Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

7 junio, 2025 – Espiritualidad digital

El que habita en mí

Fue san Josemaría Escrivá quien llamó al Espíritu Santo «el gran desconocido». Y la preciosa secuencia que rezamos en estos días lo llama «dulce huésped del alma». Ambos nombres son verdad.

Aunque invoque al Espíritu, no lo conozco como conozco al Hijo. El Hijo está frente a mí, en el sagrario. Miro a la custodia, miro al crucifijo y ahí lo tengo. Le hablo con mis ojos, y Él me habla desde la blancura inmaculada de la Hostia y desde el rostro rendido de la Cruz.

Tampoco lo conozco como conozco al Padre. El Padre está sobre mí, me cubre y me rodea, me protege y me guarda. Soy niño ante Él. Y, sin embargo, no podría llamarle «Abbá» si el Espíritu no gimiera en mi interior.

Es el gran desconocido, como desconocidas para mí son mis entrañas. No las veo, pero son vida en mí. Por eso es huésped del alma. Porque no le hablo, Él habla en mí. No lo escucho, Él escucha a Dios en mí. Pero por Él puedo hablar con Dios y escuchar a Dios.

Me falta una tercera descripción. De San Agustín. Es «más íntimo a mí que yo mismo». Eso lo explica todo.

(PENTC)

Las dos llamadas

El Evangelio termina como empezó: Tú sígueme.

En ese mismo lugar, y ante la misma persona, empezó todo. Allí, junto al Lago, Jesús invitó a Pedro a que lo siguiera como pescador de hombres. Podríamos esperar que, si en la primera página lo invitó a seguirlo, en la última dijera: «Hemos llegado. Fin de trayecto». Pero no. El final queda más abierto que el principio: Tú sígueme. Eso es que habrá segunda temporada.

La hay. Y eres parte de ella. Pero, en todo caso, son llamadas distintas. La primera llamada era una invitación a seguir a Jesús por los caminos de Palestina y proclamar junto a Él el evangelio. La segunda, la de hoy, es la llamada a seguirlo al cielo.

Apostolado y oración. Por el apostolado dices «sí» a la primera llamada, y buscas a quienes están lejos de Dios para anunciarles el Amor de Cristo. Así vives como pescador de hombres. Por la oración te unes a Jesús en lo profundo de tu alma, te abrazas a Él, Él te guía hacia el cielo y gustas, ya en esta vida, las delicias de la vida eterna.

Si no dices «sí» a las dos llamadas, no se cumplirá ninguna.

(TP07S)

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