Para el taponamiento… entendimiento
Los oídos taponados son una molestia muy común. Y muy incómoda. Porque vas tan feliz conduciendo mientras escuchas música y, al subir un puerto, te sientes como si te hubieran puesto una escafandra. La música suena lejísimos. Hasta que recurres al truco del almendruco con el que te destaponas los oídos. Hay quien bosteza, quien se suena la nariz, quien hace ruidos raros y divertidos con la boca… ¡Ya está! Destaponado. Recuperas el contacto con el mundo real, y la música vuelve a sonar con todos sus matices.
Lo peor es tener los oídos taponados cuando el Señor habla. – No escucho a Dios. – Abre el Evangelio, lee, ahí tienes su palabra. – ¡No me dice nada! – Menudo tapón tienes tú en los oídos. Anda, haz como aquel sordo, quédate a solas con Cristo y pídele su Espíritu Santo.
«Effetá» (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos.
Para ese taponamiento de nada sirve bostezar, ni sonarse, ni hacer ruiditos. Necesitas el don de entendimiento, con el que el Espíritu dice: Effetá. Y, de repente, como si te hubieran retirado la escafandra, comienza el Evangelio a hablarte y se llena de luz el alma con cada palabra. ¡Qué alivio!
(TOP05V)