La Resurrección del Señor

Fiestas de la Virgen – Página 2 – Espiritualidad digital

Una intimidad de tres

Cuando te adentras en la meditación de la Pasión de Cristo, nada más cruzar la puerta te ves acogido en una intimidad de tres: Jesús, María y tú. No es que sobren Juan, María Magdalena y las demás mujeres; es que se convierten en espacio, y tú ocupas ese espacio. Por eso, su protagonismo se disuelve. Y estáis a solas los tres en medio de la noche.

Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre. Al tiempo que eres atraído a la intimidad con el Cordero, también eres creado como hijo de su madre. Y entiendes que no puedes adentrarte en ese misterio de dolor si no estás sostenido por los brazos de esa madre. Quizá me equivoque, pido perdón si es así, pero de corazón creo que la meditación de la Pasión de Cristo, sin la presencia de María junto a la Cruz, sería imposible para la sensibilidad humana. Ese abismo de dolor, sin el bálsamo de ternura de la Virgen, nos destruiría por dentro.

Porque, en la noche terrible del Calvario, Cristo está convirtiendo la Cruz en el centro del Cosmos y de la Historia. Pero la presencia de la madre convierte el Calvario en hogar.

(1509)

La Virgen no cumple años

natividad de MaríaA ver, que no es así. Que no es el cumpleaños de la Virgen. Ya sé que yo mismo, llevado por la emoción, también lo escribí así hace tres años, lo he comprobado, pero me equivoqué. No es el cumpleaños de la Virgen, porque la Virgen ya no cumple años. Pobrecita, si cumpliera años tendría cerca de dos mil… Pero no los tiene. La Virgen es eternamente joven y hermosa en el cielo. Y no cumple años. Punto.

Pero claro, aquí los cumplimos. Cuando eres joven, te montan la fiesta porque te alegra ser más mayor. Y a partir de determinada edad, te montan la fiesta para consolarte por lo viejo que eres. Y vienen los amigos con regalos, y te ponen las velas en la tarta… es casi un culto religioso, una paraliturgia del soplido.

En todo caso, y aunque la Virgen no cumpla años, el rito nos vale para esta fiesta de su Natividad. Ella celebra junto a nosotros su nacimiento, y lo hace en la Cena de su Hijo, en el altar. Allí acudiremos hoy con el mejor regalo que tenemos: nuestras vidas, nuestros corazones enamorados. Y le cantaremos: «Toma, Virgen pura, nuestros corazones».

¡Feliz… Natividad, madre!

(0809)

Docilidad

Qué ridículos son quienes parecen no tener otro objetivo en la vida que ensalzarse a sí mismos, situarse sobre los demás, exhibir los talentos que tienen y los que no tienen, y cosechar aplausos de los hombres. Lo difícil es no sentir satisfacción cuando, después de encumbrados, los vemos caer.

Qué hermosa es la Virgen María, cuyo único afán parece ser el de postrarse ante Dios y dejarse ensalzar por Él.

He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.

Todo en ella es un dulce «dejarse». Se deja amar por su Creador, se deja humillar ante la Cruz, se dejar elevar al cielo por los ángeles, y –hoy lo celebramos– se deja allí coronar por su Hijo. Porque no dudo que fue su Hijo quien depositó esa corona de estrellas en la cabeza de su madre.

Ese dulce «dejarse» no significa pasividad, como la del barro inerte en manos del artista. Porque el barro no siente ni padece, ni pone nada de su parte. La actitud de la Virgen no es pasiva, sino receptiva, acogedora. Acoge libremente la gracia que la santifica, la paladea y la medita en el corazón. Semejante actitud tiene un nombre: docilidad.

(2208)

Cuando Dios te coge en brazos

¿Cuánto puedes saltar, cuánto puedes elevarte sobre el suelo con tus solas fuerzas? Lo he consultado, el récord de salto vertical está en 2,45 metros. Aunque hubo un hombre que, con su propio poder, ascendió hasta lo más alto del cielo. Pero había truco: ese hombre es el Hijo de Dios.

¿Y si te levantan? ¿Qué altura puedes alcanzar? A los niños los levantan sus padres: se agachan, los toman en brazos, los elevan hasta la altura de su rostro y los besan. Por eso no hablamos de «ascensión» de la Virgen, sino de «asunción». Se agachó Dios hasta el seno de Ana y elevó a su hija sobre las aguas del pecado. La siguió ensalzando, la hizo madre de su Hijo, la encumbró sobre toda criatura: Me felicitarán todas las generaciones… Ahí la tienes, la «Miss Historia». Pero aún no había terminado su vuelo.

¿Iba a ser pasto de gusanos el cuerpo que fue sagrario del Verbo Divino? ¿Iba la muerte a devorar a la sin pecado, a la más hermosa de las criaturas? ¡No! Terminado su paso por esta vida, Dios la elevó hasta la altura de su rostro, la besó, y la sentó junto a su Hijo.

(1508)

La sombra en la morada de la luz

La Iglesia celebra, el sábado siguiente a la solemnidad del sagrado Corazón de Jesús, la memoria del inmaculado Corazón de María. Libre de toda mácula de pecado, es el divino receptáculo donde se embalsan los sentimientos del corazón de su hijo. Son aguas limpias, dulces, que beben los pequeños al alimentarse del pecho materno.

Que no haya sombra de pecado en el Corazón de María no significa que estuviera libre del zarpazo de la muerte. Como su Hijo, la Virgen padeció dolores y angustias, pero esas angustias no fueron provocadas por el egoísmo, sino por las tinieblas de la Cruz, cuya sombra se cernió sobre María desde el principio. Son angustias santas.

Tu padre y yo te buscábamos angustiados. Durante tres días, preludio de otros tres que llegarían después, el Corazón de María se cubrió de tinieblas. Había perdido la luz, había desaparecido el Niño, y lloraba por dentro anticipando el grito desgarrador del Calvario: «Hijo mío, Hijo mío, ¿por qué me has abandonado?». Cuando, pasados esos tres días, volvió la luz, ella, que conservaba todo esto en su corazón, aprendió una lección que la iluminaría, como una lámpara, durante el Sábado Santo: jamás perdería a su Hijo para siempre.

(ICM)

Vida interior

Cuando hablamos de «vida interior», normalmente nos referimos al alma. Pero ¡qué grandeza, la de la mujer que alberga una vida en su vientre! ¿Acaso no es eso, literalmente, vida interior? El vientre de la mujer es verdadero templo donde enciende Dios la llama sagrada del alma espiritual en la criatura allí concebida a su imagen.

María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Ahí tenéis a dos mujeres llenas de vida. Pero la santísima Virgen lleva a Dios en el vientre y el cielo en el alma. Quiso el Creador igualar la partida, y llenó también de cielo el alma de Isabel, quien se llenó de Espíritu Santo. Que empiece el baile, que salte en el seno Juan, que se abra la boca de su madre y profetice, que brote de sus labios el Avemaría: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Cuánto alboroto, qué sobria y divina embriaguez! Proclama mi alma la grandeza del Señor… Bulle el Magnificat, divino bullicio.

¡Cuánta alegría deja quien se acerca a los demás con el alma llena de cielo!

(3105)

La primera palabra del recién nacido

Hace más de tres meses comenzaba la Cuaresma. Y aquel primer anuncio, proclamado el Miércoles de Ceniza, nos mostraba, como un espejo, nuestro rostro marcado por la culpa. Nos vimos como pecadores, hijos de Eva y herederos de su maldición. Por eso, implorando a los cielos el perdón, nos entregamos a la penitencia, la oración y la limosna.

Pasó la Cuaresma, hemos atravesado la Semana Santa, hemos celebrado la Pascua y ayer, día de Pentecostés, recibimos al Espíritu Santo.

Terminadas las fiestas, hoy escuchamos: Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre… ¡Cómo se han transformado nuestras vidas en tres meses! Hoy, el espejo de la liturgia nos muestra un rostro muy distinto del que contemplamos el Miércoles de Ceniza. Somos hijos de la Iglesia, somos santos, somos hijos de la Virgen María. Es la gracia divina la que ha hecho esto, no nosotros. Nuestra Cuaresma fue lamentable, y nuestra Pascua ha dejado mucho que desear. Pero Dios, una vez más, ha estado grande con nosotros, y somos criaturas nuevas.

No hay mejor forma de estrenar nuestra nueva condición que con la palabra con que todo niño recién nacido abre por primera vez sus labios al mundo: ¡Mamá!

(MMI)

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