A lo largo de esta semana, las palabras del Señor han grabado a fuego en nuestras almas una verdad: Todo se viene abajo. La vida se acaba, los imperios se desmoronan, la belleza se marchita y la juventud pasa. Vivimos sentados sobre un cataclismo. ¿Dónde nos agarraremos?
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Ahí tienes el refugio seguro, ahí está tu asidero.
Por eso las palabras del Señor son la roca firme en la que apoyarnos para tener vida.
Por eso dice Simón Pedro: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68).
Por eso dice el propio Cristo: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará (Jn 15, 7).
Por eso, un día empleado en meditar las palabras de Cristo es, ya antes de la muerte, un día de cielo.
No te conformes con leer el evangelio por la mañana y olvidarte después. Grábalo a fuego en tu memoria, o recuerda, al menos, algunas frases, y saboréalas mientras trabajas, conduces o compras. Que sean ellas tu descanso durante el sueño, y tendrás vida.
Por eso no tememos. Porque escuchamos.
(TOI34V)