No sé si te sucede lo mismo a ti (supongo y espero que sí), pero, cuando miro atrás en mi vida y me pregunto por lo que he recibido de los demás, me doy cuenta de que quienes más bien me han hecho han sido las personas que me han hablado de Dios. Guardo eterna gratitud hacia mis padres, mis catequistas, quienes me enseñaron a rezar y tantos sacerdotes que me han ayudado a conocer y amar a Jesucristo. Dios les pagará el inmenso bien que me han hecho; yo no podría.
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos. Por eso quiero emplear la vida en anunciar a Jesucristo. Quiero hacer con los demás el mismo bien que otros han hecho conmigo. Y espero que a ti también te suceda lo mismo. El mayor regalo que podemos hacer a quienes nos rodean es hacerles partícipes del Amor que llena nuestras vidas.
¿Y si no lo reciben? ¿Y si nos humillan? Rezaremos por ellos, seguiremos nuestro camino y buscaremos a otros que lo acojan. No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos. Pero no callaremos.
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