Un filósofo diría que Dios, suma de todas las perfecciones, no puede crecer. Pero un filósofo no tiene por qué saber que Dios se ha encarnado por Amor. San Lucas, que no es filósofo, pero sabe que Dios se ha hecho niño, afirma de Dios: El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría.
Ahí lo tienes: Dios niño, creciendo como un niño. Protegido por una madre y un padre llamados María y José. Sí, sí, protegido, porque es tan niño como Dios. Y, como todo niño, necesita el abrigo de una familia que lo proteja del frío del mundo para crecer afectiva y psicológicamente sano.
Nos llevamos las manos a la cabeza cuando oímos que mueren niños en las guerras. Pero nuestra sociedad «pacífica y civilizada» mata fríamente, en el seno materno, más niños que todas las bombas. Y a gran parte de los que nacen los vomita al frío y a la soledad con el divorcio de unos padres que no supieron quererse cuando quererse suponía sufrirse.
Hasta que Occidente no se abra a la familia, a la vida y al amor verdadero, sus lágrimas ante las guerras televisadas serán tan sólo zumo de hipocresía.
(SDAFAMB)