La Resurrección del Señor

Navidad – Página 2 – Espiritualidad digital

Zumo de hipocresía

Un filósofo diría que Dios, suma de todas las perfecciones, no puede crecer. Pero un filósofo no tiene por qué saber que Dios se ha encarnado por Amor. San Lucas, que no es filósofo, pero sabe que Dios se ha hecho niño, afirma de Dios: El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría.

Ahí lo tienes: Dios niño, creciendo como un niño. Protegido por una madre y un padre llamados María y José. Sí, sí, protegido, porque es tan niño como Dios. Y, como todo niño, necesita el abrigo de una familia que lo proteja del frío del mundo para crecer afectiva y psicológicamente sano.

Nos llevamos las manos a la cabeza cuando oímos que mueren niños en las guerras. Pero nuestra sociedad «pacífica y civilizada» mata fríamente, en el seno materno, más niños que todas las bombas. Y a gran parte de los que nacen los vomita al frío y a la soledad con el divorcio de unos padres que no supieron quererse cuando quererse suponía sufrirse.

Hasta que Occidente no se abra a la familia, a la vida y al amor verdadero, sus lágrimas ante las guerras televisadas serán tan sólo zumo de hipocresía.

(SDAFAMB)

“Evangelio

El doble apostolado de Ana

Me comenta un anciano: «Padre, usted nos insiste mucho en que anunciemos el nombre de Cristo a quienes no lo conocen. Pero ¿a quién voy a anunciarlo yo, si apenas puedo salir de casa?»

Y, entonces, pienso en Ana, ya muy avanzada en años. Pienso en ella, y en su doble apostolado.

Nos cuenta san Lucas que esta santa mujer vivía sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. He ahí su primer apostolado, el de la oración. Cuánto bien podéis hacer los ancianos con vuestro rosario, si aplicáis esas avemarías por tantas almas que están lejos de Dios. Comenzáis por vuestros familiares: la hija que se apartó de la Iglesia y no ha querido bautizar a vuestro nieto, el hijo que dejó de rezar tras divorciarse de la mujer… Con un rosario en las manos, sois grandes apóstoles.

Y, después, la alegría. Ana alababa también a Dios y hablaba del niño. También vosotros, con una sonrisa, habláis de Cristo a quienes vienen a visitaros. Y ellos, al veros contentos, saben que es Dios quien os alegra la vida. Y toman nota, aunque parezca que no hacen caso.

Sí, sí, los ancianos podéis ser grandes apóstoles, si queréis.

(3012)

“Evangelio

Los contemplativos con bol de palomitas

Cuando se les habla de la necesidad de la oración contemplativa, muchos cristianos miran con extrañeza al sacerdote. Piensan que les está señalando las cumbres de los místicos, y que ellos, que ya se las ven y se las desean para perseverar en sus diez minutos diarios de oración, jamás alcanzarán ese ideal. Sin embargo, después van al cine y se tragan una película de tres horas. ¿No es contemplativo eso? Claro, claro, san Juan no es Cristopher Nolan.

Ya basta de excusas. La contemplación no es privilegio de almas escogidas. Cualquiera que haya visto El Padrino u Oppenheimer está capacitado para la contemplación. Y es mil veces más maravilloso contemplar la vida de Cristo que ver a Marlon Brando con una monda de naranja entre los dientes.

Puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a su Salvador. Ante la contemplación del rostro del Niño Dios, Simeón supo que su vida estaba cumplida, que había nacido para mirar aquellos ojos, y que jamás encontraría una belleza semejante.

A esa dicha estás llamado tú. Y olvídate de esos miserables diez minutos. Dedica, al menos, media hora diaria a contemplar el Evangelio, y enamórate de Cristo.

(2912)

“Evangelio

Y Dios saltó de su trono

Vamos al comienzo, a la casilla de salida. Al principio creó Dios el cielo y la tierra (Gen 1, 1). Ese «principio» es la eternidad del Creador. Desde allí, Dios contempló la historia de los hombres, tu historia y la mía, llenas de pecado, muerte y sufrimiento. Hasta que…

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Espera, espera, que si te cuento ahora lo de Belén y los pastores no lo entenderás. Ven, volvamos a la casilla de salida, al «principio». Dios creo todo por su Verbo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. Y ese Verbo, contemplando la historia, tu historia y la mía, se levantó del trono.

Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.

Vamos, ahora, a Belén con los pastores. Mira a la Virgen, a José, al Niño. Y entenderás que el Hijo de Dios, al verte sufrir, exclamó: «No lo soporto más, Padre, me voy allí a sufrir y morir con él. Derramaré el Espíritu en su alma y te lo traeré aquí, al “principio”».

Mira de nuevo al Niño. Dios ha venido a rescatarte. ¡Feliz Navidad!

(2512)

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