La Resurrección del Señor

Tiempo Ordinario (ciclo par) – Página 2 – Espiritualidad digital

Lo verdaderamente extraño

¿Qué sucedería hoy si apareciera un taumaturgo capaz de curar, con una oración o una imposición de manos, las enfermedades más terribles, como el ELA, el cáncer o el alzhéimer, y se pusiera en el centro de una plaza? La plaza se llenaría, el alcalde enviaría a la policía y, a la larga, detendrían al taumaturgo por curar sin titulación. Los médicos lo acusarían de intrusismo. Nada nuevo.

En los pueblos donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza. Como os decía, no hay nada extraño en esas multitudes. Ni tampoco en la detención y muerte de Jesús, desgraciadamente. Lo que es extraño es el desprecio por el agua y la sangre.

Paso todos los días unas tres horas en el confesonario. Muchos de esos días apenas confieso a dos personas; otros, a más. Pero la lista de libros que llevo leídos en el confesonario, cuando ya he rezado todo lo rezable, me convierte en uno de los mayores lectores de España. Aunque ni me voy a levantar, ni me van a detener.

Eso es lo extraño. Que los hombres se afanen por la salud del cuerpo, que es efímera, y desprecien la salud de alma, que es eterna.

(TOP05L)

En busca de intimidad

En los comienzos de su vida pública, sabemos que Jesús buscaba lugares desiertos para orar a solas. Pero, conforme su fama se fue extendiendo, cada vez le fue más difícil encontrar intimidad con su Padre; la gente le seguía a todas partes.

Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud.

Así, día tras día, hasta el Calvario. Allí, finalmente, se quedó solo con sus seres más queridos en medio de la noche. ¿Quién iba a querer seguirlo a ese pozo de tinieblas, donde quien antes sanaba a los enfermos es ahora un mosaico de dolores y ultrajes? ¿Quién, de entre aquéllos que buscaban milagros, lo acompañaría al valle de las sombras, donde el alma se siente abandonada por Dios? Únicamente quienes lo amaban sólo a Él.

El Gólgota es el lugar desierto, despreciado por los hombres, donde Jesús y el alma se quedan a solas, y el alma descansa mientras reposa Cristo en su Padre, entregándole el Espíritu.

No te extrañe si te sientes solo. Estás a solas con Jesús en medio de la noche. Descansa.

(TOP04S)

¡Da gusto estar con gente así!

Varias veces, en los evangelios, hace Jesús la misma recomendación a sus discípulos cuando los envía a predicar:

Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.

Es una forma admirable de pobreza. Los discípulos toman la comida y el techo que se les ofrece como un regalo inmerecido, y lo agradecen. Si, en lugar de eso, fueran cambiando de casa en casa hasta encontrar el mejor alojamiento, acabarían pensando que merecen algo más digno. Pero Jesús quiere discípulos pobres y agradecidos.

Ojalá fuéramos nosotros así. Y viviéramos como quienes nada merecen y agradecen lo que la vida les da. ¿No te cuesta trabajo soportar –a mí sí, lo confieso– a esas personas que siempre están quejándose de todo, que nunca están contentos ni con el tiempo, ni con su salud, ni con su dinero ni con su familia? Te pueden amargar el día si te arriesgas a preguntarles: «¿Cómo estás?». Sin embargo, qué gusto da encontrar a gente optimista que siempre mira lo positivo de su vida.

Hagamos sólo una excepción. No nos conformemos jamás con lo cerca que estamos del Señor. Aspiremos a ser cada día más santos, a estar más unidos a Él.

(TOP04J)

A las puertas del misterio

¡Pobres nazarenos! ¡Qué necios, y qué ciegos! Alcanzan las puertas del misterio y, en lugar de cruzarlas, escupen sobre ellas. Se podría rezar con sus blasfemias.

¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María?

Se dan cuenta de que «todo eso» lo ha sacado de algún sitio; de que su «sabiduría» le ha sido dada por alguien, de que sus milagros proceden de una fuente misteriosa… Un paso más, sólo un paso más hacia adelante, y os sumergiríais en esa fuente misteriosa, en ese Alguien, el Padre, que le ha dado al Hijo su Sabiduría y su poder. Pero, en cambio, escupís y os dais la vuelta. No es que no creáis; es que no queréis creer.

Cuando uno contempla, en los santos evangelios, la humanidad santísima de Cristo, llega un momento en que, como aquellos nazarenos, se queda con la boca abierta, atónito, ahogado en un enorme interrogante: «¿Quién eres?». Y, entonces, basta con dejarse ahogar en la sorpresa para comenzar a contemplar. Darse la vuelta y marcharse, disgustado por no poder responder, es propio de necios.

(TOP04X)

Besamanos y tomas de contacto

Me he cansado de decir a las ancianas de mi parroquia que no toquen las imágenes; ni durante la pandemia lo conseguí. Jajaja, el otro día visité a un anciano enfermo de demencia senil. No dice nada con sentido, pero reconoce al sacerdote. En cuanto entré, se levantó, me cogió la mano, y la besó mientras decía esta jaculatoria: «¡Cagüen!». Me troncho.

Los evangelios están llenos de personas que anhelan tocar el cuerpo del Señor. Todos son enfermos, y en ese contacto con la humanidad de Cristo buscan sanación. Lo cierto es que la encontraron. Aquella mujer hemorroísa (no «hemorroidea», como me decía un feligrés) pensó: Con sólo tocarle el manto curaré. Y se curó. En cuanto a la hija de Jairo, Jesús la cogió de la mano, y la niña resucitó.

Todas estas personas –incluidos mis ancianitos– tienen una intuición muy poderosa: buscan inmediatez, acortar distancias con Jesús. Cristo no es alguien con quien te puedas permitir quedar a unos metros, necesitas tocarlo y abrazarlo, quieres su calor.

Lo comprendo. Yo también quisiera tocar esas manos. Pero será en el cielo. Para la tierra tenemos la comunión, las imágenes… y las manos del sacerdote. A ser posible, sin jaculatorias.

(TOP04M)

Persona «non grata»

Después de que Jesús expulsara a los demonios de aquel hombre, y aquellos espíritus, apoderándose de una piara de cerdos, la precipitaran en el mar, los gerasenos, disgustados por la pérdida de los animales, le rogaban que se marchase de su comarca.

El Ayuntamiento de Gerasa declaró a Jesús de Nazaret persona «non grata». Pero no fue Jesús quien mató a los cerdos, sino los demonios. Me recuerdan a uno que decidió dejar de rezar, y castigar a Dios con su silencio, tras la muerte de su madre, como si hubiera sido Dios quien la mató. O a otro que culpaba al Señor por haber sido despedido del trabajo, como si Dios se dedicara a firmar expedientes de regulación de empleo.

Lo peor de todo es que, tras marcharse Jesús, los demonios se quedaron. Y no hablo sólo de Gerasa. Hay quienes, con tal de evadir la Cruz, prefieren convivir con los demonios que con Dios. ¡Y aún creen que los demonios no les harán sufrir! ¡Pobres idiotas!

«Si sigues a Cristo, sufrirás, morirás en la Cruz», te susurra el Enemigo. Lo que no te dirá es que, si le obedeces a él, sufrirás más. Y –lo peor– estarás solo.

(TOP04L)

“Evangelio

Por eso quiero tanto a los apóstoles

¡Qué gracia! Los pobres apóstoles temblaban como un flan con baile de san Vito. En ellos parece cumplirse el salmo: Todo me da miedo (Sal 31, 14).

Estaban aterrados por la tormenta, y despertaron a Jesús. Jesús se levantó, calmó con su palabra la tormenta y les dijo: ¿Por qué tenéis miedo? Ahora se supone que ellos, viendo el cielo despejado y calmados los vientos, deberían respirar tranquilos. Pero, según nos cuenta san Marcos, ellos se llenaron de miedo: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

O sea, que primero tienen miedo a la tormenta. Pero, cuando Jesús la calma, tienen también miedo a Jesús. Pobrecillos.

Yo soy como los apóstoles al 50%. Me da miedo la tormenta, me da miedo la vida, me da miedo el dentista, me da miedo –mucho miedo– la muerte. Casi todo me da miedo. Al único a quien no tengo miedo es a Jesús. Su costado es mi único refugio, y en él me escondo como un niño tembloroso. Allí todo es quietud, silencio, paz y Amor. No quisiera jamás salir de allí.

Lo malo del asunto es que sigo teniendo miedo. Por eso quiero tanto a los apóstoles.

(TOP03S)

“Evangelio

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