Supongo que Jesús se reiría por dentro al conocer esas discusiones estúpidas de los fariseos sobre su lugar de nacimiento:
¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.
O sea, que si es de Galilea no puede profetizar, porque ningún galileo ha profetizado nunca. Alguno tendría que ser el primero, digo yo. ¿Y si es de Burgos? Como si los hombres nacieran de la tierra, igual que las patatas. Valiente majadería.
Jesús podría haberlos callado rápidamente; le hubiera bastado con enseñar su partida de nacimiento, porque Él no había nacido en Galilea, sino en Judea; y nada menos que en Belén, la tierra del rey David, de la que estaba anunciado que procedería el Mesías. Pero ¿para qué? Su nacimiento en Belén es confirmación para quienes creemos, nada más. Pero para salvar al hombre no bastaba con haber nacido en Belén.
Jesús salva al hombre porque procede del Padre. Ésa es la partida de nacimiento que Jesús siempre exhibió, y que los fariseos nunca aceptaron.
Tampoco nosotros redimiremos almas por ser de Madrid, ni de Jalisco. Ni por ser guapos o cantar bien, sino por estar unidos a Cristo y haber nacido de su costado.
(TC04S)