La Resurrección del Señor

Tiempo Ordinario (ciclo par) – Página 3 – Espiritualidad digital

Como para abrirse las venas

Hace diez días –era domingo– prediqué sobre la castidad. Me afané especialmente en la misa de doce, porque a esa misa acuden muchos jóvenes y adolescentes, y yo deseaba que ellos, especialmente ellos, escucharan mis palabras. Terminé la homilía satisfecho, en la pobre medida en que un sacerdote puede estarlo tras predicar: había dicho cuanto quería decir, no me había saltado nada, y no me había alargado más allá de los diez minutos que puede soportar un feligrés occidental.

Aquella tarde vino a verme un feligrés que tiene cuatro hijos adolescentes y jóvenes en el coro. Y me dijo: «Hoy, en la comida, he preguntado a mis hijos de qué había tratado el sermón. Ninguno de los cuatro me supo responder». Tierra, trágame. Desde luego, el sacerdote que no es humilde es porque no quiere.

Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Pase lo que pase, no hay que dejar de sembrar. Escuchen o no escuchen, entiendan o no entiendan, atiendan o no atiendan, debemos ser generosos. Después, ya verá Dios cómo se apaña, que yo no lo sé.

(TOP03X)

“Evangelio

Eres más hijo de Dios que de tu madre

Los hombres que estaban con Jesús le avisaron: Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.

Al llamar «madre» a María y «hermanos» a los parientes del Señor, aquellos hombres, como es lógico, se referían a vínculos carnales. Y decían verdad, porque de las entrañas purísimas de la Virgen salió el cuerpo de Cristo, el mismo cuerpo «natum de Maria Virgine» que comulgamos en la Eucaristía. Y, cuando lo comulgamos, también nuestra carne queda unida a la suya, aunque sólo durante el breve tiempo que tardan en diluirse las sagradas especies. Los vínculos carnales no son eternos.

Existen vínculos mucho más fuertes, y son los nacidos del Espíritu. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Merced a esos vínculos espirituales, la propia vida de Cristo y su sacrificio de obediencia se prolongan en la vida del cristiano, quien queda convertido en hermano, hermana y madre del Salvador. Esos mismos vínculos nos unen, con más fuerza que los carnales, a quienes comparten nuestra fe en la caridad.

Eres más hijo de Dios que de tu propia madre. Vive, entonces, como hijo de Dios, como Cristo.

(TOP03M)

“Evangelio

La «ortodoxia» del Enemigo

Las palabras de Jesús hacia quienes lo acusaban de expulsar demonios con el poder del jefe de los demonios son, también, todo un toque de atención para nosotros:

Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir.

A lo largo de los siglos, el mayor sufrimiento de la Iglesia no ha venido de sus perseguidores, quienes, al fin y al cabo, la han fortalecido con la sangre de los mártires. El mayor sufrimiento de la Iglesia ha venido de quienes, desde dentro, la dividían. Los cismas, las herejías, la desconfianza… todo ello ha salido de dentro de la Iglesia.

Vivimos tiempos difíciles. Y es preciso recordar que un cristiano debe estar siempre unido a Pedro. Quienes, desde una pretendida «ortodoxia», critican al Papa y a los obispos, o ponen en tela de juicio públicamente las doctrinas emanadas de Roma, están dándole al Enemigo la tarea hecha.

No entremos en ese juego diabólico. Recordemos a santa Catalina de Siena. El Papa, sea quien sea, es el «dulce Cristo en la tierra». Y cualquier desconfianza o crítica que nos separe del Papa nos separa de Cristo.

Cada uno de nosotros somos garantes de la unidad de la Iglesia.

(TOP03L)

“Evangelio

Una vocación maravillosa

esa vozAunque Jesús vivió la mayor parte de su vida en Nazaret, fue tan estrecha la amistad que le unía a Pedro, Santiago y Juan que también se dice de Cafarnaún que era la casa del Señor. Tanto Nazaret como Cafarnaún fueron considerados hogares de Cristo.

Sin embargo, en Cafarnaún lo acosaban de tal forma que no los dejaban ni comer. Y, en cuanto a los de Nazaret, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí. ¡Menudas «casas del Señor»!

Nadie por allí pensó: «Este pobre hombre tiene que comer, dejadlo en paz». Nadie le trajo un refrigerio, una cerveza, un bocadillo de calamares, yo qué sé… Y cuando llegaron los de Nazaret, no llegaron precisamente a cuidar de su primo, sino a llevárselo donde encierran a los locos.

Su Padre se apiadó de Él. Y suscitó en algunas personas una vocación preciosa: la de hacer descansar a Jesús. Pero esas personas no estaban en Galilea, sino en Betania, en Judea. Se llamaban Marta, María y Lázaro. Jesús sólo descansó cerca del lugar donde murió.

Que te bendiga Dios con esa vocación, y te sientas llamado a hacer descansar al Señor. Lo deseo por Él… y por ti.

(TOP02S)

“Evangelio

Predilectos

Me preguntaron hace unos días por qué el Señor tiene «predilectos», personas a quienes favorece especialmente.

Es cierto que los tiene. Yo mismo me siento un predilecto de Dios. ¿Y tú?

De entre todos los discípulos, escogió a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. Y, de entre esos doce, escogió a tres –Simón, Juan y Santiago– para que compartiesen con Él los momentos más íntimos de su vida. De todas formas, esa astilla era digna de tal palo. También su Padre escogió, de entre todos los pueblos de la tierra, a Israel para hacerlo depositario de sus promesas.

Cosa distinta es que la predilección suponga privilegios. Más bien, sucede al contrario. Cuando Dios escoge a alguien y pone en sus manos una antorcha, es para enviarlo a que ilumine a quienes caminan en tinieblas. La predilección divina conlleva siempre una misión, y esa misión es siempre un servicio. Dios no pone a sus predilectos por encima de los demás, sino a sus pies.

Y, para quienes nos sentimos «predilectos» de Dios: no olvidemos que nuestros pecados le duelen más que los del resto. Judas destrozó el corazón de Jesús. No suceda lo mismo con nosotros.

(TOP02V)

“Evangelio

¿Con quién compartes tu vida?

Salen de misa de doce, y van juntos a tomar el aperitivo. Si es de misa de diez, el café. Entre tanto, en el mismo bar, en las mesas de al lado, hombres y mujeres viven sin Dios ni esperanza en esta vida, ahogados en el sufrimiento, el pecado, la angustia y la muerte… Les da igual. Ni los miran. Ellos hablan de vidas de santos mientras apuran la cerveza o la tostada. Luego van a casa con su familia, y bendicen la mesa antes de comer. Muy piadoso todo. ¿Apostolado? ¡Jamás!

El propio Jesús dijo: Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos (Lc 14, 13). Él podría haberse quedado en el cielo, disfrutando del desayuno con el Padre y el Espíritu. O haberse quedado en Nazaret, compartiendo con la Virgen su vida. O haber intimado con la élite de Israel. Pero entregó su tiempo a los miserables, los pecadores, los pobres… a quienes más lo necesitaban.

Los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Ojalá siguieses ese Camino. Y te rodearas de gente sin Dios, de pobres y miserables que viven a oscuras. Serías luz y sanación para muchos. Serías otro Cristo.

(TOP02J)

“Evangelio

Un escenario, dos historias

¡Qué dos historias tan distintas, ambas al mismo tiempo, en el mismo lugar, con el mismo protagonista y con diferentes actores secundarios!

Primera historia: Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Jesús dice al hombre: «Extiende la mano». La extendió y su mano quedó restablecida. Aquel enfermo fue mirado con compasión por Jesús, fue sanado de su enfermedad, y salió de allí feliz y agradecido por las maravillas obradas en él.

Segunda historia: Los fariseos lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Jesús, echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazónEn cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

¿Qué marca la diferencia entre ambas historias? La humildad, palabra que procede de «humus», «tierra». El enfermo estaba postrado en tierra por su enfermedad, y se sabía necesitado de compasión. Los fariseos, en cambio, erguidos por su soberbia, se erigieron en jueces del propio Dios hecho hombre.

¿De qué les servía a aquellos hombres rezar siete veces al día y dar en limosna el diezmo de sus bienes? Créeme: la soberbia convierte a la piedad en un camino hacia el infierno.

(TOP02X)

“Evangelio

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad