Te has convertido en un «fabricante de navidades». Cada año te esmeras más, te mueves más, pones más empeño en que todo esté perfecto: el Belén, el árbol, los adornos, los villancicos… Qué bonita, esa imagen del Niño Jesús en el centro de la mesa. Todo rezuma piedad. Y desearías que a Dios le agradase esta Navidad que has fabricado. ¿Cuántas van ya? Puffff, ni te acuerdas.
Y ahora ¿qué? ¿A esperar a la noche del 24 para ponerlo todo en marcha, y confiar en que tu Navidad «funcione»? Recuerda otros años, cuando, tras tenerlo todo preparado, una riña familiar de última hora o un desagradable accidente dieron al traste con tus piadosas expectativas. «Ya me habéis amargado las navidades».
Reconozco que te mueve el amor a Dios. Pero todo eso es tu obra, no la suya. Entrégaselo, como quien entrega un lienzo, y déjale a Dios pintar en él la Navidad. Despójate del batín de artista, y vístete con la humildad necesaria para convertirte en pincel. Deja que Dios alumbre a su Hijo en tu vida. ¿Te sorprenderás si descubres que Él es mejor artista que tú?
He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
(TAB04)