La Resurrección del Señor

enero 2024 – Espiritualidad digital

A las puertas del misterio

¡Pobres nazarenos! ¡Qué necios, y qué ciegos! Alcanzan las puertas del misterio y, en lugar de cruzarlas, escupen sobre ellas. Se podría rezar con sus blasfemias.

¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María?

Se dan cuenta de que «todo eso» lo ha sacado de algún sitio; de que su «sabiduría» le ha sido dada por alguien, de que sus milagros proceden de una fuente misteriosa… Un paso más, sólo un paso más hacia adelante, y os sumergiríais en esa fuente misteriosa, en ese Alguien, el Padre, que le ha dado al Hijo su Sabiduría y su poder. Pero, en cambio, escupís y os dais la vuelta. No es que no creáis; es que no queréis creer.

Cuando uno contempla, en los santos evangelios, la humanidad santísima de Cristo, llega un momento en que, como aquellos nazarenos, se queda con la boca abierta, atónito, ahogado en un enorme interrogante: «¿Quién eres?». Y, entonces, basta con dejarse ahogar en la sorpresa para comenzar a contemplar. Darse la vuelta y marcharse, disgustado por no poder responder, es propio de necios.

(TOP04X)

Besamanos y tomas de contacto

Me he cansado de decir a las ancianas de mi parroquia que no toquen las imágenes; ni durante la pandemia lo conseguí. Jajaja, el otro día visité a un anciano enfermo de demencia senil. No dice nada con sentido, pero reconoce al sacerdote. En cuanto entré, se levantó, me cogió la mano, y la besó mientras decía esta jaculatoria: «¡Cagüen!». Me troncho.

Los evangelios están llenos de personas que anhelan tocar el cuerpo del Señor. Todos son enfermos, y en ese contacto con la humanidad de Cristo buscan sanación. Lo cierto es que la encontraron. Aquella mujer hemorroísa (no «hemorroidea», como me decía un feligrés) pensó: Con sólo tocarle el manto curaré. Y se curó. En cuanto a la hija de Jairo, Jesús la cogió de la mano, y la niña resucitó.

Todas estas personas –incluidos mis ancianitos– tienen una intuición muy poderosa: buscan inmediatez, acortar distancias con Jesús. Cristo no es alguien con quien te puedas permitir quedar a unos metros, necesitas tocarlo y abrazarlo, quieres su calor.

Lo comprendo. Yo también quisiera tocar esas manos. Pero será en el cielo. Para la tierra tenemos la comunión, las imágenes… y las manos del sacerdote. A ser posible, sin jaculatorias.

(TOP04M)

Persona «non grata»

Después de que Jesús expulsara a los demonios de aquel hombre, y aquellos espíritus, apoderándose de una piara de cerdos, la precipitaran en el mar, los gerasenos, disgustados por la pérdida de los animales, le rogaban que se marchase de su comarca.

El Ayuntamiento de Gerasa declaró a Jesús de Nazaret persona «non grata». Pero no fue Jesús quien mató a los cerdos, sino los demonios. Me recuerdan a uno que decidió dejar de rezar, y castigar a Dios con su silencio, tras la muerte de su madre, como si hubiera sido Dios quien la mató. O a otro que culpaba al Señor por haber sido despedido del trabajo, como si Dios se dedicara a firmar expedientes de regulación de empleo.

Lo peor de todo es que, tras marcharse Jesús, los demonios se quedaron. Y no hablo sólo de Gerasa. Hay quienes, con tal de evadir la Cruz, prefieren convivir con los demonios que con Dios. ¡Y aún creen que los demonios no les harán sufrir! ¡Pobres idiotas!

«Si sigues a Cristo, sufrirás, morirás en la Cruz», te susurra el Enemigo. Lo que no te dirá es que, si le obedeces a él, sufrirás más. Y –lo peor– estarás solo.

(TOP04L)

“Evangelio

El corazón en los labios

Allá por el siglo pasado, cuando estudiaba Derecho, sufrí al peor profesor que he tenido en mi vida. Sacaba de la cartera un manual descatalogado, que no estaba ni en la Biblioteca de la Facultad, y comenzaba a leer a toda velocidad hasta que concluía la clase. Nos las veíamos negras para tomar apuntes a ese ritmo. Hasta que alguien, felizmente, se hizo con el manual, lo fotocopió, y nos pasó a todos la tabla de salvación. A partir de aquel momento, las clases se vaciaron; sólo quedamos cuatro alumnos poseídos de un discutible sentido de la responsabilidad. Afortunadamente, a los cuatro nos aprobó sin examinarnos, como recompensa por nuestra paciencia.

Les enseñaba con autoridad, y no como los escribas. Siempre he pensado que los escribas eran como aquel profesor mío: leían lo que otros habían escrito, y aburrían a las piedras. Pero llegaba Jesús, abría los labios, y sus palabras ardían. ¡Este hombre se cree lo que dice! ¡Habla de lo que ama! ¿Cómo no escucharlo? Temblaban los demonios, se indignaban los fariseos, y caían rendidos de amor los discípulos.

Cuando hables de Cristo, pon el corazón en los labios. Te entiendan o no, que noten que estás enamorado.

(TOB04)

“Evangelio

Por eso quiero tanto a los apóstoles

¡Qué gracia! Los pobres apóstoles temblaban como un flan con baile de san Vito. En ellos parece cumplirse el salmo: Todo me da miedo (Sal 31, 14).

Estaban aterrados por la tormenta, y despertaron a Jesús. Jesús se levantó, calmó con su palabra la tormenta y les dijo: ¿Por qué tenéis miedo? Ahora se supone que ellos, viendo el cielo despejado y calmados los vientos, deberían respirar tranquilos. Pero, según nos cuenta san Marcos, ellos se llenaron de miedo: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

O sea, que primero tienen miedo a la tormenta. Pero, cuando Jesús la calma, tienen también miedo a Jesús. Pobrecillos.

Yo soy como los apóstoles al 50%. Me da miedo la tormenta, me da miedo la vida, me da miedo el dentista, me da miedo –mucho miedo– la muerte. Casi todo me da miedo. Al único a quien no tengo miedo es a Jesús. Su costado es mi único refugio, y en él me escondo como un niño tembloroso. Allí todo es quietud, silencio, paz y Amor. No quisiera jamás salir de allí.

Lo malo del asunto es que sigo teniendo miedo. Por eso quiero tanto a los apóstoles.

(TOP03S)

“Evangelio

Reza, y déjate comer

Cuando envió a aquellos setenta y dos discípulos a predicar, Jesús podría haberles dicho: «Os envío como conquistadores de almas, como soldados del ejército de Dios». Todo ello hubiera sido cierto. Pero la imagen que empleó el Señor es, a primera vista, desconcertante: Os envío como corderos en medio de lobos.

Es preciso mirar a la Cruz para entenderlo. La figura del cordero en medio de lobos expresa a la perfección el sacrificio de Cristo, prolongado en el apóstol. Porque el cordero, que era sacrificado por Israel en la noche de Pascua, estaba totalmente entregado a Dios y era totalmente consumido por el pueblo.

El envío de aquellos setenta y dos es, también, el vuestro. Estáis llamados a ser conquistadores de almas, pescadores de hombres. Pero no realizaréis esta misión con la fuerza, ni tampoco con vuestras dotes de persuasión. La llevaréis a cabo, como Cristo, desde la Cruz: entregando vuestras vidas a Dios en sacrificio de obediencia, y dejándoos comer por los hombres con la mansedumbre del cordero.

Es sencillo, aunque sea difícil: ama a Dios, y déjate comer. Reza hasta que se te derrita el corazón en el pecho. Después, deja que los demás se vivan tu vida.

(2601)

“Evangelio

Caerse del caballo y subir a la Cruz

Vivimos tiempos extraños. La búsqueda de la verdad ha sido reemplazada por la afición a lo impactante. Lo que no conmueve no existe, y lo ordinario aburre. Vamos mal, porque, como sucede con las adicciones, cada vez necesitamos un impacto mayor para conmovernos. En ambientes «piadosos» sucede lo mismo. Gustan las conversiones escalofriantes: Trabajaba en un prostíbulo, y ahora es religiosa de clausura. Practicaba abortos, y ahora reza tres rosarios al día. Traficaba con droga, y ahora es monje camaldulense. Quienes hemos ido a misa desde pequeñitos y no hemos descendido nunca a las alcantarillas de la perversión somos un aburrimiento.

Pero, tras el impacto, está todo por hacer. La santificación es obra de toda una vida. Convertirse es como enamorarse: no tiene mérito, te viene como una ola y te tumba. Pero después hay que entregar la vida al ser amado, y eso conlleva esfuerzo y sacrificio. He visto conversiones frustradas. Les gustaba llorar en la oración, pero no quisieron subir a la Cruz.

Id al mundo entero y proclamad el evangelio. La grandeza de Pablo está en que, tras caer del caballo, entregó su vida al apostolado. Por eso celebramos su conversión: porque fue sellada con el martirio.

(2501)

“Evangelio

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