La hora
En los próximos días escucharemos muchas veces a Jesús hablar de «la hora»: Llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios… Viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz…
Nos acercamos a esa hora en que la Palabra va a descender hasta el silencio, la vida va a descender hasta la muerte, el cielo va a descender hasta el infierno, para que quienes habitan el silencio, la muerte y la soledad sean rescatados.
Esa hora no será señalada por un reloj, porque romperá todos los relojes y todos los calendarios, rasgará en dos el tiempo y lo abrirá a la eternidad. Desde la tarde del Viernes Santo hasta la madrugada del Domingo, relojes y calendarios se detendrán sobrecogidos, mientras el Señor del tiempo desciende a las entrañas de la miseria humana para levantar al hombre caído. Qué hermoso, ese sermón del grande y santo sábado, en que Cristo y Adán se saludan: «– El Señor esté con vosotros. – Y con tu espíritu».
Clavemos la mirada en la Cruz. Vivamos pendientes de esa hora y, a través de ella, amaneceremos, en Pascua, a la eternidad.
(TC04X)