Cristo en su Pasión

abril 2025 – Espiritualidad digital

Los que van a la tumba y el que vuelve del sepulcro

Discípulos de EmaúsPero ¿a dónde iban esos dos? Dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios. Iban a la tumba. Mientras la Magdalena lloraba en el sepulcro, ellos se alejaban del sepulcro e iban a la tumba. A la suya, claro. Como tanta gente. Habían conocido la Vida, la habían acompañado hasta la frontera, y se habían dado la vuelta. Ahora se dirigían a Emaús para morir allí. ¡Qué viaje tan triste!

Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Quizá no tenga importancia, pero me llama la atención. Es la única aparición en que Jesús camina. Y camina con quienes se dirigen a la tumba. Durante el camino los cautiva, les habla de Dios, parte para ellos el pan y… Y, de nuevo, ese momento de luz, el mismo que iluminó el alma de María y de Juan.

Entonces el camino se invierte. Se volvieron a Jerusalén. Vuelven de la tumba, están resucitados, les brilla el rostro como a Moisés.

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba (Col 3, 1). Date la vuelta, resucita, vuelve de la tumba, camina hacia el cielo.

(TP01X)

Entre «María» y «Rabbuní»

María nos lleva a todos la delantera. Nos representa, nos marca el camino y nos humilla a la vez, porque nos aventaja en todo. Riega con lágrimas las primeras horas del día de los días, porque Cristo ha desaparecido de su vista y lo cree muerto. Llora porque no ve al Señor. Pero la gente no llora por eso. La gente llora porque ha perdido el trabajo, porque tiene estrés, o porque ha fallecido un familiar. ¿Quién llora porque echa de menos a Cristo? Y, sin embargo, no hay, en este mundo, una herida más dulce ni un dolor más amoroso.

Entonces, a través de las lágrimas, lo encuentra: Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní!». Pero, entre el «María» y el «Rabbuní» sucede algo. Es el acto de reconocer, la iluminación del alma. Lo mismo sucedió entre el «vio» y el «creyó» del discípulo amado ante el sepulcro. En ese cruce de miradas entre Jesús y María se llena de luz el alma hasta entonces poblada de tinieblas.

Busca un sagrario. Póstrate y míralo fijamente. Escucha cómo el Señor pronuncia tu nombre y deja que el alma se llene de luz. Llámalo: «¡Jesús!». ¿Estás llorando?

(TP01M)

Alboroto en la tierra y paz en el cielo

alegraos

Las primeras horas del domingo son nerviosas. ¡Cómo no iban a serlo, si ha estallado una bomba! Algunos corren hacia la zona del impacto, y otros recogen sus cosas y huyen de vuelta a casa como pueden. Reina la confusión, nadie sabe qué ha sucedido. ¿Dónde está Jesús? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Quién corrió la piedra? Qué día tan bueno hace hoy, mira cómo luce el sol.

Me recuerda a Navidad. Festejamos con alegría sucesos que otros vivieron con ansiedad y desconcierto. La noche de Navidad fue, para la Virgen y san José, noche de incertidumbre, de supervivencia y de pobreza que llevó a la joven pareja a un establo. Hasta que nació el Hijo de Dios y todo se llenó de paz. La mañana de resurrección fue una mañana de sustos, de sospechas, de miedos y de búsqueda. Hasta que…

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos»

Es como para reírse. Todo el mundo tan nervioso, todos corriendo despavoridos y, de repente, aparece Jesús tranquilo y resplandeciente, con una sonrisa de brillos de cielo y les dice: «Calma, chicos, no corráis, estoy aquí, alegraos, yo soy».

Querías alcanzarlo corriendo, y Él, sonriendo, te sosegó.

(TP01L)

¿Dónde está?

Hubo un día entre los días en que el amanecer estuvo marcado por una pregunta: «¿Dónde está?». Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

La piedra del sepulcro está corrida, y Jesús, aquél que fue enterrado, no está allí. ¿Dónde está?

No sabemos dónde está, pero está aquí. ¿No lo notas? Está vivo en mi alma, percibo cada respiración suya. Está resplandeciente en la Hostia que eleva el sacerdote, a veces me parece que se sostuviera sola en el aire. El mismo aire grita su presencia, respiro y me llena su Aliento.

Está en el cielo, ha salido del sepulcro por la puerta que se abre a la eternidad. Pero el cielo está aquí mismo, lo llevo dentro del alma. Y podría tocarlo con las manos, si se retirara el finísimo velo de la apariencia de pan. No, no sé decirte dónde está, pero te grito que está aquí. La alegría que me invade hoy es toda suya.

¡Cristo ha resucitado! Muerte y pecado han sido vencidos. Nuestras culpas están perdonadas. Y esa puerta que une muerte con eternidad nos llama poderosamente. Corramos sin miedo hacia el cielo, huyamos de aquí.

¡Feliz Pascua!

(TPC01)

Silencio en la tierra y en el cielo

Aquí estoy, escribiendo estas líneas cuando quisiera estar callado. Y predicaremos en los Oficios de nuestras parroquias, debemos predicar… Pero hoy lo que pide el alma es silencio. ¿Cómo alzar la voz ante la Palabra encarnada que cuelga, ya silente, de un madero? No quiero hablar, quiero postrarme y sumergirme con Él en las tinieblas, ser enterrado con Él y morir, morir de una vez por todas acurrucado en la gruta de ese costado abierto.

La salida de los Oficios de Viernes Santo es silenciosa. Porque Dios ha terminado de pronunciar su «te quiero» sobre la tierra. ¿Quién se atreverá a abrir los labios? Se ha oscurecido el sol, ha temblado la tierra, se ha rasgado el velo del templo, se han abierto las rocas. El cosmos entero nos ha gritado: «¡Callad!». El Señor Dios ha hablado, ¿quién no profetizará? (Am 3, 8). El Señor Dios ha callado, ¿quién se atreverá a abrir la boca?

Sólo si callas, si te abrazas a ese cuerpo entregado como la Virgen o la Magdalena y te sumerges en ese silencio, entenderás que nunca habla Dios con más poder y dulzura que cuando calla. Sus silencios son Palabra, y sus tinieblas son luz.

Cállate.

(VSTO)

No temas, que es Amor

Me dices que te entristece la Semana Santa. Y te respondo que no tengas miedo, que nos adentramos en una historia de Amor.

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Es Jesús diciéndote: «No te puedo querer más». Ese Amor que siente por ti es tan fuerte que ya no puede contenerlo en el corazón, y saldrá esta tarde a borbotones en tres regalos:

La Eucaristía. ¿Acaso quienes se aman no se entregan el cuerpo? Abrazos, besos, caricias, sonrisas… Jesús te entrega su cuerpo entero, abrasado en el Amor con que te ama. Devóralo con fervor, ama a quien así se te entrega.

El sacerdocio. Hoy es día de fiesta para los sacerdotes. Felicita a los tuyos. Y felicítate, porque Jesús, para que lo sientas cerca, se hace presente en ese hombre que consagra para ti el pan y perdona tus pecados.

El Mandamiento Nuevo. Por si esto fuera poco, Jesús te entrega su corazón para que ames como eres amado. No dejes que ese mandamiento siga siendo «nuevo». Estrénalo.

Y, a la vista de todo esto, ¿te sigue entristeciendo la Semana Santa? Habrá dolores, desde luego. Pero es tanto el Amor…

(JSTO)

El espíritu de Judas

¿De verdad pensáis que fue por dinero?

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata.

¡Qué va! Para empezar, la traición de Judas no fue un arrebato de un momento. Se fraguó poco a poco, en el horno de la deslealtad. Ya tras el discurso del Pan de vida, sabemos que el corazón del Iscariote estaba podrido: ¿Acaso no os he escogido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo (Jn 6, 70).

Judas estaba dentro, en el colegio apostólico, pero su corazón estaba fuera. Si traicionó a Jesús, no fue por dinero; fue porque no lo soportaba, le había juzgado en su interior mil veces. Y el escándalo que el discurso del Pan de vida provocó en muchos anidó también en su corazón, aunque con una diferencia: él no se marchó, se quedó en el grupo de Jesús, y así introdujo a Satanás en el colegio apostólico.

El espíritu de Judas vuelve a la Iglesia cuando un cristiano reniega del Papa o siembra la desconfianza sobre él. Estemos vigilantes.

(XSTO)

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