Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

abril 2025 – Página 4 – Espiritualidad digital

La Cruz y la zarza

Varias veces, en el evangelio de san Juan, Jesús, refiriéndose a su crucifixión, dirá que tiene que ser «levantado». Hoy lo escuchamos:

Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que «Yo soy».

Todo un cúmulo de contradicciones. Ese «Yo soy» es la referencia a la revelación que Yahweh hizo de su nombre a Moisés desde la zarza. Por tanto, es una declaración de la divinidad de Cristo. Pero, cuando Jesús sea levantado en alto, parecerá de todo menos Dios. Parecerá un maldito, la basura del mundo, el desecho de la Humanidad. Recordemos que el Gólgota era un estercolero al que arrojaban a los peores delincuentes y blasfemos. Jesús mismo, ante Nicodemo, se comparará, levantado en alto, con la serpiente levantada por Moisés en el desierto. Pero la serpiente era el animal maldito, elegido por Satanás para tentar a Eva.

Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro (2Co 5, 21). Es sobrecogedor. Pero debe mirarse con fe. Y entonces sabemos que Jesús heredará la maldición que nosotros habíamos merecido y la convertirá en bendición.

Por eso, cuando mires la Cruz, recuerda que no es zarza ni serpiente. Estás ante la gloria de Dios. Póstrate.

(TC05M)

El Juicio Final, adelantado

Me hacen gracia algunos cristianos que, seguramente movidos por su deseo de ahorrarle trabajo al pobre Señor, están dedicados en cuerpo y alma a la confección adelantada del Juicio Final. Miran a su alrededor: éste es un caradura, éste miente como un bellaco, éste es un cínico, de éste no te fíes…  Así, cuando el Señor vuelva sobre los cielos, le dirán: «No te canses, Jesús. Ya te he hecho yo el Juicio Final. Toma, aquí están las sentencias. Todos al infierno menos yo».

Vosotros juzgáis según la carne.

Juzgar según la carne es juzgar con las vísceras: con ira, sin compasión, por interés y, sobre todo, sin conocer realmente a los juzgados. ¿Qué sabes tú de la infancia de tu prójimo, de su educación, de sus sufrimientos, de sus amores y desamores, de sus soledades…? No sabes nada. Y juzgas según la carne: la tuya, claro.

Yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre. Juzgar según Cristo es abrir los brazos en la Cruz, sufrir los pecados de los hombres, pedir perdón por ellos y esperar pacientemente al pecador.

(TC05LC)

Un tic de familia

Se ha preguntado mil veces, y se han ofrecido respuestas de todo tipo: ¿Qué hacía Jesús cuando, ante aquellos fariseos que le presentaban a una mujer sorprendida en adulterio, parecía desentenderse de la escena?

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Hay quien dice que escribía los pecados de aquellos hombres, pero eso me parece echarle mucha imaginación. Yo me baso en lo que veo: Cristo jugueteando con sus dedos y la tierra. Y pienso que es un tic de familia, que así empezó su Padre y terminó escribiendo un Adán. Después sopló en sus narices y le dio vida.

Porque de eso se trata: Cristo, con la tierra de que estamos hechos, nos crea como hombres nuevos. Aquella mujer estaba muerta, e iba a nacer otra vez al recibir el perdón del Señor.

Algunos piensan que la Cuaresma es un retoque del peinado: Soy el mismo, pero no fumo ni como chocolate. ¡No es eso! No te basta con un retoque: te tienen que volver a crear.

Falta una semana para el domingo de Ramos. Aprovéchala: sumérgete en la Pasión de Cristo, confiésate, prepárate para morir con Él y ser creado de nuevo para el cielo.

(TCC05)

La partida de nacimiento de Jesús

Supongo que Jesús se reiría por dentro al conocer esas discusiones estúpidas de los fariseos sobre su lugar de nacimiento:

¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.

O sea, que si es de Galilea no puede profetizar, porque ningún galileo ha profetizado nunca. Alguno tendría que ser el primero, digo yo. ¿Y si es de Burgos? Como si los hombres nacieran de la tierra, igual que las patatas. Valiente majadería.

Jesús podría haberlos callado rápidamente; le hubiera bastado con enseñar su partida de nacimiento, porque Él no había nacido en Galilea, sino en Judea; y nada menos que en Belén, la tierra del rey David, de la que estaba anunciado que procedería el Mesías. Pero ¿para qué? Su nacimiento en Belén es confirmación para quienes creemos, nada más. Pero para salvar al hombre no bastaba con haber nacido en Belén.

Jesús salva al hombre porque procede del Padre. Ésa es la partida de nacimiento que Jesús siempre exhibió, y que los fariseos nunca aceptaron.

Tampoco nosotros redimiremos almas por ser de Madrid, ni de Jalisco. Ni por ser guapos o cantar bien, sino por estar unidos a Cristo y haber nacido de su costado.

(TC04S)

El Verdadero

De muchas maneras se refiere a Dios la Sagrada Escritura, pero hay un nombre que no aparece hasta el evangelio de san Juan. Después aparece tan sólo dos veces más: una en la primera carta del propio apóstol, y otra en el Apocalipsis.

Yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía. El mismo Cristo que afirmó ser la Verdad llama a su Padre «el Verdadero». Porque el Verdadero es la fuente de la Verdad.

Si Dios es el Verdadero y Cristo es la Verdad, eso quiere decir que todo es mentira si se aleja de Dios.

¿Lo digo más claro? La vida, sin Dios, es una farsa. Un fuego fatuo. Te ilusionas con cosas que al cabo te aburren. Te enamoras de brillos que mueren cuando los tocas. Después te mueres tú, y todo era mentira.

Pero la vida con Dios es contemplarlo en cuanto te rodea y en cuanto te sucede. Todo te trae noticia de su Amor, todo te enamora porque grita su nombre. Hasta el dolor se vuelve romance, y la muerte vida eterna. Tú mismo, cuando te abrazas a la Verdad y te unes al Verdadero, acabas siendo verdad.

(TC04V)

¿Y no te duele?

No puedo creer en un cristianismo que no duela. Ni en una iglesia que sea lo más parecido a una sauna o un club termal al que acude la gente a relajarse. Creo firmemente en la Cruz de Cristo. Y sé que hay en ella gozos inefables y dulzuras celestiales. Pero también fuertes dolores; dolores dulces, dolores de Amor, que llenan de ternura el alma a la vez que taladran el corazón. No puedo creer en un cristianismo en cuyo centro no esté la Cruz.

Acudes al templo a rezar y tienes tus delicias en el sagrario, pero no te quema por dentro del dolor de tantas almas que no creen… Hablas de las maravillas de tu comunidad cristiana, pero no ves más allá de ese grupo, no lloras por tantas ovejas perdidas, y no estás dispuesto incluso a morir por anunciarles a Jesucristo.

¡Y no queréis venir a mí para tener vida! Está llorando Jesús. Llora desde la Cruz, porque ha abierto una fuente de agua limpia y los hombres no quieren acudir a beber.

Me alegro de que estés compartiendo las dulzuras del Amor de Cristo. Pero, si no compartes también sus dolores, aún no puedes llamarte cristiano.

(TC04J)

Quienes duermen en el mismo colchón…

Dice un refrán que «quienes duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición». En el caso de los matrimonios, eso está aún por demostrar. Algunos discuten hasta en el colchón. En otros se cumple, y la convivencia hace que se acaben identificando el uno con el otro hasta ser realmente uno. Pero hay un cochón en el que siempre se cumple el refrán.

Es el colchón más duro y, a la vez, más dulce de la tierra. En él se durmió el Señor entregando su Espíritu al Padre, y en él descansó de todas sus fatigas con los brazos abiertos, como esperando a quien con Él lo compartiese. A san Pablo, por ejemplo: Estoy crucificado con Cristo (Gál 2, 19). Nadie puede entender que la Cruz sea descanso salvo quien, como el Apóstol, se recuesta en ella enamorado.

El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Quien medita enamorado la Pasión de Cristo se recuesta con Él en la Cruz. Y de tal manera se identifica con los sentimientos de su corazón abierto, que ya sólo hace lo que ve hacer al Crucificado: perdona, se entrega, obedece y ama.

(TC04X)

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