La Resurrección del Señor

17 febrero, 2024 – Espiritualidad digital

El viento del desierto

San Marcos omite las tentaciones de Jesús en el desierto. Pero, aunque no narra el encuentro del Señor con quien quería empujarlo hacia el mal, emplea una frase sobrecogedora sobre la fuerza que lo impulsaba hacia el bien. Es como el reverso de las tentaciones:

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.

El Espíritu es el «ruah Yahweh», el aliento de Dios, el «viento que mueve las puertas», según dice un canto. Jesús fue siempre movido por Él: El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu (Jn 3, 8).

Si te adentras en el desierto cuaresmal, experimentarás ambas fuerzas:

La del Maligno te hará violencia, te impulsará al pecado intentando doblegar tu voluntad, y tendrás que luchar, con ayuda de Cristo, para vencerla. La oración y los sacramentos te harán fuerte ante la tentación.

La fuerza del Espíritu, sin embargo, no violentará tu libertad. Verás que es fácil resistirse a Él. Es un viento dulce, una brisa suave, tan suave y dulce como el aliento de un beso. Entrégate de lleno a ese impulso, y conocerás el Amor.

(TCB01)

¡Mírame!

Me gusta la antífona de entrada de la misa de hoy: Por tu gran compasión, vuélvete hacia nosotros (Sal 68, 17).

He aquí el efecto de nuestros pecados: Dios y nosotros, tomando el chocolate de espaldas. Nosotros mirando hacia este mundo y, en el cielo, Dios. Tiene gracia que le pidamos: Vuélvete hacia nosotros. Somos nosotros quienes nos dimos la vuelta. Pero Dios, tan atento siempre al bien del hombre, se ha vuelto hacia nosotros en Cristo. Ha venido a este mundo y se ha situado delante de nuestros propios ojos. Dios se ha convertido hacia nosotros, incluso antes de que nosotros nos convirtiéramos a Él. Y ahora, hecho carne y de pie ante el hombre, nos dice, como a Mateo:

Sígueme.

Es decir: «Ahora conviértete tú a mí». Porque estamos, como Mateo, vueltos hacia nuestras cosas, nuestros telonios, nuestras preocupaciones y nuestros asuntos. Y quiere Cristo que dejemos todo eso y nos volvamos a Él. Para eso ha venido, para llamar a los pecadores a que se conviertan.

Eso es lo que te pide hoy el Señor: que lo mires de frente. Y, si no retiras la mirada de Aquél que te está mirando, toda tu vida se transformará.

(TC0S)

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