A la hora séptima

Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sanoSan Juan es muy cuidadoso con las horas. Igual que detalla que conoció al Maestro a la hora décima, nos explica cuándo sanó Jesús al hijo del funcionario real: Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre.

La hora séptima es la una de la tarde. A esa hora, en un día de viernes pendía Cristo de una cruz. Y era ya de noche, porque, en ese viernes, las tinieblas cubrieron la tierra desde la hora sexta hasta la hora nona.

Baja antes de que se muera mi niño, le gritaba el padre. También, también ese viernes, a esa hora, le gritaban los hombres que bajase, que descendiese de la Cruz si era rey. No bajó en aquel viernes, y tampoco bajó ante las súplicas del funcionario real. Pero, sin bajar, curó: Anda, tu hijo vive.

Sin bajar, curó. Si hubiera bajado, si hubiera obedecido a Satanás mientras éste lo tentaba por boca de sus hijos, no nos hubiera curado. Era necesario que permaneciera en alto. Desde lo alto del Leño, sin bajar, nos curó a todos a la hora séptima. Quizá era a esa hora cuando gritaba: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 3, 34).

(TC04L)