Cristo en su Pasión

12 abril, 2025 – Espiritualidad digital

Bendito el que viene en nombre del Señor

Domingo de Ramos. Hoy veremos a Cristo entrar en Jerusalén entre aclamaciones. Veremos cómo las multitudes lo proclaman rey. Y, en nuestras calles, también los ramos, palmas y cantos lo aclamarán. Pero no nos engañemos. Los mismos que lo acogieron con vítores lo mataron cinco días después.

El mundo sigue sin estar preparado para este rey. ¿Cómo va a acoger al rey manso, que viene montado en un pollino, un mundo que, mientras abomina de la guerra, consagra el derecho a matar a los niños en el vientre de su madre? Quien mata al indefenso matará también a Cristo.

Recibámoslo nosotros bien, dejemos que encuentre acogida en nuestros corazones. Abrámoslos de par en par. Porque tener a Cristo a las puertas es cómodo. Salgo de vez en cuando, le rezo y vuelvo a entrar en mi vida, en mi reino. Pero abrirle y dejar que entre a tomar posesión de cuanto soy y cuanto tengo es maravilloso. Mi tiempo, mi dinero, mi ocio, mi trabajo, mis pensamientos, mis afectos… ¡Todo!

Entonces será rey. Y su Pasión, que contemplaremos en los próximos días, será también la mía.

Sólo así podré gritar, de corazón: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

(DRAMOSC)

Ese Viernes en que todo salió al revés

Nota san Juan que Caifás, al ser sumo sacerdote, queriendo maldecir, profetizó cuando dijo: Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera. Pero, acto seguido, el propio apóstol nos regala una profecía llena de luz: Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Eso es lo que sobrecoge hasta el tuétano en la Pasión de Cristo. Que los hombres quisieron arrojar fuera del mundo al Hijo de Dios, que lo trataron como al último de los mortales, que lo despreciaron y lo apartaron hasta el Calvario… y que, al hacerlo, convirtieron a Cristo crucificado en el centro mismo del Cosmos y de la Historia. En ese terrible Viernes, a Satanás le salió todo al revés. Pues, queriendo arrastrar, levantó; queriendo humillar, ensalzó; queriendo ultrajar, glorificó; y queriendo matar, abrió las puertas de la vida eterna. Es estremecedor.

Dos mil años han pasado. Y, desde lo alto de la Cruz, Cristo sigue llamando a esos hijos de Dios dispersos como llama el pastor a las ovejas. Y muchos, en esta Semana Santa, se acercarán a Él y lo abrazarán.

(TC05S)

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