La Resurrección del Señor

13 enero, 2024 – Espiritualidad digital

¿Por qué se te hace larga la misa?

aburreImagínalo: Es domingo y, como cada domingo, vas a misa. Supongo que a la de siempre, a esa hora que te viene bien. Perfecto. Y cuando entras en la iglesia y haces la genuflexión, sale una voz del sagrario: «¿Qué buscas?»

Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?» Ya ves, es la misma pregunta que Cristo hizo a Andrés y Juan, pero, ahora, te la hace a ti. «¿Qué buscas?»

Estás en un aprieto. Llevas tanto tiempo acudiendo a misa cada domingo, que apenas sabes responder.

«Busco tu ayuda, Señor, porque sufro y necesito tu consuelo y tu auxilio».

«Busco el cielo, no quiero condenarme, por eso vengo a cumplir con el precepto dominical».

«Busco la santidad. Quiero ser santo, y sé que no puedo serlo sin la Eucaristía».

Muy bien, muy bien. Pero ahora escucha la respuesta de Juan:

¿Dónde vives?

Ojalá fuera también la tuya:

«Te busco a ti. Vengo a tu casa porque vives aquí, y yo quiero vivir contigo. Quiero pasar mi vida a tu lado, ya no sé vivir sin ti».

Claro que, si ésa es tu respuesta, no tendría sentido que pasaras la misa mirando el reloj, ¿verdad?

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Tú que has venido a llamar a los pecadores

vocaciónSi hay algo que pueda impedirnos entrar en el cielo, ese algo, tenedlo por seguro, no son nuestros pecados. Cada vez que, al comienzo de la Misa, el sacerdote aclama: «Tú que has venido a llamar a los pecadores, Señor, te piedad», deberíamos recordarlo. Por si fuera poco, también hoy nos lo recuerda el Señor: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

Nuestros pecados no espantan al Señor; al contrario, lo mueven a misericordia, lo cual no quiere decir que debamos pecar para alcanzar perdón. Dios odia el pecado, que taladra el corazón de su Hijo en la Cruz. Pero los pecadores siempre hallamos, en ese Hijo, Amor y misericordia. Cristo te ama como eres, también cuando lo has traicionado. Si lo miras entonces, lo verás sonriente, con sus brazos abiertos para ti.

¿Sabes lo que puede impedirte entrar en el cielo? La tibieza, el desamor, la dureza de corazón que te lleva a pactar con tus pecados y a cometerlos frívolamente, sin dolor ni arrepentimiento. Porque, a quien ama, el pecado le duele, le lleva a la confesión y a la lucha. Pero, a quien no ama, ¿quién podrá redimirlo, si no quiere acoger la misericordia?

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