Los tres peldaños
Quizá Jesús tuvo que repetir varias veces estas palabras ante quienes lo acusaban de curar enfermos en sábado, o de arrancar espigas en el día de descanso:
No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Y es que, en todos aquellos gestos que tanto escandalizaban a los fariseos, la Ley de Dios estaba llegando a su plenitud, porque la plenitud de la Ley es el propio Cristo. Y quedaba el sábado santificado con el perdón de los pecados que acompañaba a la curación y el anuncio de la Eucaristía que suponían aquellas espigas. Los fariseos no lo entendieron, pero se estaba cumpliendo hasta la última letra o tilde de la Ley.
La Ley conduce a Cristo, y Cristo conduce al Padre. En Cristo encuentra la Ley su plenitud y, a su vez, Cristo, al llegar a su consumación, entrega al Padre su Espíritu.
Grábatelo bien, porque estos son los tres peldaños de la escalera que conduce al cielo: Hacer la voluntad de Dios (obediencia), unirnos a Cristo en Amor (oración y sacramentos) y llegar, por Él, al Padre con el conmovido: «Abbá» de un niño recién nacido.
(TC03X)