La que quiso amar como era amada

La fiesta de hoy tiene su origen en una escena del protoevangelio de Santiago, un evangelio apócrifo del siglo II muy querido por la Iglesia. Allí se cuenta que María, con tres años de edad, subió las gradas del templo de Jerusalén y se consagró a Dios.

¿Es histórico el relato? No necesariamente. Pero nos ayuda a entender las palabras de la Virgen al arcángel cuando supo que iba a ser la madre del Mesías: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? (Lc 1, 34). Ya sabéis que, en la Escritura, el «conocimiento» entre el varón y la mujer va referido a la relación carnal. Y que, según eso, la Virgen estaba manifestando un propósito, un voto de virginidad insólito en el Israel de aquellos tiempos, porque la virginidad, asociada a la esterilidad, se consideraba maldición para la mujer.

Y aquí es donde viene en nuestra ayuda el protoevangelio de Santiago. Esa escena, sea histórica o no, nos dice que María experimentó, desde muy niña, el Amor de Dios como un amor esponsal y celoso, y decidió entregarse a Él en cuerpo y alma. Así aprendemos que sólo amaremos a Dios perdidamente si conocemos primero cómo nos ha amado Él.

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