Cristo en su Pasión

26 abril, 2025 – Espiritualidad digital

El síndrome de Hiro Onoda

¡Pobre Tomás! Me he acordado de Hiro Onoda. ¿Sabéis quién era? Era un japonés que no se enteró de que había terminado la segunda guerra mundial, y estuvo atrincherado, defendiéndose de los supuestos enemigos, hasta 1974. ¡Casi treinta años! Lo de Tomás duró menos: una semana temiendo a un enemigo ya derrotado.

Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. Hay casos peores que el de Tomás y el de Onoda. Dos mil años han pasado desde que fue derrotada la muerte y se abrieron los cielos, y muchos siguen viviendo como quienes, por miedo a la muerte, pasan la vida como esclavos (Heb 2, 15). No han creído la predicación, siguen atrincherados, temiendo a un enemigo ya vencido.

¿Te lo digo otra vez? Cristo ha resucitado, la muerte ha saltado en mil pedazos. No tengas miedo a «perder el tiempo» rezando, que lo ganas en eternidad. No tengas miedo a entregarte a los demás, que recuperarás con creces lo entregado. No tengas miedo a perdonar, que serás perdonado. No tengas miedo a quedar mal por Dios, que Él te ensalzará.

Terminó la guerra. La ganamos.

(TPC02)

Problemas de megafonía

En mi parroquia casi nadie se entera de la homilía. Por más dinero que hemos gastado en megafonía, las capillas laterales producen un eco que impide entender al predicador. Es molesto, pero, en el fondo, no importa tanto. Al fin y al cabo, aunque entendieran, tampoco iban a hacer caso. Pocos lo hacen.

La gente se fía más de lo que ve que de lo que escucha. María Magdalena vio a Jesús resucitado y creyó. Pero cuando lo anunció a los apóstoles, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Si no creyeron sus palabras, cuánto menos creerán nuestra predicación. Después, cuando Jesús apareció entre ellos, creyeron. Pero el Señor les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Entonces les mandó proclamar el evangelio a toda la creación, para que también ellos experimentaran el fracaso de la predicación.

En todo caso, nunca es excusa. Dice san Pablo que la fe nace del mensaje que se escucha (Rom 10, 17). Nosotros no hemos visto ni veremos. Creamos el anuncio, aunque se escuche con eco, que no puedo gastar más dinero en megafonía.

(TP01S)

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