Puedes tomarte un día libre, o un año sabático. Puedes dormir doce horas al día. Y, con todo y con eso, quizá sigas cansado, porque no es tu cuerpo el que está fatigado, sino tu alma.
¿Quieres aprender a descansar? No hay nada en este mundo que descanse más el alma que el saber que estás haciendo lo que Dios quiere; que te encuentras allí donde te llamó, en tu sitio, y que andas ocupado –con más o menos acierto– en lo que Él te ha pedido. Entonces sientes la paz de santo Domingo Savio, y podría encontrarte la muerte jugando al billar, que desde allí irías al cielo.
La ley del Señor es perfecta, y es descanso del alma (Sal 19, 8). Y dice hoy el profeta: Los que esperan en el Señor corren y no se fatigan, caminan y no se cansan (Is 40, 31). San Juan de la Cruz explica: «Quien anda en Amor, ni cansa ni se cansa».
Cuando hay quietud interior, hay descanso hasta en la Cruz. Tomad mi yugo y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque quien hace la voluntad de Dios está unido a Cristo en su interior, reposado y dormido en Él.
(TA02X)