesta. Basta cambiar de lugar las dos últimas palabras: «¿Quién decís que YO SOY?». Así se identificó Yahweh ante Moisés: «Yo soy». Pero los apóstoles no estaban para huevos de Pascua, y a Pedro le puso el Espíritu la respuesta en los labios: Tú eres el Mesías. Minutos después, sin embargo, cuando Jesús le anuncia los sufrimientos por los que pasará, el apóstol se revuelve y se puso a increparlo. Jesús le increpa: Piensas como los hombres, no como Dios. De la gloria al abismo en diez minutos.

Son los que tardamos, muchas veces, en salir de la iglesia y encontrarnos con la cruz. Rezamos en el templo: «Santo, santo, santo es el Señor, Dios del Universo»… Termina la misa, salimos a la calle, y el automóvil no arranca. «¿Por qué a mí, Señor, si vengo de misa? ¡Todo me cae encima, ya está bien!»…

Pobres de nosotros. Y pobre Señor.

(TOI06J)

Médico y medicina

Tened cuidado con los escrúpulos. Dañan al alma y, muchas veces, el Maligno se sirve de ellos para apartarnos de Dios. Me dice una mujer: «Padre, estoy tan enfadada con mi marido que no me atrevo a comulgar en este estado». Hace bien en decirlo, pero haría mal en no comulgar. De la comunión sólo debemos abstenernos si nos encontramos en pecado mortal. Pero el enfado no es un pecado, es un sentimiento. Si no nos dejamos mover por él, ofende tanto a Dios como un dolor de cabeza. No obstante, la respuesta a la inquietud de aquella mujer la tenemos en el evangelio de hoy:

Le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos… Fíjate en cuántas gracias brotan del cuerpo de Cristo. Y en cómo, antes de comulgar, confesamos: «Una palabra tuya bastará para sanarme». ¿No te das cuenta de que ese cuerpo es medicina para nosotros?

No comulguemos como quien recibe un premio a la virtud. Comulguemos como enfermos necesitados de sanación, y seremos curados. Estarás menos enfadada con tu marido después de comulgar, ya lo verás.

(TOI06X)

Distintas formas de temblar

¿A quién le gusta que le metan miedo? Bueno, hay gente para todo, y las películas de terror siguen teniendo su público. A mí me gusta que una película me haga reír o llorar, incluso que me haga pensar. Pero quien me mete miedo me hace sufrir, y no pago para sufrir, que bastantes sufrimientos me trae gratis la vida. Aquellos fariseos, sin embargo, parecían empeñados en que los hicieran temblar:

Le pidieron un signo del cielo. No les bastaba con ver andar a un paralítico. Querían que se les cayera la luna encima, o que las estrellas se precipitaran sobre sus cabezas. Haznos temblar, y creeremos en ti.

Habrá tiempo para el tembleque cuando el Señor vuelva. Pero, hasta entonces, no ha querido mostrar ese signo que le pedían. Más bien, nos ha dado todo lo contrario. Se fue a la otra orilla, al otro extremo. Porque, en la Cruz, Cristo no parece Dios. En la Eucaristía, ni siquiera parece hombre. Y, durante el día, muchas veces parece dormido.

Sin embargo… ¡Cómo enamora el crucifijo! ¡Cómo enamora la sagrada Hostia! ¡Cómo conforta esa presencia silenciosa del Espíritu en el alma! Podrías temblar, sí… pero de amor. Es mejor eso.

(TOI06L)

¡Qué bien comemos cuando comemos bien!

que nada se desperdicieNo vino el Hijo de Dios a la tierra para acabar con el hambre en el mundo, porque esa tarea nos la ha dejado a nosotros. Pero habrá que reconocer que, cuando sació el hambre, lo hizo a conciencia. No se conformó con ofrecer un montadito de sardinas para poder aguantar hasta la cena, sino que alimentó a su pueblo con toda la abundancia de su poder de Dios. La gente comió hasta quedar saciada. ¿No habéis dicho nunca, después de una comida opípara: «Hoy no ceno»? Pues eso. No creo que aquellos hombres cenasen aquel día.

Entiéndelo bien, que se trata de un signo. No quiere el Señor que te pegues un banquete cada día. Recuerda el final de Epulón, y procura ser sobrio en el comer, en el beber, y en cualquier satisfacción de la carne. Incluso no te vendrá mal quedar siempre con un poco de hambre o un poco de sed, no vaya a desmandarse el cuerpo y a apoderarse de ti. Pero aquel alimento era signo del Pan que alimenta el alma, y el alma quiere Dios que se sacie de Cristo. ¿Por qué limitarte a comulgar los domingos, si puedes comulgar todos los días?

(TOI05S)

¿Quién permanecerá fiel?

Sana Cristo a un enfermo, y dicen los hombres, asombrados: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Mañana, el enfermo será Jesús, quien se mostrará al mundo pendiente de una cruz. Y entonces los hombres exclamarán, con desprecio: A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos (Mc 17, 42).

Hoy Jesús, para sanar a un mudo, con la saliva le tocó la lengua. Mañana, el mismo Jesús, coronado de espinas, recibirá salivazos en la cara.

Y todo ello dependerá de que a nosotros nos vaya bien o nos vaya mal. Si cura a nuestros enfermos y nos otorga lo que le pedimos, es nuestro Salvador y acudimos a su lado. Si nos invita a morir con Él, nos alejamos, renegamos de Él y ya nos buscamos la vida por nuestra cuenta.

¿Quiénes quedan, al final, fieles? Quienes no aman lo que Cristo les da, sino que lo aman a Él. Y tanto lo aman cuando multiplica los panes como cuando suda sangre, porque, triunfante o sufriente, Cristo es su único tesoro. María, Juan, Magdalena… ¿Tú? ¿Yo?

(TOI05V)

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

cananeaMarcos sitúa el encuentro entre Jesús y la mujer cananea en una casa: Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse. Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. Mateo y Lucas, sin embargo, sitúan este encuentro en el camino, a través del cual la mujer fue siguiendo al Señor, hasta que lo adelantó, le cerró el paso y se postró ante Él.

En la casa, Jesús la ignoró; hizo como si no existiera. Después se marchó sin mirarla, y ella salió tras Él gritando. De ahí el hartazgo de los apóstoles, del que nos dan cuenta Mateo y Lucas. Finalmente –quizá habían caminado kilómetros–, cuando Jesús se dirigió a ella, fue para humillarla: Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. Y después, cuando aquella mujer respondió con humildad al aparente desprecio de Jesús, le concedió cuanto pedía.

Pienso en quienes me dicen: «Rezo, pero Dios no me escucha»… ¿Hasta dónde estáis dispuestos a llegar, si sabéis que lo que pedís es bueno? ¿Hasta el Calvario?

(TOI05J)

El verdadero interior del hombre

El interior de un hombre no son sus tripas. Tampoco sus sentimientos. Eso no es sino el fondo de la corteza. El verdadero interior del hombre es su alma, ubicada en un lugar mucho más profundo. No; no somos lo que comemos, ni somos, tampoco, lo que sentimos. Somos lo que amamos, y el verdadero amor nace y se recibe en lo más profundo de la persona, allí donde brota la decisión de entregar la vida.

Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre. Estas palabras del Señor se aplican a todo lo que impacta desde fuera en el ser humano. Ni los latigazos, ni los clavos herrumbrosos con que lo atravesaron, ni los repugnantes salivazos con que lo ultrajaron pudieron ensuciar el corazón de Cristo.

Lo que puedan pensar o decir de mí, lo enfermo o lo sano que esté, el sufrimiento que padezca, el prestigio o la deshonra que acumule… nada de eso me hace impuro ni me lleva al Infierno. Sólo el pecado me ensucia y me condena. Y contra él debo luchar con todas mis fuerzas. Sólo la gracia y el Amor de Cristo me purifican. Y debo anhelarlos como nada en este mundo.

(TOI05X)

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