La Resurrección del Señor

2 diciembre, 2023 – Espiritualidad digital

¿Realmente lo deseamos?

El Adviento se inicia con dos gritos lanzados desde las dos orillas de un mar: «¡Ven, Señor Jesús!», «¡Viene el Señor!». El primer grito lo proferimos, y el segundo lo escuchamos.

¿Cómo nos alegraríamos al saber que Cristo viene, si primero no lo hemos llamado con verdadera hambre de Dios? ¿A alguno de vosotros le alegra saber que la comida está en la mesa cuando se encuentra saciado tras haber pasado la mañana de bar en bar con los amigos?

¿Somos sinceros cuando gritamos «¡Ven, Señor Jesús!»? ¿Realmente creemos que lo necesitamos? Si somos capaces de pasar un día entero sin pensar en Dios, y no morimos de tristeza, ¿no viviríamos como un estorbo el que Cristo rasgase el cielo y regresara antes de que acabemos la serie de Netflix? ¿No acabaríamos pidiendo que esperase un poco, que no fuera tan deprisa, que nos diera tiempo a tomarnos antes las vacaciones o a ver crecer a los nietos?

Quizá necesitamos un ayuno antes de gritar: «¡Ven, Señor Jesús!» y escuchar: «¡Viene el Señor!». Quizá nos haga falta un lavado de estómago, recuperar el hambre y reconocer que es hambre de Dios…

No sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

(TAB01)

Mientras quede un hombre mirando al cielo

Hace ya mucho tiempo que Europa se postró en tierra, y desde entonces no se ha levantado. Se eliminó a Cristo del escenario público, se retiraron crucifijos de los edificios oficiales, y se borró el nombre de Dios del vocabulario de los poderosos. Ya no hay alma para Europa, ni cielo, ni trascendencia. Se otorgan derechos a los animales porque cada vez es más difícil distinguirnos de ellos, salvo por los teléfonos móviles. Gran parte de la población europea no tiene en su horizonte más que tierra. Así vivimos, enterrados en ataúdes con conexión a Internet. Y quien se ponga de pie, quien ose hablar de cielo, de Dios o del alma, será expulsado furiosamente del escenario.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre. Aunque nos cancelen, aunque se rían, aunque nos ataquen o nos ridiculicen, debemos seguir de pie, asentados fuertemente en la tierra y con la mirada en Cristo. Mientras quede un hombre mirando al cielo hay esperanza para Europa. Porque, según se toman el trabajo de vomitarlo, ese hombre erguido seguirá recordándoles que hay algo más que tierra.

(TOI34S)

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