En el desierto, Satanás tentó a Jesús ofreciéndole todos los reinos del mundo a cambio de una postración. Menudo panorama: elevado sobre los hombres y postrado ante el Maligno. Es decir, convertido en primer ministro de Satanás, quien seguiría siendo el verdadero príncipe de este mundo.
¿Será verdad que quien se empeña en elevarse sobre los hombres acaba postrado ante los demonios?
Todo lo que hacen es para que los vea la gente. La acusación de Jesús a los fariseos debería movernos a examen. ¿Me afecta la opinión de los demás? ¿Busco ser popular, actúo y hablo con intención de caer bien, persigo la aprobación de los hombres, me empeño en agradar a todos? ¿Me siento fracasado cuando no me reconocen, cuando caigo mal o me desaprueban? Si salen a la luz mis defectos ¿me duele más la pérdida del prestigio que la ofensa a Dios que suponen mis pecados? Porque si estoy buscando tener a los hombres a mis pies, soy yo quien me he postrado ante el Maligno. En ese caso, debo darme la vuelta, convertirme y buscar a Cristo. Lo encontraré clavado en la Cruz, despreciado de los hombres y con el Demonio, vencido, a sus pies.
(TC02M)