Señor mío Jesucristo…

Procuro que los niños de mi parroquia aprendan el «Señor mío Jesucristo». Cuidad las oraciones vocales, son un tesoro de la Iglesia. Me sorprende que haya jóvenes en retiros y adoraciones, profiriendo alabanzas y orando en lenguas, cuando aún no saben rezar el Credo, recitar los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia, o proclamar la Salve. Estamos empezando la casa por el tejado, cuidado no se caiga.

«Por ser Vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido… Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar»… ¿Cómo privar a los niños de este tesoro?

Gracias a oraciones como ésta, sabemos que el pecado es el peor de los males. Y entendemos las palabras de Jesús: No peques más, no sea que te ocurra algo peor.

Porque el pecado siempre es peor. Peor que cualquier enfermedad terminal. Antes morir que pecar. Y recibimos más bien en una absolución que en la curación milagrosa de un cáncer.

Nos vamos acercando al Calvario, donde nuestras culpas serán limpiadas con sangre. Hagámoslo con las disposiciones que nos muestra esa bendita oración: «Me pesa de todo corazón… propongo firmemente nunca más pecar».

(TC04M)