Hace muchos años que no he vuelto a Sanxenxo. Pero recuerdo bien, al pie de las escaleras de la iglesia de san Ginés de Padriñán, ese crucero que tiene escrito en su base: «Caminante, detente y mira cuánto te amé». El caminante se detiene, mira a lo alto y encuentra al Crucificado entregado por él. Es maravilloso.
Muchos, que creen caminar hacia el cielo, apenas se detienen. Hablan con Dios mientras caminan, pero no hacen un alto para escucharle. Tampoco miran: se mueven, y sus ojos van de acá para allá sin posarse en nada que no sea la pantalla de un teléfono móvil. Y, claro, así jamás sabrán que son amados.
Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. «Caminante, detente y mira cuánto te amé». Levanta la vista, mira ese cuerpo que cuelga de la Cruz, mira cómo el agua y la sangre manan de su costado, acércate y bebe allí todo el Amor de tu Redentor.
«Amor con amor se paga», ya lo sé. Pero, antes de pagar, acoge el Amor de Cristo y gózate en él. Viendo cómo te ha amado, entenderás lo mucho que vales.
(SCJB)