Te parece imposible, ¿verdad? Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. ¿Cómo vas a querer a «esa persona» que te busca las vueltas, te calumnia por la espalda, se niega a dirigirte la palabra y parece que disfrutase haciéndote daño? No puedes amarla, bastante tienes con procurar no odiarla. Te dijo el sacerdote que rezases por ella, y bien sabe Dios lo que te cuesta. Pero lo haces.
Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. El sol puede salir para malos y buenos porque está en lo alto, por encima de la pelea (¿cómo dicen los franceses? «au dessus de la mêlée»). Las nubes pueden llover sobre justos e injustos porque están, también, por encima de los mortales. Y Dios puede enviar el sol y la lluvia sobre todos porque reina desde lo alto del cielo y desde lo alto de una Cruz.
Tú, en cambio, estás en la refriega, dándote de palos con unos y de abrazos con otros. Cuando reces, ascenderás y te sentarás sobre las rodillas de Dios. Desde allí aprenderás a amar al enemigo.
(TOI11M)