Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

junio 2025 – Espiritualidad digital

Sólo para insensatos

Tenemos miedo. Más que el que han tenido las generaciones anteriores a nosotros. Quizá el precio de poseer más riquezas sea el de tener más miedo a perderlas. Muchos, si salen de casa sin el teléfono móvil, se sienten desprotegidos y vuelven sobre sus pasos para recuperarlo. Tenemos mucho miedo.

No sólo nosotros. Cristo topó también con la falsa sensatez que camufla de prudencia los miedos del mundo.

«Maestro, te seguiré adonde vayas». «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Hijo, termina la carrera y después irás al seminario. Hija, sal antes con chicos y, si no encuentras novio, ya irás al convento. Si das tanta limosna pasaremos necesidad…

Todo se vuelve lastre a la hora de seguir a Cristo. Pero el verdadero lastre es esa falsa prudencia, la sensatez del mundo. Para seguir a Jesús es preciso pasar por insensato ante el mundo, haber perdido la cabeza y haberse enamorado loca y apasionadamente.

Sólo cuando los jóvenes estén dispuestos a hacer locuras por Cristo repuntarán las vocaciones.

(TOI13L)

El tú a tú

Las grandes gestas con que Dios cambia la Historia no son como rayos venidos del cielo con estruendo y rugido de truenos. Hay estruendo, desde luego, y si el trueno tiene que rugir, rugirá. Pero el comienzo de todo es siempre un tú a tú, un momento secreto de intimidad amorosa con el hombre. Moisés frente a la zarza. María frente a Gabriel.

Tú eres el Mesías… Tú eres Pedro…  He aquí un auténtico tú a tú de dos hombres que se miran a los ojos como si no hubiera nadie alrededor. En el caso de Pablo, el tú a tú fue más violento. Más que encuentro fue encontronazo. Pero es que con Pablo todo es violento. Pablo es un volcán.

En todo caso, es ahí, en ese tú a tú, donde se forja la santidad del hombre y el futuro de la Iglesia. La grandeza de sus columnas (y Pedro y Pablo lo son) no está en la fortaleza de la piedra ni en el esplendor del capitel, sino debajo de la tierra, en lo escondido, en la Roca sobre la que se asentaron.

Cuida mucho ese «tú a tú» con Jesús. Así podrá Él hacer obras grandes contigo.

(2906)

En el templo está Jesús

Por dos veces se refiere san Lucas al modo en que la Virgen guardaba todo en el corazón. La primera es en Belén, tras la visita de los pastores. La segunda tiene lugar cuando, al cabo de tres días, José y ella encuentran al Niño perdido en el templo.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Precisamente por eso, porque aquella alma contemplativa guardaba en el silencio de su corazón, como palabras venidas de Dios, los acontecimientos de su vida, debió entender que, en adelante, si sentía la angustia por la ausencia de su Hijo, lo encontraría en el templo. Es decir, en su propio corazón inmaculado, que era el santuario más precioso de la divina gracia. Apréndelo también tú. Cuando te parezca que has perdido de vista a Jesús, busca en lo profundo de tu alma en gracia y lo encontrarás.

También por eso, María vivió el Sábado Santo recogida en su inmaculado corazón. Allí seguía, dormido, como dormido estaba en lo profundo de la tierra, su Hijo. Y, una vez más, lo recobraría despierto al tercer día. Entonces comprendió que aquellos tres días en que perdió a Jesús en Jerusalén eran anuncio de su muerte y resurrección.

(ICM)

La mirada que nos salva

sagrado corazónEl hombre es el único ser de toda la Creación a quien se puede destruir con una mirada. Así de frágiles somos. Basta una mirada de desdén, de desprecio, o –peor– de odio salida de los ojos de un ser querido para pulverizarnos. Por eso queremos que nos miren bien. Aunque no siempre lo logramos. Cuando saltan a la vista nuestras miserias, quizá el peor castigo sea el modo en que nos miran quienes las han sufrido.

Hoy celebramos el Amor con que Dios nos ama. Dejadme describirlo con las palabras del Apóstol: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom 5, 9). Dios nos mira con cariño incluso cuando todas nuestras miserias salen a la luz. Cristo es Aquél que nos sonríe cuando nos vemos bañados en nuestras debilidades. Aquél que nos besa cuando estamos cubiertos de barro y, con su beso, nos limpia y purifica.

¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido. En esos momentos en que, para los demás, somos una carga o un estorbo, para Cristo somos la oveja perdida. Nos sonríe, nos carga con gusto sobre sus hombros, y nos lleva a casa.

(SCJC)

Elogio de la obediencia

La obediencia, en nuestros días, está en crisis. Cualquier llamamiento a la obediencia es tenido por abuso de autoridad. Por eso también la propia autoridad está en crisis. Los directores espirituales estamos bajo sospecha. Nuestra civilización ha matado al padre, y campa a sus anchas como si se hubiera liberado de un yugo, mientras lleva a cuestas el peor y más letal de los yugos: el de la estupidez. Eso sí, con tarifa plana de datos.

No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Y nuestro buen burgués (también el que va a misa) responde: «¿Por qué ese empeño en que obedezcamos? Eso es abuso. ¿No puede uno salvarse diciendo «Señor, Señor», y haciendo lo que le dé la gana, como todo el mundo?»

Para empezar, te conviene obedecer porque Dios, que es tu Padre, quiere tu bien y, sirviéndose de sus ministros, te indica el camino del cielo. Pero también te conviene porque la salvación del hombre es amar a Cristo, y el amor conlleva entregar la vida. La obediencia es la entrega amorosa de la propia voluntad.

(TOI12J)

Primeras impresiones e intuiciones geniales

Las primeras impresiones y las intuiciones «geniales» pueden ser peligrosas. En este mundo casi nada es lo que parece. Me dan miedo quienes se fían del «amor a primera vista». Porque cuando llega la vista número veinticuatro, y finalmente se dan cuenta de que ese lunarcito tan mono que el cielito lindo tiene junto a la boca era una verruga, ya las cosas tienen poco remedio.

Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. Y así, el que parecía el corderito de Norit (los más jóvenes, que lo busquen en Google), resulta ser el lobo feroz. ¿Cómo te diste cuenta? Por sus frutos. Ni lana ni queso. Sólo dentelladas.

Lo contrario del falso profeta es el Crucifijo. Es el Cordero cubierto de ignominia, de bofetadas, de salivazos y de maldición. Cuando te aproximas es, en palabras de Isaías, como uno ante quien se vuelve el rostro. No quisieras ni mirarlo. Pero, si sostienes la mirada, y te acercas a la distancia del buen Dimas, te enamoras. ¡Qué hermosura! Y entonces gustas sus frutos: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Es Dios.

(TOI12X)

El gran provocador

profetasJuan es la campana. El aldabonazo. El grito. El disparo al aire que paraliza al pianista y acalla a todos en la sala. Tenía que ser así: fuerte, contundente, lapidario, incluso amenazante. ¿Cómo, si no, iba a atraer la atención en medio de semejante griterío?

Es como el truco del profesor. Cuando ve que los alumnos están distraídos y sus palabras se pierden en el aire, dice «sexo», y todas las cabezas se levantan y lo miran. «Ahora que he captado vuestra atención, continuemos la clase».

Pero, en el caso de Juan y de Israel, hacía falta algo más fuerte. Y más verdadero. Llamó a los judíos «camada de víboras». Los amenazó con ser talados como el árbol derribado por el hacha. Despreció su título sagrado de «hijos de Abrahán». Acusó públicamente de adulterio al rey de Israel.

Un hombre así, en un mundo así, tenía que acabar muerto. Murió decapitado. Fue el precio por atraer la atención de los hombres hacia el Mesías.

Nosotros procuramos no molestar, no decir nada que provoque, no herir la sensibilidad de un mundo que se precipita en la muerte. Pero no acallaremos el griterío con sonrisas falsas y poemas vacíos. Necesitamos provocadores. Mártires.

(2406)

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