Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

14 junio, 2025 – Espiritualidad digital

La gran revelación

La revelación más atrevida del Antiguo Testamento tuvo lugar cuando, escondido entre las llamas de una zarza que ardía sin consumirse, Dios reveló su nombre a Moisés. Pero ese nombre revelado el hombre no lo debía pronunciar, salvo en muy contadas ocasiones, para que no pareciese que podía tomar posesión de su Creador. Más adelante, Moisés pidió a Dios que le mostrase su rostro, pero no le fue dado. Dios sólo le permitió ver su espalda.

El Espíritu de la verdad recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío.

¡Cómo no dar gracias por vivir en los tiempos de la Redención! En Cristo, Dios ha corrido el velo de pudor que lo ocultaba y ha mostrado al hombre su misterio, su verdadero rostro. Y es tan hermoso que jamás podrá un mortal cansarse de contemplarlo. Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Un Dios que ama, que dialoga, que recibe y se entrega sin cesar como una fuente inagotable de Amor y de Vida.

No temas a la palabra «misterio». No es sinónimo de algo oscuro e indescifrable. Es una invitación a la contemplación.

(STRC)

El pacto de los hermanos Marías

El escritor español Julián Marías contaba que, de niño, hizo un pacto con su hermano: Ninguno de los dos mentiría jamás. En lo que a él respecta, aseguraba haberlo cumplido. Y así debía ser, porque, de otra forma, lo habría incumplido al decir eso.

Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Toda mentira viene del Maligno, el llamado padre de la mentira. No hay mentiras piadosas; piadosos son los padrenuestros, jamás las mentiras. Dejando aparte las bromas (que son otra cosa), un cristiano no debería mentir nunca. Su «sí» debería ser «sí», y su «no», «no».

Cosa distinta es el silencio. Porque, si la mentira es siempre pecado, el silencio es muchas veces virtud (no siempre). La discreción es buena pauta de conducta. No tengo por qué decirle todo a todo el mundo. Hay verdades que, según la ocasión y el momento, conviene callar. ¿O acaso, por ejemplo, te sentirás autorizado a proclamar los defectos de tus hermanos con la excusa de que «es verdad»? Por muy verdad que sea, mejor cállatelo. Sé discreto.

Vuelvo al pacto de los hermanos Marías. Y a ese deseo de no mentir jamás. Ese pacto agrada mucho a Cristo. Él es la Verdad.

(TOI10S)

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