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Tiempo Ordinario (ciclo par) – Página 2 – Espiritualidad digital

Escondido a tus ojos

En la ménsula sobre la que reposa el sagrario hicimos grabar las palabras de santo Tomás de Aquino: «Adoro te devote, latens Deitas», te adoro con devoción, Dios escondido. Escondido en el sagrario está el copón. Escondida en el copón está la Hostia. Y escondido en la Hostia, tras ese velo de apariencia de pan y vino, está el Señor. No pueden los ojos cruzar las tres barreras.

«¡Ábranos el sagrario!»… y aparece el copón. «¡Ábranos el copón, expónganos al Santísimo en la custodia!»… y aparece la Hostia. Pero la Hostia no os la puedo abrir. Jesús sigue oculto a los ojos. «Latens Deitas».

¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos. Así es. Hasta que el Señor vuelva, lo que te conduce a la paz está escondido a tus ojos. No te empeñes en ver, no rodees de mil focos de colores la custodia, como si quisieras asustar a Jesús para que salga; no va a salir. Sólo provocas contaminación lumínica: tanta bombilla aturde al alma.

Adéntrate, más bien, en la noche. Que, cuando los ojos no ven, la fe se enciende, y el alma, iluminada, contempla.

(TOP33J)

Mientras vuelvo

Son sólo dos palabras: Mientras vuelvo. Pero inauguran toda una era de tinieblas, cuyo fin desconocemos.

Negociad mientras vuelvo. No vemos al Señor, pero trabajamos para Él. Es duro trabajar sin ver al Amo. Pero peor aún es dejar de trabajar porque no lo vemos. Por eso, en la oración prendemos la linterna de la fe, que ilumina después la labor del apóstol.

Cuando regresó de conseguir el título real… Un día volverá, y nos pedirá el fruto de nuestras vidas entregadas en este océano de tinieblas.

Señor, tu mina ha producido diez. Almas, almas… no tenemos otro trabajo, es nuestro único negocio: ganar almas para Cristo, a quien no vemos, pero a quien llevamos como dulce huésped dentro de nosotros. ¿Qué haces, a qué dedicas la vida, si no procuras extender su nombre, y prender en su amor los corazones de quienes te rodean?

Somos trabajadores nocturnos. Y no ha de vencernos el sueño, ni engañarnos las sombras. No hay tiempo que perder. Mientras quede en el mundo una sola alma que no conozca al Señor, un cristiano ocioso no es digno del nombre de Cristo.

Mientras vuelvo… Y llevamos dos mil años. Dos días, dos palabras, para Ti.

(TOP33X)

La diferencia se llama Zaqueo

Las apariencias engañan. No es lo mismo un santo que un burgués que reza. La diferencia entre ambos se llama Zaqueo.

Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más. Zaqueo era rico. Rico y ladrón. Hasta que encontró a Jesús, el tesoro de su vida eran sus riquezas. Pero, un buen día, las puertas de su casa se abrieron y Cristo entró. La casa de aquel publicano fue invadida por un Amor con el que jamás había soñado. Y, ante ese Amor, Zaqueo sintió que todo cuanto tenía le sobraba. Ya sólo quería a Cristo. Y por Él estaba dispuesto a renunciar, gozoso, a todo lo demás. ¿Para qué lo quería ya?

Eso es un santo.

El burgués que reza, por el contrario, es alguien que lo tiene todo en esta vida y que ha encontrado, en la religión, la manera de tenerlo también todo en la otra. No renuncia a nada. Simplemente, cubre de piedad su vida regalada, y así cree conseguir, a un tiempo, el bienestar del cuerpo y el del alma, los bienes de la tierra y los del Cielo. Pobrecillo.

(TOP33M)

Ciego, sentado y mendigo

¡Qué cuadro tan triste! Había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Años enteros sentado, sin ir a ninguna parte, y sin más defensa ante la muerte que la compasión de los hombres. Como único objetivo, comer y sobrevivir.

¿Cuántos viven así? Ciegos, porque no ven el Cielo, y la única luz que perciben son las tinieblas de este mundo. Sentados, porque no tienen un destino fuera de esta vida al que dirigir sus pasos. Y pobres, porque mendigan afecto a los hombres. Su vida depende de si caen bien, si hablan bien de ellos, si los reconocen o los miran bien…

Bartimeo era ciego, pero no sordo. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: «Pasa Jesús el Nazareno». Y, al oírlo, decidió dejar de mendigar a las criaturas para mendigarle al Hijo de Dios. Y recibió de Él lo que ningún hombre podía darle: la vista, y un destino. Ya no estaría sentado. Ahora seguía a Cristo, glorificando a Dios.

Hay un cuadro más triste que el de Bartimeo sentado. Es el de muchos ciegos a quienes nadie les anuncia que pasa Jesús el Nazareno. Acércate a ellos, que no son sordos.

(TOP33L)

Qué justicia y qué adversario

Con la parábola de la viuda inoportuna, muestra el Señor a sus apóstoles lo que han de pedir en la oración. Pero es preciso que entendamos su significado.

Hazme justicia frente a mi adversario.

Si crees que el adversario es el vecino de arriba, que pone la música a todo volumen a las doce de la noche, te equivocas. Ese hombre es un pesado y un maleducado, pero no es tu adversario, sino tu hermano. El adversario es el Maligno, y la petición de la viuda es la misma que el Señor nos transmitió en el Padrenuestro: Líbranos del Malo.

San Pablo, por ejemplo, pedía lo mismo que la viuda cuando se encontraba atormentado por aquel aguijón de la carne, un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría (2Co 12, 17). Y cuando, por tres veces, pidió al Señor que lo apartase de él, obtuvo esta respuesta: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad (v. 9).

Así sabemos que la forma que tiene Dios de hacernos justicia frente al Adversario no consiste en librarnos de la tentación, sino en hacernos, por su gracia, justos –es decir, santos– en medio de la prueba.

(TOP32S)

El hombre que no quería morir antes de mayo

Conocí a un hombre invadido por el cáncer que se negaba a morir antes de mayo. Era octubre, fue desahuciado por los médicos, y le gritó al sacerdote: «No puedo morirme ahora. ¡De ningún modo! Acabo de comprar un abrigo para el invierno y lo tengo que estrenar». Tan estúpido como real.

Prefiero a Robert de Niro en «Heat» (Michael Mann, 1995), cuando le dice a Al Pacino: «Jamás podrás cogerme. Tú tienes esposa e hija, mientras yo sigo en mi vida este lema: “No te ates a nada ni a nadie que no puedas dejar en 20 segundos si la policía viene pisándote los talones”». Esta cita no es de la Biblia, pero como si lo fuera.

Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Aplícalo a ese «fin del mundo» en miniatura que ocurrirá el día de tu muerte. Y no te ates a nada ni a nadie en este mundo que no puedas dejar atrás en cuanto Dios te llame. No hay nada más ridículo que llevarse un abrigo al Infierno.

(TOP32V)

Luminarias en la noche

Vivimos en la noche que precede al día. El día estallará, de repente, cuando Cristo vuelva sobre las nubes. Pero, antes de que eso suceda…

Primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación.

La Pasión del Señor aún no está completada, hasta que se consume en los miembros el sacrificio de la Cabeza. Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo (Col 1, 24), decía san Pablo. Lo mismo debe suceder en nosotros.

Aunque en nuestras almas en gracia se celebre ya la gloria del domingo, la Historia vive aún en Sábado Santo. Enciendes el televisor, te conectas a Internet, lees la prensa, consultas las redes sociales… y parece que Dios no existe, que el mal gana la partida.

Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. No es tiempo de ver, la noche es cerrada. Es tiempo de creer. Muchos se preguntan: «¿Dónde está Dios?». Y la respuesta deben hallarla en la sonrisa del creyente. Los ojos encendidos de los cristianos deben ser luminarias en la noche. Aunque, para que así sea, es preciso que tú y yo nos llenemos de Cristo.

(TOP32J)

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