Si hubieras nacido en una celda, hubieras crecido allí, y no tuvieras otro entretenimiento que una baraja de cartas para jugar con las dos personas que comparten contigo la prisión, esa celda sería, para ti, el cosmos. Y cantar las siete y media tu mayor dicha. Quizá también comer las mejores latas de entre la comida que os dejaron en el armario.
Supón que apareciese misteriosamente en la celda un cuarto ocupante y comenzase a hablaros del mundo exterior: árboles, animales, la luz del día, los mares… Quizá lo tomaríais por loco y le pediríais que os dejara jugar las cartas tranquilos. Tenéis vuestra vida arreglada, ordenada y controlada. Que no os compliquen con sueños. «Ven conmigo», os dice el «loco». Déjanos en paz, queremos jugar. Te mataremos, si es necesario, para seguir nuestra vida. Lo matan.
Pero tú lo sigues, te ha cautivado. Y él abre un boquete en la celda. De repente, la luz del sol te deslumbra. Cuando se acomodan las pupilas, ves un bosque, árboles, animales, caminos…. ¡El horizonte! Eres libre.
Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Eso es lo que quiere decir.
(TC05X)