Te rebelaste al leer el evangelio: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. En otro momento, incluso te hubiera parecido hermoso. Pero hace pocos días te destrozaron el corazón. Y, tras leer esas palabras, has venido a llorarle al sacerdote: «¿Acaso puedo yo ser como Dios? Sé que Dios lo perdona todo, y se compadece de todos, pero yo, ni soy Dios, ni podré jamás ser como Él. Juzgo, condeno, y no soy capaz de perdonar lo que me han hecho. Pedirme que sea como Dios es más disparatado que si me entregaran un lienzo y me pidieran que pintase como Velázquez. ¡Si soy un pintamonas!»
Vale, vale, me quedo con lo de Velázquez y después paso a lo de Dios. Sé que no puedes pintar como Velázquez, pero… ¿y si fueras el pincel de Velázquez? No se te estaría pidiendo más destreza que la docilidad: ponerte en sus manos y dejarte llevar, ser testigo en primera línea de la creación del Cristo de Velázquez y tener la satisfacción de haber participado en esa creación.
No seas como Dios. Sé el pincel de Cristo. Que sea su corazón el que te mueva, no el tuyo. El tuyo… en la Cruz.
(TC02L)