Tristezas que esconden alegrías

alegría¡Cómo nos hubiera gustado estar allí, escondidos tras un arbusto, para contemplar ese momento en que el rostro de María Magdalena, empapado en lágrimas, se iluminó de repente al reconocer a Jesús! En ese instante, en ese rostro, se cumplieron las palabras que Cristo pronunció en la Última Cena:

Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

Si María no hubiese llorado al Jesús que creía perdido, no se habría alegrado al recobrarlo resucitado. Si, en lugar de volver al sepulcro en busca del cuerpo del Maestro, se hubiera alegrado con quienes festejaban su muerte, habría muerto con ellos.

Escribo esto porque sé que, muchas veces, el camino de la fe se nos muestra como un camino de tinieblas, mientras el mundo, el demonio y la carne nos deslumbran con sus luces de neón. Se queja el adolescente de que sus padres quieren llevarlo a misa, cuando sus amigos se han reunido para un partido de fútbol. Y le cuesta al adulto perdonar una ofensa y tender la mano, cuando lo fácil sería volar los puentes con la persona «tóxica». Pero hay tinieblas que esconden mucha luz detrás de ellas, y jamás lo sabremos si no la cruzamos.

(TP06J)