Mirada de fe

Hay quien cree que el hombre se salva con las manos, es decir, haciendo cosas. Otros creen que el hombre se salva con los pies, es decir, moviéndose mucho, sin cesar. Pero lo cierto es que el hombre se salva como se enamora, es decir, con los ojos, mirando a ese ser que nos cautiva y nos trae la noticia de que somos amados. La mirada al Crucifijo ha creado muchos santos, si no todos.

Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Esa mirada a la Cruz debe ser una mirada de fe. El mundo desprecia la Cruz y huye de ella porque, cuando la mira, sólo ve sufrimiento y humillación. Sin embargo, la mirada de fe al Crucificado nos muestra el Amor rendido de Dios por los hombres, la entrega amorosa del Hijo al Padre, la belleza de una vida derramada en sacrificio por la redención del género humano.

Por eso el santo mira a la Cruz y se enamora. Encuentra en ella una hermosura inefable y sublime. Entonces los ojos ya no quieren apartarse de allí. Quien mira así no será juzgado, ya está salvado.

(1409)