La Resurrección del Señor

Tiempo Ordinario (ciclo impar) – Página 2 – Espiritualidad digital

Lo que conduce a la paz

Reza el salmo: Demasiado llevo viviendo con los que odian la paz. Cuando yo digo: «Paz», ellos dicen: «Guerra» (Sal 120, 6-7). Y llora Cristo: ¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.

Llora porque viene a traer la paz, y los hombres no la quieren. No llora sobre paganos, sino sobre Jerusalén, la ciudad de Dios. Y llora también sobre nosotros, si no hemos querido conocer lo que conduce a la paz.

¿Qué es lo que conduce a la paz? Precisamente aquello que nos quita la paz. Lo que nos quita la paz que ofrece el mundo nos conduce a la paz que Cristo da.

¿Quieres algunos ejemplos? Piensa en todo aquello que dices que te quita la paz: soportar a quien te trata mal, perdonar a quien te ofende, dejarte interrumpir por la persona inoportuna, permitir que te cambien los planes, renunciar a tu forma de hacer las cosas para contentar al prójimo, amar a quien te odia… Es decir, la Cruz.

El mundo te dirá que la Cruz te quita la paz. Cristo te anuncia que la paz, la verdadera paz, está en la Cruz.

(TOI33J)

La alegría del generoso

Me dices que has perdido la ilusión, que ya no quieres vivir, que no encuentras sabor a la vida ni motivo para levantarte cada mañana de la cama. Y te responderé desde aquí lo que ya te dije al oído.

Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles: «Negociad mientras vuelvo». Si sabes darle la vuelta a esa falta de ilusión, la aprovecharás a favor. Porque, igual que aquellas minas que el rey entregó a sus siervos, la vida no se te ha dado para que la disfrutes, sino para que la entregues, para que alegres las vidas de quienes te rodean y así la tuya pueda dar fruto abundante.

¿Ya no te apetece vivir tu vida? Saldrás del túnel, un día dejarás de sentirte así. Pero, entre tanto, si no te apetece vivir tu vida, no la tires, que es muy valiosa. Si no quieres vivirla tú, deja que se la vivan los demás. Sé generoso.

¿Sabes? Cuando descubrimos que nuestra vida es útil a nuestros hermanos, nos damos cuenta de que vale la pena vivirla así, como un don. Y, de repente, Dios nos regala una extraña alegría. Debe ser eso la felicidad.

(TOI33X)

Un ciego muy envidiable

Hay videntes que no ven nada, y hay ciegos que ven muchísimo. Bartimeo veía más que todos los fariseos juntos. La prueba está en las palabras que le dedica Jesús:

Recobra la vista, tu fe te ha salvado.

Más luz recibía Bartimeo de aquella fe que la que después recibió del sol. Porque, aunque sus ojos estaban sellados, él veía que Jesús podía curarlo; es decir, que era Dios. Veía claramente que no debía callar en sus gritos, aunque los hombres se lo pidieran, porque es mucho mejor relacionarse con Dios que obedecer a las criaturas. Veía que tenía que darle pena a Cristo y despertar su compasión.

Por tanto, aunque la ceguera física no es una cualidad envidiable, este hombre debería despertar en nosotros, por su fe, una «santa envidia». Porque muchas veces nosotros, que llevamos gafas para corregir la miopía, no vemos lo que tenemos delante de nuestras narices: a Cristo, a la Virgen, a nuestro ángel, y esa mano providentísima de Dios que todo lo ordena para nuestro bien.

No sabemos qué fue de Bartimeo después de aquello. Pero deseo su suerte para mí: llegar a ver con mis ojos a quien ahora veo por la fe.

(TOI33L)

Jesús y yo hablando del tiempo

Cuando Jesús y yo hablamos del tiempo, siempre reñimos. Y no me refiero al tiempo meteorológico, sino al tiempo, tal cual: minutos, horas, días, años… Hoy, por ejemplo, ya la tenemos montada. Porque el Señor, hablando de su segunda venida, dice a los apóstoles: Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Y yo leo esto y me pongo farruco: «¿Sin tardar? ¿En serio? Hace dos mil años que te fuiste, y aún te estamos esperando. ¿A eso le llamas Tú “sin tardar”?»

Ya se ve que Jesús y yo tenemos una concepción distinta del tiempo. A mí, como a aquellas diez vírgenes de la parábola, siempre me parece que llega tarde. Y Él, tan tranquilo. Pero, claro, Él es Señor del tiempo y yo estoy atrapado en el tiempo. Tenemos perspectivas distintas.

Al final, siempre me rindo. Con toda seguridad, Jesús vendrá a su hora, y será pronto, aunque a mí se me haga larguísimo. Pero, cuando eso suceda, cuando Cristo haya vuelto y todo lo miremos, al fin, desde el cielo, entonces nos daremos cuenta de que no ha tardado.

(TOP32S)

¿Dónde, Señor?

hijo del hombreA lo largo de la Historia, nunca han faltado profetillas de medio pelo que han vaticinado el fin del mundo a fecha fija. Desde Montano y Savonarola, hasta el día de hoy. Obviamente, todos ellos han fallado porque, de otra forma, ni yo me habría tomado el café esta mañana, ni vosotros estaríais leyendo estas líneas. La costumbre no se ha perdido; también hoy tenemos voceadores de la gran catástrofe que parecen no haber aprendido la lección.

Lo que me hace gracia es que, en el evangelio de hoy, tras anunciar Jesús los signos que precederán a su segunda venida, los apóstoles no preguntan «¿cuándo?», sino ¿dónde, Señor?  La respuesta de Jesús es de lo más críptica: Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres.

Me gusta la traducción que hace el P. Brukberger de estas palabras en su «Historia de Jesucristo». Cambia «cadáver» por «cuerpo» y «buitres» por «águilas». Y el resultado es asombroso: vemos a la Iglesia agrupada en torno a la Eucaristía como las águilas en torno a la presa. Y, entonces, la respuesta al «¿dónde?» es: en el altar. Si, cuando vuelva, el Señor nos encuentra reunidos en torno al altar, seremos llevados con Él.

(TOI32V)

Así no hay quien se entienda

Uno se pregunta qué posibilidad de entendimiento había entre los fariseos y Jesús. Como le sucedería después con Pilato, Jesús y los fariseos hablaban lenguajes distintos. Empleaban las mismas palabras, pero su significado era, en ocasiones, contrario. ¿Cómo iban a entenderse, si aquellos hombres no estaban dispuestos a escuchar lo que Cristo quería decir en realidad?

¿Cuándo va a llegar el reino de Dios? Los fariseos entendían por «reino de Dios» un reinado político, el derrocamiento del poder romano y la instauración de una monarquía semejante a la de David que llevara al pueblo de Israel a una época de esplendor.

El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: «Está aquí» o «Está allí», porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros. Jesús habla, sin embargo, de un reinado eterno e interior, que se establece en los corazones de los hombres y los abre a Dios.

Era todo lo contrario de lo que perseguían los fariseos. Porque ellos buscaban triunfos y Jesús les hablaba de un reinado ejercido desde la Cruz: Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación.

Ellos buscan una cosa, y Jesús les ofrece otra.

¿Qué buscas tú?

(TOI32J)

Hacer milagros y salvar almas

diez leprososUn amigo mío dice que eso de hacer milagros está «chupao». Lo difícil es salvar almas.

Tiene toda la razón. Para hacer milagros sólo hace falta fe. Si, según nos dice el Señor, con fe le ordenas al monte que se plante en el mar, el monte te obedece y se pega un baño en la playa de Torrevieja. Pero si, con fe, le dices a un pecador que se confiese, y al pecador no le da la gana de acudir al confesonario, tendrás que entregar hasta la última gota de sangre y llorar hasta la última lágrima por ese hombre. Es más fácil mover un monte que mover un alma.

¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? Ahí tienes la prueba: diez milagros y una sola conversión. Para sanar la lepra de aquellos hombres, Cristo sólo necesitó su poder. Para poner de rodillas a los nueve que se volvieron a casa a jugar al futbolín sin ni siquiera dar las gracias al Médico, tuvo Jesús que morir en una cruz.

Dios ha hecho muchos milagros contigo. No le pongas difícil salvarte.

(TOI32X)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad