El lugar del publicano
Un fariseo y un publicano. Hay un espacio entre ellos, cada uno reza desde un lugar. El lugar del fariseo es el de quienes rezan de pie; dice Jesús que estaba erguido. ¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás. El lugar del publicano está atrás, quizás en un rincón. Es el lugar de quien se postra: ¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador. Las palabras del Señor no admiten respuesta: Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no.
Queremos, necesitamos ser justificados, es decir, convertidos en justos. Y por eso buscamos el lugar del publicano. Es el de los malditos, el de los pecadores arrepentidos, el de los repudiados y despreciados por los hombres. En el mundo, el lugar del publicano también está atrás, donde se postran los últimos.
El Calvario es el último lugar de la tierra, el vomitorio de Jerusalén. Allí nos dirigimos a rezar. Y allí encontramos a Jesús, hecho pecado por nosotros y por nosotros maldito, elevando a su Padre la oración del publicano: ¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador. Él hace esa oración por nosotros. Ahora debemos unirnos a Él.
El fariseo, en cambio, está solo.
(TC03S)